Un caballero en Moscú: La nobleza está en el ser y el compartir
Al enderezar
la copa de cóctel justo después de aquella conmoción, ¿acaso no demostraba
también su certeza de que hasta con los actos más pequeños uno puede
restablecer cierto orden en el mundo?
Amor Towles
La manera de lidiar con un mundo sin libertad es llegar a ser tan
absolutamente libre que tu misma existencia sea un acto de rebelión
Albert Camus
Ben Vanstone nos ofrece con Un caballero en Moscú (2024) una notable serie que es la adaptación de la exitosa novela de título homónimo del estadounidense Amor Towles. La obra retrata la vida del conde Alexander Rostov (Ewan McGregor, excelente) quien a raíz de la Revolución Bolchevique es condenado a permanecer recluido de por vida en una humilde habitación de un lujoso hotel moscovita, una condena excepcional fruto de su hermandad con Mishka un destacado miembro del estado revolucionario
Una ficción de trasfondo histórico que ensalza el valor de la cultura y que nos muestra las alargadas sombras de un poder “del pueblo” que lamentablemente no fue tal. Y una ficción que a través de sus personajes (especialmente Rostov) nos invita a reflexionar sobre aspectos fundamentales de la condición humana como son la fuerza del amor y la amistad, el valor de saber adaptarse a las circunstancias sin perder la integridad personal, la importancia de dar sentido a la propia vida pese a las limitaciones impuestas y en ese noble ser/estar poder contribuir realmente –pese a tanto- al bien comunitario
El luminoso humanismo de Un caballero en Moscú recuerda al del comprometido y sensible
maestro Chaplin, de hecho McGregor en su gran interpretación a menudo parece
ser su reencarnación
Debo advertir que el análisis que sigue contiene
spoilers
Ambiente fascinante
El Hotel Metropol en el que se desarrolla la acción fue inaugurado en el año 1905 poco antes de los primeros levantamientos populares que lo cambiaron todo. Y tal y como se refleja en la obra audiovisual acabó convirtiéndose en una parte esencial de la campaña propagandística del nuevo régimen para deslumbrar a los visitantes extranjeros, especialmente en tiempos del crack bursátil capitalista de 1929. Por esa condición especial en su interior se respiraba una atmósfera fascinante multicolor que contrastaba con la dureza del uniformador gris soviético
El Metropol era y es un espacio que impacta gratamente por su belleza artística y su simbólico “misterio interior”:
La belleza de la arquitectura e interiorismo de estilo Art Noveau en la línea de otros famosos hoteles clásicos europeos como el Ritz parisense o el Savoy de la capital británica, ambientes intimistas en los que el tiempo se enlentece gratamente y que te hacen sentir cálidamente acogido
Y el misterio de sus evocadoras múltiples dependencias en desuso (que pueden entenderse como imagen de las distintas opciones vitales que a menudo tememos emprender) que Rostov descubre y aprovecha con la colaboración de Nina, una niña que también vive en el Metropol y con la que el ex-conde entablará una relación estrecha a modo paterno-filial
Es Rostov quien descubre una gran habitación anexa
a su pequeño dormitorio en la que podrá librarse del control policial que sufre
–él especialmente pero en general todo aquel ciudadano del que pueda
sospecharse algo contra el orden establecido-. Y quien encontrará en el maravilloso
terrado con vistas otro espacio de libertad al que accederá gracias a la
simbólica llave maestra que esa maravillosa niña le entrega el día que abandona
el hotel para “formarse” al servicio de la rígida ideología estatal. Esa llave
como imagen del poder del amor puro y de la inocencia que ella encarna y que es
luz y alimento para ese hombre encerrado de por vida
De conde a camarada
Se nos muestra la grandeza con que Rostov encara su cambio de vida, del tenerlo todo en su privilegiada posición a su ser uno más entre los ciudadanos que trabajan en el Metropol. Y como prácticamente todo el personal lo trata con amabilidad y cercanía porque él se relaciona en autenticidad. La autenticidad de un hombre que más allá de su denostado título es en sí mismo un ser humano noble que se entrega a los demás con voluntad de ayuda y agradece de corazón las ayudas que estos le brindan
En consecuencia varios personajes de ese universo serán algo así como su familia durante las décadas que durará el encierro. Un grupo humano que conformarán la esencia del compartir solidario que debería haber sido el comunismo. En ellos se da un verdadero compartir fraternal que es la luminosa antítesis del “compartir” forzado e insolidario/competitivo de un sistema totalitario que Karl Marx no hubiera aprobado
Especialmente cercanos a Rostov serán Nina y Anna (una actriz que a menudo se aloja en el hotel) con la que entablará una sólida relación amorosa. A esas dos mujeres amadas se añadirá la pequeña Sofía, la hija de Nina que ella misma le entrega para que la cuide antes de partir a Siberia en defensa de su esposo al que han detenido injustamente. Ellos nunca volverán, como tantos condenados a los gulags del horror y la muerte
A pesar de tanto, con Sofía un ya anciano Rostov
revivirá ese tiempo feliz con Nina y por esa niña que sí verá crecer se sentirá
progenitor y como tal lo arriesgará todo el día en que una Sofía ya adolescente
se accidenta gravemente. En efecto, con ella en brazos sale a la calle para
llegar lo antes posible al hospital
Enemigos “amigos”
Un arriesgar por amor que conmueve al aparentemente insensible Osip, el poderoso jefe policial encargado de su vigilancia quien le ayuda en todo. Y será gracias al “enemigo” que Sofía se salva y Rostov puede regresar al hotel esquivando todos los dispositivos de control desplegados para su captura
Nadie de los muchos que lo vieron testificará que salió a la calle, sólo el muy gris encargado del hotel –siempre buscando amargar a sus compañeros, especialmente al “camarada conde”- cuya palabra queda en entredicho cuando Rostov aparece como si nada hubiera ocurrido
Un como si nada fruto del apoyo de Osip quien siente un profundo respeto por Rostov hasta el punto de considerarlo amigo por su nobleza y espíritu de colaboración, de hecho este –un erudito multidisciplinar que gusta de compartir y debatir- le ha enseñado mucho de arte y cultura. No obstante para nada Rostov siente lo mismo por un hombre que ha sido responsable directo de la muerte de muchos amigos reales suyos
Amigos que en su mayoría pertenecían a su antes privilegiado círculo de la aristocracia rusa. De hecho fue así con Mishka –su salvador ante la “justicia” bolchevique- quien pretendió casarse con su hermana, una pretensión que derivó en tragedia por la oposición del entonces excluyente Rostov. Y una tragedia que él revive dolorosamente día a día
Exclusión versus inclusión
En este sentido me parece acertada la decisión de presentar a Mishka como un hombre de raza negra, en esa diferencia radical de piel entiendo que se pretende remarcar la exclusión de clases que era normalizada por la prepotente aristocracia rusa y que provocó las revueltas populares que en su origen no bolchevique para nada buscaban excluir sino redistribuir en igualdad fraternal
Un dramático balance entre opuestos (exclusión versus inclusión) que acabó con demasiadas vidas (los casi todos antes privilegiados aristócratas y los muchos que como Nina y otros personajes destacados de esta historia creyeron en el nuevo sistema y vivenciaron que era tan o más excluyente que el zarista) y que pese a tanto fue oportunidad para Rostov y por su influencia para Anna y Sofía. El autor Amor Towles lo expresa así en la novela:
Hay un
momento de lucidez suprema en el que todo lo que nos ha sucedido se define, de
pronto, como el desarrollo necesario de los acontecimientos y nos hallamos ante
el umbral de una vida completamente nueva, esa vida a la que siempre habíamos
estado destinados
Arte y libertad
Para Rostov esa vida nueva es el hogar co-creado con Anna, un hogar que más allá de las paredes es hogar real por el cálido amor de la pareja, un amor con mayúsculas en el seno del cual Sofía se siente respaldada –pese a tanto en contra- para poder llegar a ser ella en su diferencia
Son luminosas las imágenes de su relación con los “tíos padres”, especialmente al mostrar su complicidad con un Rostov totalmente entregado al juego cómplice y la educación libre de esa niña que crece entre lecturas edificantes y todo tipo de artes
En una de las más bellas escenas de la serie la vemos ya adolescente interpretando al piano un tema de música clásica. Sofía es una virtuosa del instrumento y en su libertad natural se deja llevar improvisando una versión jazzística del tema. En esa improvisación libre y alegre se exterioriza su diferencia de ser; y en esa improvisación de un estilo musical prohibido por un régimen que penaliza la libre creatividad, late el alma de una mujer que siente el arte y la libertad a flor de piel
Sin explicar el final de esta magnífica ficción, diré que llegará el día en que Sofía por esa excelencia artística pueda ser la llave a la ansiada libertad personal e incluso familiar. Se nos muestra en una tensión atrapante como viaja con otras compañeras a París para una exhibición musical. Allí -en la simbólica ciudad de la luz, las artes y el amor- Sofía tendrá la oportunidad de desertar de una patria asfixiante y en esa valerosa acción poder abrir una posibilidad de liberación para sus ancianos “tíos padres”. ¿Lo conseguirá?
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