Living: Despertando las ganas y el sentido de vivir
Vivir cada
día como si fuese el primero y cada noche como si fuese la última
Eduardo
Galeano
Pero, a fin
de cuentas, ¿para qué hablar? Lo que debo es hacer
La muerte de
Iván Ilich (Lev N. Tolstói)
El maestro Akira Kurosawa dirigió en 1952 Vivir, un relato rico en humanidad inspirado en la novela La muerte de Iván Ilich de Lev N. Tolstói publicada en 1886 y recientemente Oliver Hermanus -a partir de un guion de Kazuo Ishiguro- lo ha adaptado en su excelente Living (2022) trasladando la acción al Londres de principios de la década de los cincuenta del siglo pasado
Un remake que merece tanto elogio como el original y que se entiende necesario en su retratar los abismos del sobrevivir gris de tantas personas en nuestra sociedad occidental del culto al trabajo y al dinero. Y asimismo necesario como crítica al exceso de burocracia en los organismos estatales que denotan en ese laberíntico obrar su total falta de empatía, una falta de empatía que lamentablemente es el reflejo de la actitud mayoritaria de la sociedad (en ese tiempo pasado retratado y en nuestro inquietante presente de capitalismo voraz)
El protagonista de esta historia es Mr. Williams
(Bill Nighy en una magistral interpretación), un hombre solitario, metódico y rutinario
que dirige el departamento de obras públicas y que al saber que le
quedan pocos meses de vida se cuestiona a sí mismo buscando despertar sus
olvidadas ganas de vivir
Debo advertir que el análisis que sigue contiene
spoilers
Uniformidad
Se nos muestra como en ese espacio tiempo retratado los individuos –especialmente los hombres- más que individuos diferenciados son clones en su vestimenta y en su actitud/modo de desenvolverse. Hermanus refuerza esa característica social con numerosas escenas en las que todos se mueven casi al unísono en sus desplazamientos por las escaleras y los pasillos del gran espacio laboral o en sus andares por la estación ferroviaria que conecta la “city” londinense con las poblaciones donde viven
En esa uniformidad, la constatación de que el sistema estado quiere siervos sumisos cual ovejas de un rebaño en el que no se admiten diferencias significativas ni objeciones a los dictados establecidos. Sin embargo dos miembros del equipo de Williams no participan plenamente de esta férrea visión: el novato Peter (Alex Sharp) y la joven Margaret (Aimee Lou Wood en una brillante encarnación)
Sentir versus falsedad
Ambos en mayor o menor medida vibran con lo que ocurre en ese departamento de demandas casi nunca concedidas. Ambos sienten y no se disfrazan con la impasibilidad uniformada de funcionario gris que allí rige, una impasibilidad que por cierto también ostenta su jefe Mr. Williams quien es maestro en el arte de apilar expedientes sin resolver
Y es que Williams, como casi todos y todas las personas que allí trabajan, vive en la falsedad de la buena educación y la sonrisa amable que esconde la nula empatía por los asuntos que han de resolver y que afectan a personas a menudo con serias dificultades y carencias sociales
Esa misma falsedad se nos muestra en el hogar no
hogar de Williams quien desde que murió su esposa “vive” en dura soledad junto
a sus egoístas hijo y nuera. Y esa misma falsedad se da en las calles de la
población en la que residen, gentes de apariencia amable pero de lengua
venenosa que prefieren criticar al vecino antes que observarse a sí mismos
Observarse, comunicarse
Quien sí se observará será Williams cuando reciba la noticia de que tiene cáncer y le quedan unos pocos meses de vida. Se observará y se planteará qué ha hecho con su vida especialmente desde la muerte de su mujer, iniciando así una búsqueda de sentido personal para de alguna manera poder morir bien
Resulta significativo que no le explique su dura realidad al hijo. En este sentido, conmueve la escena que nos muestra a Williams en la sala de su casa a oscuras y de espaldas –la imagen de su no ser visto por los “suyos”- tras conocer su veredicto mortal y cómo él intenta hablar con su hijo y su nuera sin que estos le ofrezcan atención, y el jarro de agua fría del posterior reclamo del hijo que el padre espera sea para escucharle y sin embargo resulta ser para pedirle que cierre la puerta de esa casa no hogar
Lo intentará otras veces sin éxito porque queda claro que lamentablemente padre e hijo no saben hablar de cosas profundas, sus conversaciones son tan vacías como las de los vecinos conocidos que entablan diálogos intranscendentes en el ascensor de su comunidad
No obstante sí se abrirá a un joven que conoce en su primer día post saber su situación terminal. Con él buscará encontrar un modo de disfrutar lo que le queda de vida al darse cuenta de que no sabe cómo hacerlo, pero nada del ocio y la diversión que comparten le vale. En este sentido impacta la escena tras el repentino escupir sangre de Williams, ocurre en un ambiente festivo de caras gozosas que contrastan con las del joven y el anciano quienes se miran muy serios, uno preocupado por esa inminente muerte y el otro en empatía por su dolor
Y más se abrirá con Margaret cuando la encuentre por las calles londinenses y la invite a comer. En el restaurant lo veremos feliz observando su natural ilusión y vitalidad. Y conocerá que ella le apodaba Mr. Zombi aclarándole que estos son seres que están muertos pero no están muertos. Se lo explica ella pidiéndole perdón por su crueldad pero Williams se reconoce como Zombi y buscará despertar a la vida por contagio con esa mujer antitética
Con este fin la convencerá para que le acompañe al
cine –su único hobie que
rutinariamente encasilla en un día determinado de la semana- y a tomar algo en
una noche larga en la que él le explicará su dura verdad, y le hablará de que
“ojalá pudiera vivir así” como vive ella dándose cuenta sin embargo de que algo
puede hacer para sentirse vivo y útil antes de morir
Hijos y madres
En efecto, junto a ella Williams evoca la infancia
feliz y en esa evocación del niño que fue se le asocia el recuerdo de uno de los expedientes
que permanece varado en su sección, un proyecto presentado por unas madres que demandan un parque infantil en un solar abandonado e insalubre. Ahora sí que
sabe qué hacer con ese tiempo final y siente en sí la pasión que tanto anhelaba sentir
Es significativo cómo al día siguiente el nuevo Williams no duda en dirigirse a ese lugar pese a la potente lluvia y cómo se adentra en el solar anegado de simbólicas aguas residuales sin que le importe dañar sus impecables zapatos. Y cómo se presenta en cada departamento implicado esperando sus aprobaciones, espera allí lo que sea necesario hasta lograrlas con una tenacidad que desconcierta a todos sus compañeros. Una tenacidad y un buen hacer que deshacen las características distancias emocionales de esos funcionarios grises; así lo vemos dándoles las gracias por anticipado mirándolos a los ojos. Y finalmente es significativa su actitud rebelde ante el jefe superior quien inicialmente deniega la obra por no ser prioritaria, Williams se rebela inteligentemente evitando el choque rogándole que lo reconsidere con ese mirar que desnuda/desanuda
Y lo consigue, el parque infantil se construye
para satisfacción de esas madres y esos niños; y para satisfacción del niño anciano
Williams a quien vemos feliz en una noche nevada columpiándose cantando una evocadora
canción tradicional sobre un árbol cuyas raíces se enlazan con las infancias
vivenciadas a su sombra y la casa hogar a la que cobija
Ejemplo
Es bello que ese mostrar al renovado Williams se nos ofrezca mediante el testimonio tras su muerte de quienes lo vieron con inusitado asombro. Así, esa noche gélida en la que él se balanceaba cantando cual niño fue observado por un joven policía que no se atrevió a romper la magia del momento en su admiración por un hombre por fin feliz que había dado felicidad a los vecinos. Se lo dice el policía al joven ayudante de Williams asegurando que el difunto será recordado siempre por eso
Y es crítica –en todos los sentidos de la palabra- la escena en la que conocemos el actuar rebelde y auténtico del vital Williams para llegar a conseguir su objetivo. Lo explican sus subordinados en el vagón del tren –del simbólico tren de vida- que los transporta día a día, cada uno explica una parte de ese asombroso actuar con cierta distancia emocional pese a la muy reciente muerte de Williams, sin embargo el joven de corazón despierto deshace sus frialdades logrando el compromiso del grupo a actuar siguiendo su ejemplo prometiéndose todos “no volver a eludir nuestras responsabilidades, no dejar las cosas para el último momento ni ir con prisas”
Pero como proclama el personaje tolstoiano Ivan Ilich en la cita inicial no se trata de buenas palabras sino de acciones consecuentes que requieren valor y más cuando todo está en contra como es el caso de ese microcosmos burócrata retratado
En este sentido se nos muestra como sólo el joven parece ser digno heredero de Williams, él encarna su legado, él recibe una carta manuscrita suya que le anima a persistir pese a tanto recordando siempre esa pequeña gran victoria que permite jugar a los niños: "si llegan días en los que no tiene claro a qué fin dirige sus esfuerzos diarios, cuando la mera rutina de todo ello amenace con reducirle al tipo de estado en el que yo he permanecido durante tanto tiempo, le invito a que recuerde nuestro pequeño parque infantil y la modesta satisfacción que supuso llevarlo a cabo"














Comentarios
Publicar un comentario