Frankenstein: Del afán de inmortalidad y el valor de vivir con empatía
La partida de
ajedrez que jugamos (en esta vida) es contra nosotros mismos
Victor
Frankenstein
Guillermo del Toro nos ofrece una excelente revisión cinematográfica del clásico literario de Mary Shelley, un proyecto largamente ambicionado que finalmente ha podido realizar para el disfrute de los aficionados al género fantástico con significados trascendentes
En efecto, su Frankenstein (2025) da mayor profundidad a una obra ya de por sí rica en temas de calado a propósito de la condición humana como son las cargas inherentes a las relaciones paterno filiares, el valor de vivir pese a las limitaciones personales y colectivas, el poder del amor y la empatía… Y asimismo la obra audiovisual nos cuestiona entorno a los límites de la creación científica y la ambición egoica del perdurar más allá del tiempo ya sea en el recuerdo de las generaciones futuras o en el desafío de las leyes físicas, concretamente en el desafío de nuestra condición mortal
Del Toro consigue una logradísima ambientación que nos transporta a un universo gótico en el que lo gélido es protagonista absoluto. Vivenciamos el frío, la nieve y el hielo de un invierno casi omnipresente que puede entenderse como reflejo del modo de ser y entender del protagonista último de esta ficción: el doctor Victor Frankenstein, un hombre de gran inteligencia racional cerebral y sin embargo un hombre sin inteligencia emocional del corazón. En efecto, Victor se nos presenta como hombre de corazón helado, como hombre sin empatía que no sabe lo que significa amar…
Además de su excelente guion y ambientación, la
película destaca por la gran labor del elenco actoral en especial por la
brillante encarnación de Victor a cargo de Oscar Isaac; un gran intérprete que
sabe dar vida a hombres de ego desmesurado que buscan crear seres inteligentes
que desafíen los límites científicos, ya fue así en la también excelente Ex Machina (2014) que analicé en este
mismo blog
Debo advertir que el análisis que sigue contiene
inevitablemente spoilers
Muerte como enemiga
Para la mayoría de los humanos suele ser difícil aceptar la muerte, a menudo se opta por esquivar su inevitabilidad hasta que se acerca la ancianidad. Pero Victor la tiene muy presente desde la pre adolescencia debido a la abrupta muerte de su madre quien lo era todo para él. En efecto, como Victor mismo confiesa siendo adulto “mi madre era toda mía” excepto, eso sí, en los escasos periodos en los que su padre recalaba en casa. Y es que ese hombre era un eminente cirujano que atendía más a su ego que a su familia
En este sentido es significativo que la madre muera desangrada estando el padre en casa y sin que él pueda salvarla, un hecho que agrandará la brecha entre progenitor e hijo. Antes y después de ese durísimo momento que cambiará al hasta entonces dócil Victor, se nos muestra la dureza con la que el hombre lo forma en el oficio médico pretextando que todo lo hace por su bien. Y el alumno maltratado ya siendo adolescente acabará desafiando a su padre por ese no poder salvar a la madre, ante su defensivo “nadie puede vencer a la muerte” Victor se le encara asegurando que él sí que la vencerá
De este modo la muerte se convierte en su enemiga a derrotar, lo es por haberse llevado tan pronto a su amada madre y por de alguna manera encarnar la sombra paterna. Así, Victor se hará adulto pero en su interior albergará a un niño traumatizado en perpetua lucha con la muerte
En este sentido impactan las imágenes de los
funerales de sus progenitores ambos celebrados en ese casi perpetuo gélido
invierno. Del Toro nos muestra sus féretros en el simbólico contraste de su
modo de ser antagónico: el de la madre todo en blanco y con su rostro cálidamente
acolchado en tela roja sangre versus años después el del padre en durísimo
monocromo negro
Ego heredado
Ese ya anciano hombre de ego mayúsculo muere pero su oscuridad permanece en el hijo. En efecto, se nos muestra como inconscientemente Victor reproduce el patrón odiado, el joven cirujano siempre prioriza su oficio y es incapaz de mostrar empatía por nadie. De este modo se convierte en otra versión del padre de ego desmesurado al que pretende superar
En este sentido se entiende su lúcida afirmación en los últimos instantes de vida: “La partida de ajedrez que jugamos es contra nosotros mismos” Nunca es demasiado tarde para darse cuenta de la necesidad de reconocerse…
Sin embargo pudo haber aprovechado la sinceridad de la lúcida joven Elisabeth, la prometida de su único hermano y por la que el cirujano sintió atracción. Como confiesa, sólo a su lado llegó a casi olvidar su obsesión por la muerte o –entiendo- sólo a su lado sintió el leve pálpito de su corazón helado
Sea como sea, sólo ella se atrevió a cuestionar su gran ego haciéndole ver la absurdidad de tantas ciegas empresas masculinas que inevitablemente acaban en dolorosas tragedias poniendo por ejemplo las recurrentes y absurdas guerras entre comunidades/etnias/naciones
Y sólo ella en la empatía que encarna le hará ver
que la criatura que finalmente logra crear sufre a causa de su gélido creador
Sin nombre
Son espectaculares las escenas en las que vemos a Victor en su colosal torre vivienda laboratorio entregado a la creación de un ser viviente a base de pedazos de hombres que han fallecido en una de esas absurdas guerras de las que Elisabeth hablaba. Particularmente brutal es la escenografía de la sala del laboratorio presidida por una gran Medusa y un potente ventanal circular con forma de flor mandala enfrentando de este modo a la luz que todo lo crea y puede deshacer los miedos con la máscara desafiante que petrifica a quien mira sin valor ni autenticidad
Allí acabará levantando a su criatura colocándola erguida cual cristo en la cruz en una evocación simbólica del creador que parece no atender a su criatura. Y es que en general, todo el relato está impregnado de referencias religiosas -tal y como Shelley lo concibió- a modo de la búsqueda humana de asemejarse a Dios o a los Dioses, de ahí que ella subtitulara su novela como El moderno Prometeo
Victor levanta pues al crucificado para alinearlo con su máquina de vida que alimenta esa noche tormentosa con la fuerza de los rayos. La fuerza “divina” captada por el genio humano logrará dar vida a un ser creado artificialmente que como su creador cargará con la cruz “paterna”. Significativamente la primera palabra que aprenderá ese ser será Victor quien se sentirá halagado por ese reconocimiento
Pero pronto el creador comprobará que su criatura no muestra señales de la gran inteligencia que él ambicionaba mostrar al mundo. Y en su decepción –como hiciera su padre con él- lo maltratará castigándolo severamente. En efecto, Victor decide encerrar a su criatura en el sótano de la torre y lo hace encadenándola presuponiendo una potencial violencia que en realidad es la suya, es la violencia del hombre “todopoderoso” enrabiado que no sabe nada más allá de aquello que gobierna la razón y quien por esa carencia es incapaz de apreciar la gran sensibilidad de su obra
Como se ha comentado será Elisabeth quien se dé cuenta de que la criatura es sensible y siente un gran dolor por ese rechazo del “padre”. Una criatura tan rechazada que ni siquiera ha sido nombrada y en esa omisión de su ciego creador anida la convicción de que para este ese ser es un monstruo. Pero como la joven le espeta si hay algún monstruo en esta historia es el doctor Victor Frankenstein
Y es que no hay empatía ni paciencia en Victor quien esperaba resultados espectaculares e inmediatos. De ahí que decida destruir su creación y su torre laboratorio provocando un colosal incendio del que no obstante el sin nombre escapará para salir al desconocido gran mundo
Y se nos muestra cómo esa criatura enorme y llena de cicatrices –tal como sentía Elisabeth- es ante todo un ser de gran corazón que siente y conecta con la naturaleza toda, especialmente con los animales. Y paralelamente veremos cómo se descubrirá inmortal cuando unos temerosos granjeros lo disparen a bocajarro
El sin nombre llegará a su granja familiar y allí, escondido de todos, acabará entablando amistad con el anciano ciego del clan. Un ciego de impresiones visuales que sin embargo es la antítesis de su creador ciego de las ricas impresiones emocionales
De la mano de ese buen hombre, el “monstruo” se descubrirá humano y sintiéndose apoyado desarrollará sus inteligencias convirtiéndose en la creación que Victor soñó. Entre otras enseñanzas humanas la criatura aprenderá el valor del perdón como -en palabras del empático maestro- “auténtica medida de sabiduría"
Aprenderá y mucho con el anciano porque, como todo buen padre/maestro sabe, la educación de sus hijos/alumnos es un proceso que requiere atención, ejemplo y mucha paciencia
Del Toro nos muestra la historia del creado
liberado en la segunda parte de la película en la que es él y no el creador
quien relata sus vivencias. Habla uno primero y habla el otro después ante el más
que sorprendido capitán de una simbólica embarcación varada en el mar helado
donde un Victor moribundo ha sido acogido y defendido de ese “monstruo” que no
es tal
Perdonarse y perdonar
Su relato prosigue con el regreso del “hijo pródigo” al entorno del “padre” que le dio nacimiento, un retorno propiciado por ese sabio anciano que le ofreció desinteresadamente la verdadera luz. Regresa el sin nombre a esa torre destruida y rememora su doloroso pasado para acabar decidiendo ir a hablar con Victor
Lo hace precisamente el día de la boda de Elisabeth con el hermano de su creador. Regresa él ante los hombres que le vieron nacer sintiéndose ya hombre. Y al amado/odiado Victor le demanda que cree una criatura fémina para aliviar su profunda soledad inmortal, demanda que Victor rechaza con una violencia verbal que acabará despertando la furia de su criatura. Es simbólica la escena de ese dialogo verbal/físico violento junto a un gran espejo que los refleja a ambos como seres inversos ligados especialmente por su soledad existencial
Y asimismo la criatura va al encuentro de Elisabeth, descubriéndose ambos como enamorados por ese fondo sensible afín que ella valora en él, de hecho la joven conserva una hoja que el sin nombre le ofreció en ese sótano prisión. Ese vínculo amoroso que para sí hubiera querido Victor (y el hermano novio) ciega al creador cuando los descubre juntos, lo ciega de tal modo que en su absurdo querer matar al inmortal acaba errando su disparo impactando en la amada. Es potente la escena en la que se nos muestra como el sin nombre lleva en brazos a la moribunda entre invitados y pétalos blancos festivos
A partir de aquí el inmortal decide perseguir y hacer sufrir al mortal creador, por eso acaban ambos en el barco donde todo se narra. Y es gracias a la narración del sin nombre que el Victor moribundo se da cuenta por fin de la enorme dimensión de sus ciegas actuaciones y por primera vez es capaz de cogerle la mano a su “criatura” y pedirle sinceramente perdón llamándole hijo mío. En ese acto in extremis Victor se libera y libera a un hombre lleno de cicatrices de dolor propias (ese rechazo paterno) y ajenas (esas suturas en su piel de los múltiples pedazos de hombres muertos en la batalla)
Del Toro concluye su trascendente Frankenstein mostrándonos el gran corazón del hijo que acepta perdonar al padre besándolo en la frente: “descansa padre, tal vez ahora los dos podamos ser humanos” esas palabras suyas son las últimas palabras que oye el doctor Victor Frankenstein
Muerto el padre, el hijo inmortal se va de allí siendo honrado en respetuoso silencio por el capitán y en su primer acto de humanidad mayúscula levanta su nave desencallándola del simbólico hielo que la atenazaba. La tripulación se siente liberada por ese coloso y más allá de él por el cambio radical de actitud de su capitán, un hombre tan ciegamente obstinado como Victor que los estaba conduciendo a una misión suicida y que ahora por esa lección mayúscula del valor de vivir con empatía es capaz de reconocer su error ordenando regresar a casa
Las últimas imágenes muestran al inmortal observando la salida del sol en el horizonte marino y una cita de Lord Byron como bello “haiku” final de tan bella película:
“Y se romperá el corazón y, aún roto, seguirá
viviendo”




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