La llorona: Mujeres y madres ante el genocidio negado
La llorona de Jayro Bustamante: Mujeres y madres ante el genocidio negado
Decir la verdad ayuda a sanar las heridas del pasado (Citado en la película)
Considerado
como uno de los mejores -sino el mejor- realizadores guatemaltecos, Bustamante
se distingue por su firme compromiso con los derechos humanos. En sus películas
-que escribe, dirige y produce- retrata las a menudo ninguneadas comunidades
indígenas de su país y así mismo a los colectivos allí marginados con especial
atención a la comunidad LGTBI
Así, en
su ópera prima Ixcanul (2015) pone el foco en el bochornoso tráfico y
robo de niños perpetrado en Guatemala durante la década de los 90 del siglo
pasado. Y en su siguiente filme Temblores (2019) aborda la homofobia y
el machismo que tristemente impera en buena parte de la sociedad chapín
Con La
llorona (2019) completa su “trilogía del agravio” con una ficción basada en
la cruda realidad de la historia reciente de su amada tierra: el genocidio
indígena -alrededor de unas cien mil víctimas según estimaciones de la ONU-
ocurrido durante la guerra civil, una contienda fratricida de larga duración
(1960-1996) cuyas profundas heridas siguen esperando sanación
La película
gira entorno al tenso juicio al ficticio general Monteverde considerado responsable
de múltiples crímenes de lesa humanidad como evocación del real al que fue
sometido el dictador Ríos Montt en 2013. Un juicio por el que este fue
condenado a ochenta años de prisión como inductor del asesinato de miles indígenas
Mayan-Ixil -muchos de ellos niños- entre los años 1981 y 1983, pero el genocida
se libró de cumplir condena porque pocos días después del veredicto la Corte de
Constitucionalidad suspendió el proceso basándose en un tecnicismo
Cabe
destacar que Bustamante contó con el respaldo de la activista indígena y premio
Nobel de la Paz Rigoberta Menchú Tum quien fue parte activa en ese juicio
histórico y que aparece en la película como cameo tras el general enjuiciado
tal y como hiciera en aquellos días de 2013. Participa ella y también otras
mujeres madres maya que testificaron entonces entorno al horror vivenciado
durante la masacre
Menchú
es una gran defensora de los derechos humanos -y una de las pocas personas que
realmente tienden puentes de diálogo y reparación como afirma Bustamante en
admiración- en un país donde lamentablemente se compran voluntades mediante intimidaciones
y pagos lo que dificulta en gran manera el pleno ejercicio de la necesaria justicia
social tal y como quedó en evidencia en el caso contra Ríos Montt
Alma
femenina
La
activista y esas madres que testifican la verdad vivenciada a través de la
ficción se entienden como encarnación simbólica de la maltratada alma indígena
guatemalteca. Conmueven las sentidas palabras de una de esas ya ancianas maya que
Bustamante nos escenifica en medio de un profundo silencio que sólo quiebra su
traductor al español:
"La violencia llegó de
repente. Nosotros no habíamos hecho nada, sólo estábamos en nuestras casas. A
mí no me da vergüenza venir a contarles lo que viví, espero que a ustedes no les
dé vergüenza hacer justicia"
Esas valerosas mujeres indígenas y en general los personajes femeninos retratados en La llorona conforman las voces y las miradas que transmiten la profundidad de la herida que desgarra la tierra guatemalteca toda, no sólo la indígena
Todas ellas
son las verdaderas protagonistas del filme, especialmente las mujeres y madres
“del general”: su abnegada esposa, su empática única hija, la veterana fiel
indígena que está al mando del personal de la mansión familiar y en mayor
medida la joven Alma -su nombre no puede ser más explícito- quien es la nueva
sirvienta maya contratada tras la liberación del genocida
Precisamente
en esa mansión que es ostentosa isla en un país de gran brecha social es dónde
-además de la evocadora sala judicial- se desarrolla una historia que busca
resarcir el alma de un país de gran riqueza étnica. Tras esas paredes permanece
encerrada la familia por seguridad ante el acoso de los numerosos manifestantes
que en su exterior reclaman la justicia y la reparación que les ha sido
nuevamente negada gracias al poder en la sombra de los pocos que todo lo
manejan
A través
de esas miradas y diálogos femeninos -especialmente los que mantienen la
matriarca negacionista y su comprometida hija- se nos sumerge -nunca mejor
dicho puesto que el agua es más que simbólica protagonista- en los hechos
históricos denunciados y así mismo en la difícil realidad actual del país
Es de
agradecer la extrema delicadeza con la que se nos transmite el horror original
evitando la dura recreación; se nos muestran breves flash backs que actúan como
“haikus audiovisuales” del desgarro vivenciado por esas madres durante la
masacre
Pesadillas de agua
Sin
embargo, Bustamante opta por sacudir conciencias -las del negacionista
matrimonio Monteverde y las de nosotros los espectadores- mediante la potente
figura de Alma que habla profundamente en su mirada silente y así mismo a
través de las alucinaciones que sufren el general y su esposa
Todo
ello mostrado en una excelente fotografía tenebrista y con sonidos envolventes
que refuerzan el carácter sobrenatural de la película
Así, en
las simbólicas noches de su aislamiento forzado él escucha llantos de mujer y
ve agua por todas partes mientras que la matriarca tiene perturbadoras
pesadillas en las que se siente como madre indígena perseguida junto a un
caudaloso río
El agua
de ese río en el que murieron tantos inocentes es el agua imaginaria que inunda
al general en sus alucinaciones. Esa omnipresente agua onírica como imagen del
ahogo del alma indígena que clama ser reconocida y honrada
Y el
agua real de la piscina de la mansión del aislamiento -físico y más allá de lo
físico- puede interpretarse como imagen del anhelo negacionista por reducir y
contener esa alma maltratada. En esa agua clorada desnaturalizada se baña
vestida de blanco por las noches una Alma que encarna la autenticidad de ser y
estar indígena
Allí
mismo la joven instruye durante el día a la nieta del genocida -otra “mujer del
general”, la única que no es madre- en la resistencia al ahogo como forma
simbólica de concienciación entorno al drama ignorado, al drama que el poder en
la sombra que el patriarca encarna intenta -en vano- contener
Y de
hecho Alma es parte activa de la progresiva toma de conciencia de las mujeres
adultas del clan, especialmente de la dramática transformación final de la
matriarca a través del dolor vivenciado en sus pesadillas; un dolor que es el
de esas madres indígenas con las que sueña y es también el propio reprimido en
su apoyo al esposo machista que la ningunea y engaña. En este sentido es
simbólica la escena en la que la vemos poniéndose gotas oculares con el sonido de fondo -un
sonido que en todo momento “inunda” la mansión- de las proclamas de los
manifestantes por la justicia de aquellos que ella no quiere ni ver ni oír
En el agua real e imaginada
anida la información, esa agua ha sido testigo de las vidas sesgadas, de las
muertes negadas. Un agua que pese a los intentos de contención y reducción -la
imagen de la piscina- aflora desde las entrañas de la tierra guatemalteca y lo
hace en forma de rabia por la nula voluntad de reparación a tanto dolor
sufrido, a tantas lágrimas indígenas ahogadas
Como bien dice la magistrada al genocida negacionista durante su juicio, es
necesario decir la verdad para sanar las heridas, para parar esa afloración
rabiosa
Sin duda se necesita reconocer la verdad para sanar las heridas de las
etnias masacradas, pero entiendo que también es necesario ese reconocimiento para
sanar las heridas por ese pasado traumático -las masacres indígenas y la guerra
civil- de toda la población guatemalteca sea cual sea su condición y así poder
llegar a alcanzar algún día la verdadera paz
Blanco
Una paz que desde tiempo inmemorial ha sido asociada al color blanco como
suma de todas las ricas tonalidades, de todas las ricas diferencias. Y un color
el blanco que es también imagen de pureza y luz
Se entiende que precisamente por ese amplio simbolismo, Bustamante utilice
el blanco para reforzar su comprometido mensaje:
Como se ha comentado es blanco el sencillo vestido de Alma que tanto
destaca en su primera aparición frente a la mansión de los Monteverde y con el
que se baña en la piscina por las noches
También es blanco el camisón de la matriarca que luce en sus recurrentes
pesadillas rivereñas
Y son de un blanco rotundo las sillas de la luminosa sala de espera del
juzgado -esa luz natural en contraste con la luz artificial de la de la sala de
juicios- donde la mujer y la hija del genocida debaten por primera vez a
propósito de la masacre
No obstante, ese ansiado blanco de luz y paz desafortunadamente no puede
brillar aún en Guatemala, Bustamante lo deja claro en este excelente drama de
final impactante que quiere ser pedagogía para lograr un futuro -ojalá cercano-
sin mentiras ni resentimientos, un futuro blanco
A Isa y Roger, y a toda nuestra gran familia chapín
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