Perfect Days: El arte de vivir en armonía

 



Oh, la libertad es mía

Y sé cómo me siento

Es un nuevo amanecer

Es un nuevo día

Es una nueva vida para mí

Y me siento bien


Feeling Good

 


Wim Wenders nos ofrece lo mejor de sí en esta humilde grandísima película -actualmente en cartelera- que es un bello alegato al arte de vivir en armonía. El veterano realizador germano retrata en sencillez y con mirada poética el día a día de Hirayama (magistralmente interpretado por Koji Yakuso), un hombre amable que convierte cada pequeño acto cotidiano en un agradecido ofrecimiento a la vida

 

Él es una persona extremadamente sensible que trabaja como limpiador de baños públicos y que en sus ratos libres disfruta leyendo libros selectos, escuchando música de su juventud (qué excelente selección de temas) o contemplando -y a menudo fotografiando- los árboles de Tokio, su ciudad

 

Un Tokio ambivalente que Wenders retrata exquisitamente y que tiene como protagonistas destacados -más allá de los personajes de esta historia- a sus cursos de agua (ríos y canales), sus fascinantes parques de imponentes árboles y su espectacular torre de comunicaciones Tokio Skytree que cual majestuoso árbol domina la capital nipona y en sus noches se torna espléndida obra de arte lumínica

 

En esa torre de arte nocturno y en otros elementos arquitectónicos -como un original baño público acristalado que deja de ser traslúcido cuando alguien se encierra en él- está la admiración de Wenders por lo moderno. Y no obstante su película tiene un delicado aroma nostálgico que emana de la pasión de Hirayama por lo analógico y lo físico frente a la marea digital de nuestro tiempo:

 

Él lee libros en papel por las noches en su humildisima vivienda, escucha música mediante cassettes en su furgoneta y fotografía sus queridos árboles con una cámara de carrete para revelar

 

Debo advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers





Respeto y excelencia

Hirayama es pues un hombre que vive honrando el pasado y así mismo un hombre que encarna los valores tradicionales de la cultura nipona: la amabilidad, el respeto y la excelencia en el trabajo

 

Un modo de ser el suyo que no hay que confundir con la ingenuidad del que no se da cuenta de la a menudo dura realidad ni con la anulación personal o la labor compulsiva de quien por miedo o comodidad evita el conflicto

 

Así, él limpia en profundidad los lavabos públicos -por cierto, qué limpios están cuando están sucios en comparación con los de otras sociedades “avanzadas”- porque es su natural manera de ser, no entendería otra forma que no fuera la dedicación a la tarea que realiza sea esta cual sea

 

De hecho, le desagrada cómo trabaja su joven compañero quien prefiere los “servicios mínimos” y está sin estar en lo que hace (en el trabajo y en general en su vida) En este sentido, se nos muestra como Hirayama no evita el conflicto cuando se requiere posicionarse, si algo no le encaja se hace valer pese a que es hombre de muy pocas palabras

 

En efecto, él es un hombre silencioso que prefiere la gesticulación y que usa el lenguaje para lo esencial, lo que contrasta con su compañero quien habla y habla vacuamente. Ambos conforman una peculiar pareja de opuestos: dedicación versus pasotismo, silencio versus ruido, profundidad versus superficialidad, calma versus prisas, empatía versus egoísmo…

 

Y en ese marcado contraste de personalidades Wenders parece buscar resaltar la excelencia humana -no sólo en el trabajo- de su respetuoso y sensible protagonista




Luz y sombras

Porque Hirayama desborda humanidad con quienes se relaciona sean o no conocidos, es un sol -un hombre de luz- y todo un poeta visual

 

Lo vemos fotografiar los árboles buscando el juego de luces y sombras que se producen entre sus hojas. Wenders nos muestra con maestría esas imágenes captadas en blanco y negro y así mismo las que recrean los apacibles sueños de ese hombre tranquilo. Unas imágenes que son soberbios haikus visuales en los que la luz y sus inseparables sombras danzan en perfecta armonía en un silencio que eleva

 

Y se nos muestra como Hirayama busca las sombras de los árboles y también las humanas. Es bellísima la escena en la que lo vemos con un desconocido junto al río investigando y jugando con sus sombras proyectadas, un juego simbólico que nace del querer averiguar si estas se oscurecen cuando se juntan o superponen

 

Y es que pese a -o precisamente por- ser un hombre luminoso, Hirayama también carga con sus dolorosas sombras. Sabremos de ellas cuando reaparezca en su vida su amada sobrina y tras ese agradable reencuentro vuelva a ver a su hermana, una mujer acomodada cuyo mundo es radicalmente diferente al suyo

 

I’m feeling good

 

Como apunté al inicio, la música que escucha Hirayama es una de las múltiples delicias que nos ofrece esta joya audiovisual. Él la disfruta en su humilde furgoneta mediante un viejo reproductor de cintas de cassette, algo que fascina a su sobrina y a la chica de su compañero de trabajo; dos jóvenes de la era digital que no saben cómo introducir esas reliquias en el aparato del salpicadero

 

Wenders nos deleita -a través de su personaje- con temas de Van Morrison, Otis Redding, The Animals, The Rolling Stones, The Velvet Underground…

 

De entre ellos destacar el espléndido Perfect Day de Lou Reed que da título a la película, el desgarrador Redondo Beach de Patti Smith que tanto gusta a la inconformista chica del compañero charlatán y especialmente el mítico I’m feeling Good compuesto por Anthony Newlley y Leslie Bricusse, un tema que han interpretado grandes artistas musicales y que escuchamos en voz de la legendaria Nina Simone

 

Un tema cuya letra -cuyo estribillo se cita en el encabezado- encaja perfectamente con el modo de ser y estar de Hirayama a quien vemos escuchándolo en ambivalente emoción (que gran trabajo el de Koji Yakuso) en la excelsa escena final de la película

 

En conclusión, recomiendo degustar esta joya cinematográfica cuyo protagonista es un personaje de los que dejan huella, de esos que se recuerdan como mitos cinematográficos. Personalmente recordaré los despertares siempre sonrientes de Hirayama -pese a tanto vivenciado-, su mirada buscando la belleza de la naturaleza sea cielo o sea árbol, su pasión por cultivarse y cultivar el silencio… y en ese recordar buscaré mantener vivo en mí su ejemplo de persona que encarna el arte de vivir en armonía








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