El castigo: Las sombras de la maternidad

 


Siempre se dice que las mamás tienen un sexto sentido, creo que los hijos también lo tienen, que perciben las cosas más allá de las palabras (Ana a Mateo sobre Lucas)

 

A partir de un fascinante libreto de la guionista Coral Cruz, el realizador chileno Matías Bize nos ofrece una joya cinematográfica de suspense entorno a las sombras de la maternidad mediante el retrato profundo de una pareja que muestra grandes diferencias en cuanto al sentimiento hacia su único hijo

 

El castigo (2022) obtuvo una muy buena acogida tanto por parte del público como de la crítica especializada y fue galardonada -entre otros premios- como Mejor película y Mejor dirección en la 26 edición del Festival de Málaga

 

Antes de proseguir con la lectura, debo advertir que este análisis contiene inevitablemente spoilers (incluido el final)

 

Dos minutos y dos sentires

 

La acción transcurre en tiempo real y en un único escenario. Ana (Antonia Zegers en una gran interpretación) y Mateo (Néstor Cantillana) han estacionado su coche en una carretera poco transitada que atraviesa un frondoso bosque (el simbólico inquietante bosque de los miedos ocultos), ellos están buscando a su hijo Lucas de siete años al que abandonaron allí como castigo por su mal comportamiento. Sólo han pasado dos minutos desde que lo dejaron, pero el pequeño no aparece ni responde a sus llamadas

 

Mientras que Mateo está muy preocupado y busca perdonar a Lucas por lo ocurrido, Ana parece estar tranquila y permanece firme en la decisión adoptada. Pronto se evidenciará que la idea del castigo surgió más de ella que de él y que el peligroso mal comportamiento de Lucas fue antes que nada un acto de rebeldía contra su madre

 

Con el paso de los minutos y ya con una patrulla de policía ayudándolos (la policía que pese a cooperar no deja de ser la imagen simbólica de la sociedad que persigue y enjuicia al que no cumple con lo establecido), Ana se romperá del todo dejando atrás esa firmeza para desnudarse anímicamente ante un desconcertado Mateo que escucha la incómoda verdad que ella nunca antes expresó

 

Una dura verdad que ahora aflora sin la autocensura de quien se dejó vencer/convencer adoptando el asfixiante rol de “buena esposa y buena madre” al que su entorno le condujo de forma más o menos sutil como les ocurre a tantas mujeres aun hoy en día y pese a los avances en igualdad de género

 



Vacía versus rebelde

 

Porque Ana no quería ser madre, lo fue para satisfacer a Mateo. Y acabó renunciando a su trabajo y a su independencia personal para dedicarse de pleno al oficio de atender a su hijo; una decisión contra su natura con la que pretendía compensar sus carencias afectivas por Lucas

 

Ana lo explica llorosa y sin atisbo de rencor hacia Mateo (muy bello ese desnudo en amor de mujer) con palabras de rotunda autenticidad. Ella ha hablado con otras madres que también se confiesan a menudo colapsadas y todas le expresan que a pesar de todo les compensa ser madres porque se sienten plenas. Pero no es así para Ana quien afirma: “A mí Lucas me hace sentir vacía, sólo me recuerda mi renuncia”

 

Y consciente de que su sentir afecta a su hijo añade: “Yo creo que Lucas lo siente, siente que yo no lo deseaba. Siempre se dice que las mamás tienen un sexto sentido, creo que los hijos también lo tienen, que perciben las cosas más allá de las palabras" y reconoce ante Mateo que ella tiene mucho que ver con el mal comportamiento y la rebeldía de Lucas

 

Con esa confesión, la madre expulsa sus demonios que en el fondo son los de la pareja y más allá de ese microcosmos familiar retratado se entiende que son los de una sociedad -la nuestra- en profunda transformación que necesita liberarse de las persistentes cargas de la histórica cosmovisión patriarcal

 

Y es que Mateo acaba dándose cuenta del conflicto que vivencia Ana, acaba reconociendo que él no estaría compartiendo su vida con ella si esta se hubiera negado a ser madre

 

Así que el castigo al que alude la película y que pareciera exclusivo del hijo rebelde es también y originalmente el que ha cargado y carga Ana desde su embarazo indeseado. Ana, una mujer que quiere a su hijo pero que odia ser madre, una confesión que podría parecer monstruosa pero que es valiente expresión de las ambivalencias y las contradicciones humanas que encarnamos todos

 

Tras esa catarsis parental, aparece Lucas de la mano de un policía y en ese regreso Bize nos muestra a modo de haiku audiovisual la realidad presente de la familia: Mateo corre a su encuentro para abrazarlo entre lágrimas mientras que Ana permanece inmóvil y los observa en la distancia, en medio de ese abrazo masculino destaca la mirada del niño a su madre que lo dice todo y en confrontación, la mirada de una Ana que ha aligerado cargas

 

Espera en negro

 

Una mirada penetrante que se funde en el negro final del filme, el simbólico negro del conflicto que gracias al duro castigo en el bosque ha quedado en evidencia. Las máscaras adultas han caído y la verdad ya no se puede obviar

 

Por el contrario, entiendo que será necesario arremangarse en la tarea nada fácil de encontrar una solución consensuada a dos -probablemente con ayuda profesional- para que el conflicto poco a poco deje ser un castigo para los tres, para que del negro resurjan los colores

 

En todo caso, El castigo nos invita a reflexionar entorno a lo que significa -especialmente en lo referente a lo que condiciona- el ser padres en un mundo tan competitivo y exigente como el nuestro. Ser padres en general y ser madres en particular a sabiendas de que los hijos suelen estar más unidos a ellas en ese vívido recuerdo de gestación en común


 



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