La casa: Un lugar quieto para reencontrase
Un lugar significativo del mundo, una parcela de la
Tierra en la que un ser humano hecha sus raíces y que también forma parte de su
identidad
Jesús
Carrasco a propósito de la casa de los padres
El
pasado viernes 3 de mayo tuvo lugar en los míticos cines Verdi del barcelonés
barrio de Gràcia el preestreno de La Casa (2024). Tras la proyección de
la película se abrió un interesante coloquio con su director Álex Montoya y el
historietista Paco Roca autor del cómic de título homónimo (publicado en el
2015) en el que se basa el filme
La
verdad es que se agradecen estas sesiones cinematográficas con la presencia de sus
creadores, se agradece el poder tenerlos allí en persona y asimismo el poder conocer
de primera mano detalles significativos de las historias que retratan
Por lo
que se refiere al compartir con Álex y Paco la única objeción fue el escaso
tiempo destinado al coloquio por necesidades de sala. Pero pese a que salí con
la sensación de que quedaban aspectos por comentar, lo hablado fue sumamente
enriquecedor
Especialmente enriquecedoras fueron las vivencias personales del creador de la historia ya que su libro habla de él mismo y de su familia tras la muerte de su padre viudo en el escenario de la casa de su infancia
Me gustó la naturalidad y la
franqueza de Paco, y asimismo la humanidad de sus palabras. Una humanidad que
se refleja en toda su extensa obra, en la memoria del corazón su impresionante Arrugas
(2008) que fue llevado al cine por Ignacio Ferreras en el 2011 y del que hablé
en este mismo blog
Raíces e identidad
Se da la
circunstancia “casual” de que en la pasada Diada de Sant Jordi me obsequiaron la
última novela de Jesús Carrasco. En Elogio de las manos (2024) el
sensible autor extremeño también nos habla de sus propias experiencias en torno
a una casa familiar. En su caso la casa en cuestión no es de su infancia, pero
sí de la de sus hijas y en mimetismo le evoca las vivencias de su propia niñez
En la
cita del encabezado están condensadas sus sensaciones y entiendo que es también
un “haiku” del sentir que emana la película de Paco y Álex. Un sentir de
arraigo e identidad en el que fácilmente podemos identificarnos aquellos
privilegiados espectadores que hemos vivenciado infancias descalzas en espacios
de interior y exterior tranquilos
Y cuando
esos espacios perduran físicamente, el adulto que somos puede abrazar con mayor
facilidad al niño sin edad que anida en nosotros. En la película, el alter ego
de Paco llamado José (David Verdaguer, siempre brillante en sus
caracterizaciones) vuelve a la casa de sus días festivos infantiles con su pareja
Silvia (Olivia Molina); ha quedado allí con sus hermanos Vicente (Óscar de la
Fuente) y Carla (Lorena López) para poner a punto la casa heredada para su
venta. Aunque según nos confesó el historietista en el coloquio en realidad ellos
son tres hermanos varones, quizás esa hermana ficticia aparece como deseo
incumplido
En ese
volver se nos muestran en armónica belleza imágenes alternadas del presente
adulto de los hermanos con su pasado niño. Los recuerdos de infancia de los
tres afloran por momentos en la contemplación de una ventana con vistas al
horizonte marino o de un naranjo….
Unas
evocaciones en las que ellos se reconocen niños y de alguna manera los llevan a
valorar las raíces familiares comunes que los unen. Una unión que en la
actualidad atraviesa una profunda crisis especialmente por la distinta
implicación de cada uno en el largo proceso de decadencia paterna
Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers
El abrazo
Y es que José atareado en su crear historias poco participó en el acompañamiento al padre enfermo. Se lo hecha en cara su hermano mayor quien despechado asegura no haber leído su exitoso primer libro
Es la
hermana que en mayor empatía busca tender puentes entre ambos, es bella la
escena en la que les propone un abrazo a tres: allí están los chicos alejados a
ambos lados de su hermana quien en simbólica posición central cual eje
vertebrador los invita a permanecer juntos unos segundos y en ese permanecer sus
brazos se entremezclan con fuerza. Bellísima imagen
Ese
abrazo a tres abre la puerta al proceso de acercamiento entre los dos al que
ayudan también las mujeres de ambos. Y en el acercamiento José acabará llorando
el recuerdo de uno de los pocos días en el que él acompañó a su padre enfermo,
acabará llorando su dura actitud ante un hombre que necesitaba su comprensión
En el
coloquio Paco nos confesó su sentimiento ambivalente por la casa y por el padre
asegurando que llegó a odiar esa vivienda donde tanto disfrutó por los trabajos
“forzados” de toda la familia para construirla. Y es que esa segunda
residencia, esa casa de campo de una familia humilde se levantó por la
convicción paterna y gracias al esfuerzo manual de padres e hijos
La pérgola toscana
Quizás
por eso no atendió (ni sus hermanos atendieron) el antiguo deseo de su padre quien
quería construir una pérgola para proteger la mesa exterior en la que comían
todos juntos. El hombre, aunque sano entonces, ya no podía acometer esa obra solo
Es José
quien ve en su taller una imagen de una pérgola cuyo evocador nombre comercial
es Toscana. Y en ese proceso de reencuentro con sus raíces decide comprar una
que instalarán y estrenarán entiendo como homenaje a un hombre que ante -y pese
a- todo quería a sus hijos
En este
sentido, resultó clarificadora la explicación que nos dio Paco entorno a la
higuera sin frutos que preside el jardín. En realidad no había higuera en la
casa, era él quien tenía una en su casa en maceta y el padre cada vez que lo visitaba le
comentaba que “nunca te dará fruto”, ahora se arrepiente de no habérsela
regalado para que la plantara en la casa familiar y diera simbólicos frutos
Y en ese
proceso de reencuentro José-Paco tomó la decisión de quedarse con la casa: “comprendí
a mi padre, se lo iba a dar a mis hijos” según nos confiesa. Una decisión
reparadora en la que tal y como se nos muestra pesó también las ganas de
permanencia de su sobrina quien comparte su habilidad literaria. Bella
reparación personal y familiar
Quietud contemplativa
Quizás
pueda pensarse que ese retrato familiar es similar al de muchas otras películas,
de hecho -tal y como nos explicó Paco- los hermanos y familiares que aparecen
en ella creyeron que su historia no sería interesante. Pero se equivocaron a
juzgar por el éxito del libro y la excelencia de la película, Paco lo expone -y
Álex lo escenifica cinematográficamente- en una poética esencial cargada de
sentimiento que cala bien hondo consiguiendo armonizar las palabras, los
silencios y la naturaleza del lugar
Porque el
ambiente es parte de la historia y tranquiliza las tensiones humanas de sus
personajes. La quietud contemplativa que destila La casa emana de las
imágenes calmas con las que se nos muestran los detalles de ese microcosmos en
el que la familia se reencuentra: una granada, una puesta de sol, los escalones
de acceso a la casa, los nombres de los hijos en el cemento, el luminoso regar
de José…
Y es que
el historietista se confiesa heredero de la estética japonesa del mítico Yasujiro
Ozu y de las animaciones del maestro Hayao Miyazaki del que nos destacó su
genial Mi vecino Totoro (1988). Un digno heredero según mi entender y
una dignísima película que añadir a su rico legado
Al escribir este ensayo me han acompañado las
evocaciones de los distintos espacios familiares en los que hemos jugado
descalzados en los distintos tiempos de mi memoria, desde el jardín que cuidaba
con mimo mi avi Josep al de la pirenaica casa Arrel pasando por la finca de la
montaña del gorila que conocí ya en sus últimos días. Vergeles que perduran y
perdurarán en la memoria familiar
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