Retrato de una mujer en llamas: La grandeza de la naturaleza femenina

 


Céline Sciamma nos ofrece una obra maestra de gran sensibilidad que estremece en su Belleza. Ambientada en la Francia del siglo XVIII relata el encuentro de dos mujeres con motivo de pintar un retrato, Marianne la pintora y Héloise la retratada interpretadas brillantemente por Adèle Haenel y Noémie Merlant respectivamente. Una historia pasional con paralelismos con el mito de Orfeo y Eurídice

 

La transmutación de los desiertos es una energía femenina atemporal

Héctor Ethos

 

Preliminar

Para aquellos lectores que no hayan visto este filme y quieran hacerlo: quizás sea mejor leer este artículo tras su visionado dado que en él se explican detalles esenciales de su argumento (incluido el final)

Naturaleza femenina

 

Sciamma nos ofrece una película que es poesía. Poesía son sus imágenes que asemejan pinturas realistas donde los colores cobran inusitada vida. Especialmente las escenas diurnas por la deslumbrante luz natural que emplea, un excelente trabajo de Claire Mathon quien está a cargo de la fotografía. Y es también poesía su banda sonora: las maravillosas piezas musicales, sus diálogos desde el alma femenina e incluso los abundantes silencios. Todo en Retrato de una mujer en llamas es puro y profundo goce

 

La de Sciamma es la mirada de una mujer con gran sensibilidad que conecta, que se entrega, que se funde en la Naturaleza que observa/dirige con suma delicadeza aún en sus momentos de desbocada fuerza: La Naturaleza paisajística marina y sobre todo la Naturaleza de las mujeres que protagonizan esta historia. El resultado es una obra maestra en feminidad sublime




Mentira y verdad

 

Marianne es una pintora que recibe el encargo de retratar a Héloise, su madre viuda es quien la contrata para con él mostrarla/ofrecerla a un hombre que a ella le interesa. O la tradición del matrimonio de conveniencia en la que la opinión de la novia no importa, tradición patriarcal a la que lamentablemente muchas mujeres colaboraron en esos tiempos de represión generalizada (colaboración femenina que dicho sea de paso y pese a los avances en igualdad de género aún se da hoy en día en demasiadas culturas)

 

Héloise rechaza ese retrato de mujer a la venta; de hecho, ya otros pintores han fracasado en el intento por su nula colaboración

 

Y es que la madre la sacó del convento donde vivía tras la muerte de su hermana quien se suicidó lanzándose desde un acantilado, no pudo ser una y ha de ser la otra la que se case con ese hombre acomodado para así favorecer el egoísta deseo materno

 

En una de las mejores escenas del filme se nos muestra como la pintora va a ver a Héloise por primera vez. Marianne la observa y la sigue saliendo de la casa, Héloise viste una prenda de abrigo con capucha que hace que nada vea/veamos estando a sus espaladas; hasta que en su caminar resuelto cede la capucha quedando a la vista su cuello y su cabellera. Un caminar que se torna carrera hasta el acantilado –el acantilado en el que se suicidó su hermana- donde se gira y aprecia/apreciamos la Belleza de su rostro lleno de vida con el arrebatador fondo de mar y cielo en una imagen que impacta



Marianne conseguirá pintar el retrato por dos veces. Primero desde la mentira cómplice con la madre quien la presenta como dama de compañía y con ese estar a su lado la va observando para lograrlo. Pero en su compartir momentos va surgiendo la amistad y Marianne acaba confesándole la verdad a Héloise quien le comenta desengañada: “eso explica tus miradas”. La pintora le muestra el cuadro, “¿así soy yo?” le pregunta la retratada y ante sus justificaciones retóricas Héloise la pone en evidencia: “¿Quieres decir que –en el retrato- no hay vida ni presencia?, algunos sentimientos son profundos” y le transmite la tristeza que le produce que la pintura no sea cercana a la autenticidad entre ellas dos

 

Marianne siente la mentira que hay en la obra –y en ella misma- y borra la cara, en ese borrar se entiende que deja de estar por conveniencia material con quien trama/manipula (la madre, el patriarcado) para situarse/entregarse desde el corazón junto a quien está presa y sufre (la mujer, el alma femenina)

 

Ese cambio en la pintora, esa asunción de la Verdad hace que surja la oportunidad real de pintar a Héloise quien se ofrece -ahora sí- a posar para ella. Una Verdad que ha nacido del conocimiento, de la amistad auténtica, del Amor entre esas dos mujeres

 

Un Amor que va a crecer día a día con la intimidad del retrato consentido y que bien pronto se tornará en Amor pasional transgresor

Poco a poco Marianne descubre a Héloise, descubre que a ella le encanta la música pero que sólo ha oído el órgano de la iglesia. Así cuando su amiga le pide que le explique otras músicas y ante la dificultad de explicarlo le interpreta al piano una pieza de Vivaldi –un fragmento del verano de Las cuatro estaciones- describiéndola: “Es sobre la llegada de una tempestad”, le dice y en ese decir la imagen simbólica de la potente fuerza que crece en ellas. Las dos se van conociendo y amando, las dos hablan de sus sentimientos, las dos entienden sus gestos… y en ese conocerse va surgiendo el fuego de la pasión amorosa sexual

 

En este sentido es potente la escena en la noche en que acompañan a Sophie, la sirvienta amiga a la que ayudan a abortar. Allí rodeadas de mujeres las vemos cantando en torno a una hoguera, allí con el fuego entre ellas dos observamos sus profundas miradas cómplices y a Héloise acercándose a la hoguera lo que provoca que prenda simbólicamente su vestido. Ni una ni otra se inmutan, el fuego ya arde en ambas



Girarse, el mito

 

Una noche leen el mito de Orfeo de nuevo acompañadas por Sophie: Orfeo quien fue al inframundo a rescatar a su mujer Eurídice consiguiendo que el gobernador del Hades accediera a liberarla, aunque este le impuso como condición que él no se girara a comprobar si la rescatada le seguía en su salida, de hacerlo Eurídice moriría definitivamente. Pero Orfeo se giró justo al traspasar el umbral y vio fugazmente desaparecer a su amada en su segunda muerte

 

Un mito este que las impresiona a las tres y que define a la pareja en su Amor casi imposible dada la realidad social de la época. En esa fuerte impresión ellas comentan el texto, para Héloise Orfeo estaba loco de Amor, por eso no pudo más. Sophie se indigna ante lo que considera una gran injusticia y Marianne opina que él podría haber resistido “a lo mejor eligió la memoria de ella, por eso se giró. Añadiendo que no toma la decisión del amante sino la del poeta a lo que su amada sugiere que “quizás fue ella la que le pidió que se girara” O el paralelismo en ese diálogo a dos entre el mito y su realidad “mitológica”: Héloise vista como la Eurídice que es condenada a muerte, es decir a “vivir” una vida no deseada lejos de su personal Orfeo que encarna su amada poeta/pintora Marianne

 

En este sentido es significativa y potente la conversación entre las dos mujeres al finalizar el cuadro. Héloise ahora sí se siente plenamente satisfecha y le dice a Marianne que cree que destruyó el primero por sí misma, no por ella. Y la sentida respuesta de la pintora: “me gustaría destruir este porque por medio de él te entrego a otro”, Héloise quiere saber si le pide que renuncie a ese compromiso indeseado y Marianne –entiendo que en actitud un tanto cobarde, no era fácil en la época asumir la homosexualidad- acaba diciendo que no

 

Y tras ese doloroso no, la bellísima escena -una de las mejores de la película- de Héloise decepcionada en la playa con luz cegadora, el mar bravo y su vestido de rotundo verde como espléndido contraste; Marianne llega y la ve mirando al mar, la abraza por la espalda y en autenticidad le pide perdón

 

Es tiempo ya de despedida. Ellas se quedan con un pequeño retrato de la amada, Marianne en su medallón y Héloise en su libro; los retratos del recuerdo de su gran Amor. Y la despedida formal con la madre probándole el repudiado vestido nupcial a Héloise. Marianne que baja corriendo las escaleras y Héloise en lo alto que antes de que salga por la puerta la llama con un “gírate” y al hacerlo la pintora la ve fugazmente en su vestido blanco, visión fugaz que Sciamma muestra simbólicamente en un fundido a negro a la par que el sonido de la puerta que se cierra, sublime

 

Se ha consumado el mito, prevaleció la decisión de la poeta/pintora y no la total entrega de la amante retratada



Al final Marianne nos explica que volvió a ver a su amada dos veces. La primera en una exposición colectiva en la que presenta un cuadro sobre el mito; allí ve ella otro retrato de Héloise, este con una niña - ya es madre- y en su mano el libro en el que Marianne le dibujó su autorretrato de Amor. Y la segunda vez la ve sola -ella no se da cuenta y Marianne nada hace por hacerse ver- en el teatro donde interpretan el concierto de verano de Vivaldi que le tocó en Amor durante esos inolvidables días de comunión

La película concluye con un primer plano de Héloise sintiendo esa evocadora melodía, un retrato que es puro sentimiento: la vemos totalmente entregada a esa música, ella está emocionada simultaneando llanto y sonrisas… ella late con la pasión de las llamas de fuego femenino

 

Y es que la pasión de Eurídice no ha muerto -ni morirá, nos parece apuntar Sciamma- “a pesar de” todo lo ocurrido, pero en cambio tristemente su Orfeo sigue siendo más poeta/pintora que amante (nada hace por hacerse ver por su amada, sigue optando por el sólo observarla) y en esa no implicación entiendo que está su mayor muerte en “vida”

 

 

Este artículo es la revisión del publicado en el diario Cine y Literatura tras el estreno de esta obra maestra cinematográfica






 

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