Chocolat: Mejor vivir con pasión

 


El cacao no necesita Sol, porque lo lleva dentro

Del Sol de adentro nacen el placer y la euforia


Eduardo Galeano

 


El Amor es la fuente de la unidad

El Amor es la fuente de la pasión

El Amor es la fuente del compartir

El Amor es la fuente de la Vida


Susan Polis Schutz


 

Lasse Hallström nos ofrece una bella fábula que es un canto al valor de vivir la vida con pasión amorosa. Chocolat (2000) cuenta la historia de Vianne (Juliette Binoche, en una gran interpretación) mujer de espíritu libre que acompañada de su hija llega a una aldea de gente acobardada gobernada por un hombre que concibe la vida como estricto deber y férreo control de las pasiones humanas (Alfred Molina)

 

Preliminar

 

Para aquellos lectores que no hayan visto este filme y quieran hacerlo: quizás sea mejor leer este artículo tras su visionado dado que en él se explican detalles esenciales de su argumento (incluido el final)



Tradiciones enfrentadas

Una fábula que como es costumbre se inicia con el “Había una vez…” en la voz de Anouk (Victoire Thivisol)  la niña coprotagonista de este relato. Ella junto a su madre Vianne llegan a una aldea gobernada por el Conde, un hombre que es su alcalde y encarna un linaje de poder cuya imagen es la gran estatua de un antepasado en el simbólico centro de la plaza mayor

 

Una plaza que alberga la iglesia a la que casi todos los aldeanos acuden (muchos por temor), allí se exponen criterios que son los del propio Conde quien revisa los sermones del joven padre Henri (Hugh O’Conor) convirtiéndolo en títere de su radicalidad católica, de su concepción de la “vida” como estricto deber y férreo control de las pasiones humanas

 

Una aldea gris como gris es la “vida” de sus reprimidos moradores, en ese gris resalta el rojo de las capas de madre e hija llegando a la villa mecidas por el viento, viento de flexibilidad y cambio que simbólicamente Hallström nos muestra abriendo las puertas de la iglesia en plena misa; se abren precisamente cuando el cura pregunta “¿Dónde encontraremos la verdad?”, las puertas abiertas que invitan a buscar la respuesta fuera del rigor de ese discurso, unas puertas abiertas que el omnipresente Conde se apresura a cerrar con el esfuerzo del devoto penitente que él encarna

 

A pesar de esa cerrazón general o quizás por esa cerrazón general, Vianne decide abrir allí una chocolatería cuyo simbólico nombre es Maya. Ella encarna una tradición matriarcal que es la antítesis de la del Conde, su madre era indígena americana y conocía los secretos curativos del cacao. Vianne ha heredado ese sexto sentido y a la vez el carácter desprendido y nómada de su pueblo o la sabiduría del nativo que se siente/conoce parte de la Naturaleza salvaje y que en ese entender la respeta -y no la teme- en su libertad que es también la suya

 

Todo lo contrario de la tradición del Conde que es la de la cultura del control/sometimiento de la Naturaleza -externa e interna- y que tiene por bandera la posesión de tierras, frutos, gentes, conocimientos… El alcalde es un hombre disciplinado que pretende ser ejemplo para su gente, pero que no parece serlo para su esposa quien desde hace tiempo “se fue de viaje”, un viaje sin regreso el de esa mujer desengañada por tanto rigor

 

No será fácil para Vianne tirar adelante su chocolatería, el Conde se encargará de socavar su reputación entre los aldeanos criticando que no asista a misa y especialmente que sea madre soltera, la tilda despectivamente de “fresca” –palabra ambivalente esta, fresca es la gran virtud de vida que ella encarna frente al estancado/podrido modo de ser de su crítico que desvirtúa/pervierte tan sublime vocablo-. Para el Conde, la chocolatera es el “enemigo” y no a la inversa: la chocolatera espera el despertar del Conde

 

A pesar de esa oposición, Vianne va consiguiendo clientes gracias a sus dotes naturales para empatizar con la gente a quienes invita a degustar sus delicias en un ambiente lúdico y distendido. Poco a poco las aldeanas y aldeanos antes suspicaces acuden a ella quien les aconseja la delicia de chocolate apropiada para cada uno como remedio a sus problemas. Problemas a menudo de carácter sexual; sabido es que en ambientes de rigidez la sexualidad es la gran reprimida

 

Un chocolate específico para la persona distinta que somos o la exaltación de la diferencia como valor/riqueza en la infinita variedad de la Naturaleza que somos y a la que estamos unidos



Rojo deleite

Vianne encarna la pasión vital, se evidencia especialmente en el uso del color rojo, en contraste a los tonos neutros de la mayoría de los aldeanos. Rojo es su delantal, la capa, muchas de sus prendas, la cinta en el pelo, los labios pintados, el rótulo de la tienda… rojo fuego, rojo pasión y también rojo sangre

 

El rojo de la sangre y de la vestimenta de Cristo en su pasión de muerte liberadora tan malinterpretada por tantas iglesias y comunidades “cristianas”; ese es el caso de esa aldea cuyos habitantes siguen cargando la cruz del “pecado” autoimpuesto

 

Así, muchos de sus habitantes se sienten culpables por acudir a la chocolatería y van a confesarse por haber sucumbido al placer de esas delicias, lo explica con claridad uno de ellos al joven padre “se derrite lentamente en la lengua, torturándome de placer”


El placer como tortura o la aberración de esa radicalidad que los ancla en la negación del deleite, de la pasión vital que inevitablemente late en ellos y busca expresarse





Nómadas


Por otra parte, la pequeña Anouk -aunque está muy unida a su madre roja- recela de su falta de raíces, ese siempre ir de lugar en lugar sin poder conservar a los amigos; es por ese motivo que tiene un amigo “imaginario” -el canguro Pantufla- quien siempre le acompaña

 

Y a ella le gusta que su madre le cuente la historia de la abuela, una historia ambivalente:

 

Es raíz familiar (el hogar matriarcal) y a la vez es herencia nómada que impregna el modo de ser de Vianne. La abuela indígena dejó al abuelo indiano y se marchó con su hija a recorrer mundo, lo mismo que hace ahora Vianne con Anouk quien una noche mientras oye nuevamente esa historia le pregunta a su madre si nunca se detendrán, Vianne no responde y sonriendo mira la vasija de cerámica donde guarda las cenizas de la abuela: ella se siente nómada

 

Como nómadas son una caravana de embarcaciones “piratas” (según el modo de sentir de Anouk) lideradas por el magnético Roux (Johnny Depp). Los recién llegados causan un gran revuelo entre los aldeanos, y en su modo libre/libertino de vivir exacerban al Conde quien proclama que “contaminan” el “espíritu” de sus gentes y la “inocencia” de los niños. Y en consecuencia alecciona a su gente a no atenderles; “No sirvo a animales” (el animal como desprecio en vez de como reconocimiento en uno mismo) le espetan a Roux cuando acude al bar. Pero Vianne sí le atiende en su salón y empieza a sentirse atraída por ese hombre de espíritu libre al que “extrañamente” no acaba de encontrar su chocolate favorito…

 

La presión del Conde sobre Vianne aumenta con esa complicidad entre personas libres y los sermones de la iglesia son cada vez más explícitos señalando a la chocolatera como Satanás disfrazado. Y la que sufre más este recrudecimiento es Anouk, la vemos entrar en la tienda a esconderse de los chicos que la acosan; “no es fácil ser diferente” afirma Vianne, gran verdad la de la dificultad de mostrar la diferencia que encarnamos ante tantas sociedades a lo largo de los tiempos fundamentadas en la represora uniformización

 

Como réplica a tanto despropósito la casera de la chocolatería propone a Vianne celebrar una fiesta por su cumpleaños. Las vemos en el jardín de su casa cenando con los aldeanos amigos y Roux. Se sirven comidas regadas con chocolate, se nos muestran los rostros de placer de los comensales, sus miradas de aprobación a las cocineras, su satisfacción en esa experiencia liberadora que comparten. La anciana muere esa misma noche (sufría de diabetes), así esa mujer rebelde ha decidido poner fin a sus días desafiando toda limitación con una orgía de chocolate

 


Reconociéndose

Vianne afectada por su muerte, por el rebrote ciudadano contra ella y por el incendio intencionado del campamento “pirata” decide marchar creyendo que ese lugar no tiene solución. Anouk no está de acuerdo, la niña se niega a huir y en su forcejeo con Vianne la cerámica con las cenizas de la abuela se rompe, todo un mensaje para “navegantas”. Y en la cocina varios amigos elaboran chocolate para una sorprendida Vianne que entiende el mensaje, se quedan

 

Por su parte el Conde está también “tocado”, se plantea aceptar que su mujer no va a regresar jamás y se avergüenza de que un hombre al que él protegía fuese el responsable del incendio del campamento nómada

 

Lo vemos arrodillado ante el altar de su vivienda frente al Cristo crucificado afirmando que “Todos mis esfuerzos han sido en vano. He sufrido de buena voluntad. Me siento muy perdido. Dime lo que debo hacer” Tras lo que entra furtivamente en la tienda de su antitética, penetrando en el aparador en el que destaca una figura de chocolate que es una mujer desnuda, en su rabia la destroza primero cortándole simbólicamente la cabeza, y en el destrozar prueba un pequeño pedazo, tanto le gusta que sucumbe a la tentación sin parar de comer todo el chocolate en exposición, ríe satisfecho y acaba llorando tanto dolor reprimido en sí mismo

 

A la mañana siguiente, el joven cura es el primero que ve al Conde durmiendo en el aparador tras su atracón de chocolate. Sin embargo, lo despierta dulcemente Vianne, él le pide perdón y ella sin rencor (eso es verdadero amor cristiano) afirma que nadie lo sabrá. Y le apremia a incorporarse al ser domingo de Pascua, él confiesa no haber acabado el sermón pero el sacerdote –que ha observado y comprendido todo lo sucedido- lo tranquiliza con un “algo se me ocurrirá”

 

Es el primer sermón del padre Henri como cura libre, un lúcido discurso en el que afirma que en el día de la transformación de Cristo no quiere hablar de su divinidad sino de su humanidad, de su bondad, de su tolerancia. Así se explica:

 

“Creo que no podemos medir nuestra bondad por lo que no hacemos, por lo que nos negamos, lo que resistimos y a quien excluimos. Creo que debemos medir nuestra bondad por lo que aceptamos, lo que creamos y a quien incluimos”  Y se nos muestra la imagen del Conde abatido mientras la voz en off de Anouk resalta que aquel día los parroquianos sintieron una ligereza de espíritu

 

Y tras la misa, la fiesta del chocolate en la plaza organizada por Vianne, la fiesta de la unión de dos tradiciones que nunca debieron separarse, la fiesta de la paz después de tanta absurda guerra interior y exterior. La voz relata que “Hasta el Conde sintió una extraña liberación” Y la mirada cómplice entre ese hombre liberado y su liberadora antes “enemiga” Vianne, la complicidad del “rígido” y la “huidiza” que lo renueva todo

 

Y la voz de la niña sigue “Pero el astuto viento del Norte aún no estaba satisfecho. Le hablaba a Vianne de pueblos por visitar. Amigos necesitados, aún por conocer” palabras que acompañan la imagen de como ella escancia las cenizas maternas desde su ventana, dejando en ese acto la herencia nómada para asumir el crear un hogar, su hija la observa satisfecha

 

Roux también se añade a ese hogar. Ahora están los tres tomando chocolate caliente, el hombre comenta satisfecho “creí que nunca lo adivinarías”, por fin Vianne ha dado en el clavo sobre su preferencia

 

Y Anouk viendo cumplido su deseo mira a la calle en la que vemos –ahora sí- al canguro Pantufla “Su pierna sufrió una cura milagrosa y se fue saltando en busca de nuevas aventuras. No lo extrañé” comenta mientras se nos muestra cómo este se aleja por la plaza cuya rígida estatua lleva un ligero globo rojo como símbolo de la aceptación y arraigo de la pasión vital antes repudiada y maltratada



Pasión de vida

La pasión del vivir, la pasión del goce y el placer de ser y estar; en la obra como símbolo de esa pasión el deleite por el chocolate, el deleite en la boca que estimula todos los sentidos y libera cárceles mentales. Sabemos que la pasión del goce ha sido históricamente reprimida por las religiones

 

Así, en general las iglesias cristianas han potenciado la imagen del Jesús sufriente en la cruz con su corona de espinas y heridas sangrantes, esa oscura imagen de la pasión del dolor por encima de la luminosa imagen de su resurrección liberadora. Con esa imagen omnipresente del Cristo clavado se ha creado un mensaje “rancio” que entiendo que para nada era el pretendido “si Jesús sufrió, vamos a sufrir todos” nos vienen a decir esas confesiones religiosas en su histórica manipulación sectaria

 

Y en esa proclama de autocastigo pretenden pasar por alto que su intención –así lo siento- fue sufrir para que nunca más sufriéramos en nuestros absurdos (absurdos que las iglesias tristemente encarnan). Jesús proclamó que nos amaramos los unos a los otros y amar siempre es entregarse ahora y aquí en vida, no reprimirse y reprimir los “pecados” que en realidad son expresión del natural vivir si emanan del amor. Necesitamos vivir plenamente, un vivir que es “ama y haz lo que quieras” tal y como expresó sabiamente Agustín de Hipona

 

 

Dedicado al tiet Manel quien fue mi padrino y compañero de fe, él que en cada Pascua me regalaba la Mona de chocolate siguiendo la deliciosa tradición de nuestra tierra

 

 

Este artículo es la revisión del publicado en el diario CyL





Comentarios

Entradas populares