Casi (Una crónica del desamparo): Visualizando al creciente colectivo de las personas sin hogar

 



Las víctimas que aparecen en este reportaje son incomparablemente más verdaderas que otras, pero evitan a menudo presentarse como tales y renuncian a señalar culpables fuera de ellas mismas y sus garrafales decisiones de vida. Su aspiración, en los contados casos en los que aspirar sigue siendo para ellas un verbo conjugable, no es otra que la de recuperar la autonomía individual


La cita pertenece al prefacio de este excelente libro de investigación con el que el periodista Jorge Bustos nos sumerge de lleno en el durísimo universo de las personas sin hogar. Casi (Una crónica del desamparo) (Libros del Asteroide, 2024) nace como resultado de su experiencia personal al mudarse a vivir cerca del madrileño Centro de Acogida San Isidro conocido popularmente como Casi porque alberga a quienes “se mueven en el límite de su propia existencia: los casi ciudadanos”

Así nos relata su proceso desde el asco inicial a la toma de conciencia que le llevó a profundizar en un problema social incómodo para casi todos:

“No debo ocultar, aunque ahora me avergüence, el rechazo que sentía cuando para acceder a mi casa algunas noches tenía que saltar por encima de un indigente que había elegido mi portal para derrumbarse, completamente alcoholizado, un reguero de vino partiendo de su boca descolgada y bajando por sus andrajos hasta manchar la acera. No debo ocultar mi asco, porque de esa acción amoral, instintiva y frecuente surgió la idea de este libro

La experiencia ordinaria con usuarios del Casi fue socavando silenciosamente mi repulsa hasta que un día entendí la oportunidad que se me ofrecía… De pronto me apeteció averiguar lo que podía aprenderse de la condición humana tan cerca de mi casa”

Bustos le dedicó un año a la investigación visitando el Casi y sus centros satélites para entrevistar a sus responsables, al personal que en ellos trabaja y a diversos usuarios o acogidos en sus instalaciones. Se nota la profesionalidad de su trabajo periodístico y asimismo su actitud empática que le lleva a entender a unos y a otros

Y por si esto fuera poco, Bustos nos lo explica haciendo gala de un notable estilo literario e incluso en su sensibilidad se permite algunas licencias poéticas entorno al desgarro humano retratado

Casi indaga sobre el fenómeno del sinhogarismo en Madrid con voluntad de comprender un problema creciente -cada vez son más y más jóvenes los ciudadanos abocados a las calles- que afecta a muchas ciudades de las democracias primermundistas



Invisibles

El pasado 28 de octubre se conmemoró en Madrid el Día de las Personas sin Hogar, Bustos fue el único periodista que cubrió la manifestación de profesionales del sector y unos pocos usuarios reclamando mayor visibilidad e interés social. Llama la atención que solo su diario (El Mundo) informara del acto de entre todos los numerosos medios escritos, radiofónicos y televisivos que operan en la capital de España

En ese desinterés periodístico se evidencia la invisibilidad del colectivo que denunciaba con rotundidad una de las pancartas: “Estoy tan cerca que no me ves”

El acto concluyó con la lectura de un manifiesto, Bustos destaca la frase “una sola persona durmiendo en la calle es un fracaso de toda la sociedad”. Y analiza su ambivalencia: la verdad emanada del sentido etimológico de la palabra sociedad que es incompatible con la exclusión y asimismo la “trampa” de colectivizar los fracasos individuales, en sus palabras: “colectivizarlos es la mejor manera de diluir la responsabilidad, que pertenece siempre a unas decisiones concretas de unas personas concretas”

Una ambivalencia que entiendo es reflejo de la dualidad de la condición humana, de la dualidad del mundo en que vivimos. En este sentido valoro positivamente los análisis ambivalentes de Bustos entorno a distintos temas relacionados con el sinhogarismo como es el caso de la inmigración:

“Es irresponsable militar en la abolición de las fronteras y proclamar que ningún ser humano es ilegal, porque sin control de fronteras ningún Estado democrático sería capaz de integrar las oleadas migratorias que convocaría…

Es inhumano deslizarse hacia la deshumanización del extranjero que escapa en condiciones miserables de una vida sin esperanza, porque una democracia que recela del mestizaje no dura mucho tiempo como tal democracia…

Es admirable el trabajo de cuantos entregan sus días, por vocación o por contrato, a darle al hombre lo que es del hombre y al Estado lo que es del Estado, aunque su esfuerzo se les antoje reprobable a unos, hipócrita a otros, insuficiente a ellos mismos e invisible a la mayoría”



A lo individual a través de lo colectivo

En este sentido, el libro honra la labor del equipo humano que día a día busca ayudar a salir de sus pozos a esas personas desahuciadas. Profesionales y voluntarios que afrontan con coraje situaciones humanas muy extremas y que son conscientes de las grandes dificultades para conseguir que un sin hogar confíe en que la salida a su situación es posible

Maite, subdirectora del Casi enfatiza la necesidad y el valor de la labor del centro: “La institución que acoge a un superviviente de la calle no solo obra rectamente, sino que realiza una inversión: rentabilizará lo invertido si un dependiente se transforma en autónomo”. Y reflexiona sobre la conveniencia de explorar y diseñar más recursos para lograr ese fin

Por su parte Pepe, concejal de asuntos sociales del Ayuntamiento de Madrid formado en el voluntariado de calle habla de la importancia de recuperar la autoestima localizando las potencialidades perdidas (quizás cocinar, escribir, pintar, cantar…) para que esas personas vuelvan a sentirse humanos, para que vuelvan a ser miembros de la comunidad

Y para llegar a ese objetivo individual es del todo necesario el apoyo grupal. En palabras de Bustos: “No se trata de convencerle de que debe subir los escalones de la autonomía por su propio pie sino de apoyarse en la responsabilidad compartida del centro, en la convivencia de los igualados por el infortunio, para avanzar juntos a partir de ahí. Se ha constado que funciona y basta”

Funciona, pero desafortunadamente no para todos: “Hay quien no se adapta a lo mejor y prefieren lo malo conocido. Les tira demasiado el alcohol y la libertad de consumirlo en el centro de Madrid” confiesa Mateo, director del Centro Juan Luis Vives

Sea como sea, todos los profesionales y voluntarios (incluso las pocas ancianas religiosas que son testimonio de los orígenes de un centro fundado tras la guerra civil como auxilio a la represalia de las leyes franquistas) coinciden en la conveniencia de su labor

Y asimismo muchos aseguran que su trabajo es todo un reto y que el contacto con esas personas de la calle les ha humanizado. Es el caso de la Doctora Marnye: “Estar aquí me ha hecho más humana. Antes de criticar a alguien me lo pienso ahora cien veces. ¿Quién soy yo para juzgar a los demás?... La verdad es que no entiendo cómo he aguantado tanto. Pero es que estas son personas maltratadas desde la infancia. Solo escucharlas duele”



Personas caídas

Bustos habló con muchos de esos usuarios del Casi y sus satélites, personas que a menudo evitan confesar la verdad de su drama personal encerrándose en sí mismas. En sus palabras y a propósito del habitual no hablar de quien no tiene casa:

“Un mutismo traumático lo acompañará siempre. No porque haya perdido la capacidad de articular sus pensamientos sino porque la vida lo ha instalado en un tipo innombrable de derrota. Cayeron a tal altura que el golpe les convenció de que habían perdido el derecho a ser escuchados. Uno solo habla si está seguro de lo que dice importa a alguien. Si con una frase aún cree poder producir un efecto. Así que ellos prefieren callar. O bien hablan solos, sin esperanza ni cordura, para comunicarse a sí mismos los silenciosos estragos de la pena”

Como explica el pintor callejero Jesús “en la calle pueden pasar meses sin que nadie te diga hola”. Y en la calle han de refugiarse de las inclemencias meteorológicas, de las luchas territoriales y del maltrato de los ciudadanos que los ven como amenaza social

Especialmente problemática es la situación de las mujeres sin hogar. En palabras de Bustos: “La mujer que se queda en las calles es la víctima total, quintaesenciada. Toda mujer que haya dormido un tiempo a la intemperie ha sido agredida o violada o ambas cosas”

La calle es durísima, “lo primero que hace la calle con cualquiera que duerme en ella es ponerse a envejecerlo concienzudamente” nos explica Bustos. Y es que en la calle se refleja lo peor de la condición humana. Cuanto más tiempo se permanece en ella, más cuesta arriba se hace la posibilidad de reinserción. Esto lo saben los profesionales de la asistencia y por ese motivo se patean los barrios localizando a los viejos conocidos y especialmente a los nuevos “inquilinos” para intentar que acepten su ayuda. Pero como se ha comentado no todos deciden pasarse por el Casi…

Son muchos más los aspectos que se analizan en este humanísimo libro que entiendo imprescindible para ver y comprender el fenómeno del sinhogarismo, para mirar sin miedo ni asco ni odio a aquellos que no hemos querido mirar. Porque como afirma Bustos “No debemos vivir evitando la fragilidad, porque susurra la verdad desoída de nuestra condición...No existen los sintecho. Existe cada persona privada de hogar que un día podríamos ser nosotros”

A Bustos -y a muchos otros como la citada Dra Marnye- estar en contacto y conocer la dura realidad de las personas sin hogar les ha cambiado profundamente, les ha hecho más humanos. En este sentido, así se siente el periodista al despedirse del grupo con el que ha compartido una día de excursión:

"Me despido de todos y me arranco de allí con el remordimiento de siempre, alejándome despacio pero alejándome, soportando sus últimas miradas de intempestiva gratitud, portando una culpa difusa y la avergonzada promesa de no volver a ignorarlos. Visibles al fin" 

Sin ser la misma experiencia, la lectura de Casi (Una crónica del desamparo) nos ofrece la oportunidad de no volver a ignorar a los que están cerca y no queríamos ver, de mirar a los ojos a aquel ser humano abismado que un día tuvo hogar y ahora se ve en la calle



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