La mejor oferta: Del miedo a amar

 


Las personas que viven dando y dándose a los demás, viven y hacen vivir. En cambio, las personas que guardan y nunca dan se fabrican una vida amarga, desdichada e infeliz

Roger Padrón Luján

 

En el fondo sabemos que al otro lado de cada miedo está la libertad

Rabindranath Tagore


 

Preliminar

 

Para aquellos lectores que no hayan visto este excelente filme de Giuseppe Tornatore y quieran hacerlo: quizás sea mejor leer este artículo tras su visionado dado que en él se explican detalles esenciales de su argumento (incluido el final)




Guantes, protección

El protagonista de La mejor oferta (2013) Virgil Oldman (Geoffrey Rush, en una excelente interpretación) es experto en arte y agente de subastas. Él es un hombre solitario por voluntad propia. De entre sus rarezas destaca la costumbre de ir siempre enfundado en guantes, los guantes como forma de expresar su temor al contacto

 

Tornatore nos ofrece una simbólica escena a los inicios del filme que define a este singular personaje: en un restaurante de lujo –él es un hombre rico y de gustos exquisitos- vemos cómo Oldman es el único comensal sin compañía. Y el maître que le felicita por entender que es su cumpleaños mientras que él con su cara alargada sólo asiente levemente, tras lo que sigue una contundente imagen en la que se nos muestra cómo Oldman se sitúa de espaldas a todos; él totalmente de espaldas a la gente y de cara a la pared, la imagen del auto-castigado que encarna en su glamour intocable

 

La escena se completa con el lento consumir de la estilizada vela que corona el pastel que Oldman observa impávido, vemos cómo la llama se superpone a su nariz. El estilizado vertical tan emparentado con el miembro viril erecto y la nariz que suele asociarse simbólicamente al pene; en definitiva, la imagen de la pasión sexual que él nunca ha experimentado en su frío aislamiento y en su estricto control. Control que queda patente cuando él asegura al extrañado maître que aún no es su cumpleaños dándole la hora con precisión milimétrica, así es Oldman

 

Ese hombre sólo muestra algo de pasión cuando dirige las subastas, allí se suelta e incluso se permite hacer bromas; lo que sea para que pujen al máximo, para aumentar sus beneficios, para atesorar más dinero y posesiones en su entiendo egoísta soledad

 

Y es que Oldman no tiene reparos en utilizar a su único amigo Billy (Donald Sutherland, un secundario de lujo) -un buen pintor al que él no valora suficientemente- para que puje y así aumentar la oferta o para adquirir a través suyo algún original que ha presentado engañosamente como copia

 

Su atesorar tiene como máxima expresión la extensa colección de retratos femeninos que guarda tras el armario repleto de sus definitorios guantes. Impresiona la gran cámara acorazada secreta con las paredes a rebosar de belleza femenina de todas las épocas, allí el coleccionista se sienta contemplándolas en su soledad casi atemporal, casi eterna. Soledad fruto de su evitación del contacto humano -especialmente las mujeres- en su -se entiende miedo al descontrol y al sentir profundo ligados a una relación, sentir a veces doloroso que algunos –como él- prefieren evitar. Es significativa la escena en la que vemos con qué delicadeza casi acaricia (a pesar de sus omnipresentes guantes) un retrato femenino. La mujer, ese objeto de deseo que guarda y observa en los retratos en su miedo atroz al contacto

 

Un hombre así parece estar llamando a que alguien o algo le remueva; remueva esa “vida” controlada, ese aislamiento, esa soledad, esa monotonía...  

 

El Oldman egoísta y estafador va a ser estafado por Claire (Sylvia Hoeks) una mujer joven que solicita sus servicios profesionales para valorar su colección heredada, una mujer muy especial que va a desbaratar tanta defensa y control. Ya en su primera conversación telefónica Claire se excusa por no estar acostumbrada a hablar con la gente y él sintiéndose identificado expresa su limitante convicción de que “hablar con las personas es peligrosísimo”

 

La joven lo pone a prueba desplantándolo en distintas ocasiones, pero Oldman aguanta lo que nunca ha hecho por un doble interés: unas misteriosas piezas de maquinaria que encuentra en la mansión familiar donde se guarda la colección a tasar –piezas valiosas que sustrae sin miramiento- y la propia joven Claire a quien aún no ha visto en persona. Esa joven esquiva como misterio intrigante, Oldman averigua que ella padece agorafobia y se esconde de todos. Otra persona que como él se auto-protege, otra soledad por el miedo

 

El primer encuentro de esos dos solitarios se produce en la mansión, si bien ella permanece refugiada en su habitación secreta. La habitación secreta de una mujer que teme ser vista versus la habitación secreta de un hombre que colecciona mujeres retratadas para verlas sin riesgos. Allí -tras una pared pintada como si viviera en un cuadro- Claire le cuenta su vida, es decir su astuto engaño, al estafador mientras le mira por una mirilla situada en el ojo de un simbólico pájaro (la imagen del deseo de volar libre de ella como reflejo del real de él)

 

Y en ese explicarse se muestra lúcida retratando al coleccionista: “Usted tiene miedo de tocar a los otros, le da asco tocar lo que poseen. Yo tengo miedo de ir donde ellos viven. Me parecen elecciones personales similares”

 

Claire va a seguir jugando con ese hombre consiguiendo mantener su interés por verla, por conocerla, por tocarla




Piel, sentirse

Oldman averigua que esas piezas de maquinaria que ha robado pertenecen a un antiguo autómata capaz de adivinar la verdad de las personas. Y en su interés por esa máquina seguirá hurtando piezas encargándole su reconstrucción a Robert, un joven relojero que le aconsejará sobre cómo abordar con éxito a Claire, el interés último del temeroso Oldman

 

El coleccionista llegará a confesarle que se siente como el autómata en construcción: incompleto, añadiendo que “la admiración que siento por las mujeres, es igual al miedo que siempre he tenido y a mi incapacidad para comprenderlas”. O el reconocimiento de su realidad, realidad que parecía negar antes de conocer a Claire

 

Robert le ayuda a elaborar estrategias para poder ver y acercarse a esa enigmática mujer. Así Oldman decide correr riesgos, lo vemos en una nueva visita valorativa despidiéndose de Claire fingiendo cerrar la puerta para observarla salir de su encierro. La observa tras una explícita escultura de una pareja besándose con el sexo tapado/protegido, la observa pero huye sin afrontar la situación. Será en una segunda ocasión cuando acabe viéndola con su consentimiento, cuando por fin se quite los guantes para acariciar delicadamente su bello rostro. Antes de hacerlo se le confiesa inexperto y añade “puedo cometer errores, pero no le haré mal a nadie” toda una declaración de intenciones de un hombre que estafa -y mucho- en lo material pero para nada pretende hacerlo en el amor. Desafortunadamente para él este no es el caso de Claire

 

La relación prospera y Claire le muestra por fin su habitación, allí ella lo besa y allí él descubre más piezas del autómata. La joven ve en él –quizás con razón- más interés por las antigüedades que por ella misma y le pide que se vaya. Al comentarlo con Robert, este le pregunta que de tener que elegir si optaría por al autómata o por Claire. Oldman se da cuenta de su error y vuelve a la mansión donde acaba acostándose con su amada, por vez primera en su vida siente al desnudo a una mujer

 

Y como jugada final el -sabremos- planeado ataque a Oldmann por unos hombres frente a la mansión, lo vemos -y lo ve Claire desde su ventana- malherido tirado sobre la calzada. La joven sale de su encierro para auxiliarle y le acompaña al hospital. Claire está “curada” gracias a él, o al menos así lo cree un satisfecho Oldman quien la instala en su vivienda. En la intimidad de su antes solitario hogar se confiesa estúpido por mantener distancia con todos y reconoce que gracias a ella se ha dado cuenta de su error, “somos iguales” afirma convencido. Y la lleva a la sala de los retratos femeninos proponiéndole que viva con él, se abrazan y proclaman su –desigual, muy desigual- amor

 

Oldman, que ha cambiado radicalmente, decide viajar a Londres para realizar su última subasta y dedicarse por entero a disfrutar de la compañía de su amada. Mientras, Claire se queda en casa porque supuestamente no está preparada para tanto. Y al volver el hombre a su hogar comprueba que ella no está ni tampoco están sus valiosos retratos. En la sala acorazada sólo queda el autómata ya acabado que repite “en cada falsificación se esconde siempre algo de auténtico. Estoy de acuerdo con usted, de hecho lo extraño Sr. Oldman”, afirmación que él realizara a un joven que creía amigo




Entender, el tiempo

El golpe es durísimo, vemos a Oldman al cabo de un tiempo totalmente abatido internado en una residencia de ancianos recordando cómo averiguó que todo fue un engaño, una estafa planeada Robert, Claire y su “amigo” pintor Billy

 

Todo ese dolor lo recuerda Oldman montado en un aparato giroscópico de rehabilitación, lo recuerda cual hombre atrapado en ese movimiento mareante. Tornatore alterna significativamente ese giro con las escenas de cama con Claire y los giros de su entrega amatoria

 

Pero a pesar de las evidencias de la estafa sufrida, el coleccionista sin colección se muestra incapaz de denunciarlos por su amor a Claire, a quien espera reencontrar algún día

 

Y en ese recordar lo vemos sentado en su restaurante favorito en Praga. Allí ella le contó que empezó todo por la pérdida de su primera pareja, allí donde le mintió y en un ambiente decorado por relojes con maquinaria a la vista él la espera. Y la cámara que se aleja de esa mesa resaltando su soledad, resaltando que está al fondo de la sala –al fondo del pozo- aunque -eso sí- ya no de cara a la pared como era costumbre del Oldman con guantes

 

Paradójicamente el experto en arte que es capaz de descubrir el engaño de una falsificación por un pequeño detalle ha sido estafado por una mujer que ha simulado amor por él. Y aunque probablemente Claire –o como se llame- algo le ha amado haciendo válida la afirmación de que “cada falsificación esconde siempre algo de auténtico”, su amor no ha sido para nada comparable al amor que Oldman ha sentido por primera vez en su vida. Ahora el experto en bellas artes sabe algo de amor, ahora ha vivenciado el placer de la entrega amorosa y el dolor de la pérdida del amor, ahora es más humano

 

Nadie nace enseñado en nada y menos aún en el arte del amor que se aprende con el tiempo y especialmente “gracias” a los errores. Oldman durante casi toda su vida fue incapaz de sentir el amor y de entender a las mujeres, necesitaba “sacarse los guantes”, lo estaba pidiendo a gritos

 

Pero lamentablemente ha sido vencido por un sólo desengaño, sabemos que son habituales los desengaños amorosos a lo largo de la vida de las personas. Y que de cada uno depende sobreponerse a ellos y entender lo ocurrido -en referencia básicamente a sí mismo- para poder abrirse a futuras relaciones con mayor arte…

 

Este ensayo es la revisión del publicado en el diario CyL





 

 


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