Hikari (Hacia la luz): Buscando superar la pérdida

 


Naomi Kawase nos ofrece una bella película de gran sensibilidad con una cuidadísima fotografía a cargo de Arata Dodo en la que destacan las imágenes de la luz solar en el cielo, en el paisaje y en las caras humanas. Y es que en todas sus creaciones audiovisuales, Kawase se caracteriza por una visión de resonancias zen que busca dar un sentido trascendente a (iluminar) las historias humanas retratadas

El reparto lo encabezan la expresiva Ayame Misaki encarnando excelentemente a Misako y el veterano Masatoshi Nagase quien está espléndido como Masaya. Hikari se estrenó en 2017 siendo premiada en numerosos certámenes cinematográficos como el Festival de Cannes

Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers





La pérdida

 

Me superé a mí mismo, el que sufre. Llevé mis propias cenizas a las montañas, inventé una llama más brillante para mí

Friedrich Nietzsche

 

Masaya es un prestigioso fotógrafo que casi ha perdido la visión, y que conoce a Misako una joven muy sensible que perdió a su padre siendo niña. Ella trabaja como narradora de películas para invidentes, y él acude a una sesión de opinión junto a otras personas con su discapacidad


Misako explica lo que ve y lo que siente al ver el filme, es una poeta “su rostro se ilumina inundado por la esperanza de la vida” comenta en una escena. Pero Masaya es muy crítico con ella y su modo de entender y le espeta “¿no son sensaciones subjetivas?, la verdad es que así molesta bastante”. En ese primer contacto, la constatación de su diferencia de entender: si bien ambos están marcados por sus pérdidas en la joven pervive la esperanza mientras que en el hombre anida la rabia

 

Y esa película que los ha puesto en contacto también trata de la pérdida. Misako habla con su director quien confiesa que el personaje protagonista tiene mucho de él mismo. Se trata de un hombre ya anciano que tiene a su mujer muy enferma; “nada es más bello que lo que desaparece ante tus ojos” y “mi amor es interminable” son dos frases que el realizador pronuncia y que conmueven a Misako

 

En este sentido, se nos muestra como ella visita a su madre en el que fue su hogar de niña, una casa en plena naturaleza. Se constata que la mujer ha perdido facultades y ha olvidado que su esposo murió. En una bella escena con la luz solar entre el verdor reinante, Misako se maravilla de los sonidos de la naturaleza y cierra los ojos diciéndole a su madre “al cerrar los ojos se oyen aún mejor”, ella está metida de lleno en su papel de percepción invidente. Y rememora a su padre observando la fotografía en la que están juntos con el fondo de ese paisaje natural familiar en un espléndido atardecer

 

Por otra parte, se nos muestra a Masaya en su casa rodeado de dispositivos de ayuda para poder ver mejor y comunicarse. Tiene muchas dificultades para trabajar y hacer las tareas más simples. Queda patente cuando acude a un parque con su vieja cámara, la palpa para poder usarla fotografiando a unos niños que apenas ve (se nos muestra cómo “ve”), y allí está precisamente Misako observándolo en silencio

 

Así, la película nos muestras distintas personas que han sufrido pérdidas que les afectan: Una madre que perdió a su esposo y que ahora en su demencia senil cree que sigue con ella. Un director que en su película pierde a su mujer enferma y la quiere conservar haciendo una escultura femenina en la arena que simbólicamente acaba deshaciéndose. Un fotógrafo que casi no ve pero que no quiere aceptar su condición y siente una justificada rabia por la pérdida de su bien más preciado. Y una joven bella en el sentido amplísimo de la palabra que “a pesar de” la pérdida de su amado padre tiene esperanza


La esperanza vital que la libra de anclarse en el dolor de la pérdida, dolor que en los otros sí está muy presente y que bien expresa a Misako una mujer invidente en las sesiones preparatorias de la descripción de la película “he lamentado que no fueses capaz de describir la belleza y la tristeza de las cosas perecederas o la dificultad de desprenderse de lo que se pierde para siempre, todo eso le da su peso-gravedad al filme”

 

Y en ese comentario sobre la película ficticia entiendo que se plantea una disyuntiva que es la que se nos plantea en Hikari: la de qué opción tomar ante la pérdida, hundirse en el peso del dolor y quedarse atrapado en la belleza de lo que ya pasó o bien superarlo y salir de nuevo al mundo con la esperanza de lo que está por venir aporte nuevas bellezas. La esperanza en la vida que, a mi entender, es una manifestación del amor con mayúsculas. Esa esperanza que irradia Misako cuyo amor será determinante en la superación de la rabia-dolor que siente Masaya





Amor

 

El amor es la respuesta duradera a nuestros problemas humanos. Solamente hay amor, pero a menudo esta cercado por diversas barreras
Jiddu Krishnamurti

 

Porque Misako se interesa y mucho por Masaya, probablemente pueda haber en su interés por él (una persona bastante más mayor que ella) la búsqueda del padre que perdió siendo niña. En efecto, la vemos ojeando un libro sobre el fotógrafo y como de todas las obras que lo ilustran a la joven le llama la atención una puesta de Sol. El Sol del atardecer que tanto la vincula a su padre, a la preciada fotografía que conserva de él y ella siendo niña

 

Y cuando Misako visita a Masaya logra transformar su mal humor con un juego con el que pretende saber hasta qué punto puede ver. Su sonrisa es el primer atisbo de complicidad

 

Una complicidad en luz, y es que el piso tiene muchísima luz natural, Masaya lo escogió así al ver que perdía visión. Se nos muestra una esfera facetada de cristal creando bellos reflejos, una sencilla forma de transmitir la riqueza simbólica y anímica de la luz. Y Misako que relata lo que ve y siente ante esos fascinantes reflejos como hace en las películas y le pregunta al fotógrafo qué le parece su descripción, “es precioso” contesta un Masaya que ya no se muestra crítico-distante con ella, y que en confianza le habla de su discapacidad explicándole que solo ve algo cuando agacha la cabeza. La cabeza gacha como gesto de humildad, humildad (la auténtica) que entiendo es siempre necesaria en las personas “reconocidas” o que tienen ciertas “ventajas” para así relacionarse en mayor igualdad con todos los demás

 

Misako, siempre interesada por el fotógrafo, lo encuentra en la calle cuando este acaba de pasar una dolorosa experiencia con un compañero de profesión. Se nos muestra cómo Masaya y Misako van juntos caminando y en el metro. Allí Masaya deja de ver lo poco que veía, él destrozado con lágrimas en los ojos y ella sintiendo su dolor, él que busca su mano y se agarra con cariño a ella confesando su horror: “no veo”

 

Camino a su casa, Kawake nos ofrece una bellísima escena: él le pide permiso para tocarle la cara, ella le acompaña con dulzura una mano al rostro, él lo resigue con ambas manos mientras ella cierra los ojos, ojos que abre cuando él toca sus labios (los labios del beso de amor), él conmovido coge su cámara y le hace una foto (su última obra, como reconocerá más adelante) y ella que con los ojos llorosos le pide que la lleve donde hizo la foto del atardecer que tanto le gusta

 

Así que los vemos caminar hacia allí, él apoyándose-entregándose-confiando ya plenamente en ella. Y la luz solar que preside la escena se nos muestra espléndida en la cara de Misako, en sus ojos se refleja simbólicamente nuestra estrella vital, los cierra y expresa su sentir “sabía que no podía alcanzarlo, pero me encantaba perseguir al Sol del atardecer. Ojalá hubiese alguna manera de alcanzar esa luz cegadora. Correría tras ella hasta que desapareciese”. Masaya conmovido confiesa que él también asegurando que a veces oye el sonido del corazón de Misako y reconociendo su antigua rabia como la no aceptación de su dura realidad (el reconocer como imprescindible primer paso para el cambio)

 

Y Masaya que coge su cámara palpándola con detenimiento (lo ha hecho otras veces, pero ahora se entretiene más como cuando le palpó la cara a ella) para lanzarla con fuerza a la mar. La cámara era para él su corazón tal y como explicó a un colega, un corazón artificial que ya no le sirve. Se desprende de la cámara y en ese acto acepta su condición de invidente. Y Misako que le besa, ambos se besan pasionalmente con la omnipresente luz solar de fondo. Esa cámara se entiende que era su forma de captar la luz y la vida desde la protección-distancia del observador; ahora Masaya utiliza su propio corazón que puede sentir sin artilugios intermediarios a través de todo su cuerpo. El suyo es un corazón herido por una relación que no funcionó, un corazón que ahora tiene la oportunidad de sanar y revivir gracias a la gran luz de Misako





Soles

 

Hasta el más pequeño de los seres lleva un Sol en sus ojos

Antonio Porchia

 

El sol, nuestra estrella más cercana, la energía de la vida ahora y aquí. Tal y como ya se comentado la luz solar está muy presente en la película, concretamente la luz del atardecer. La luz que “muere” con fuerza para “renacer” al alba. La luz de tonos naranjas y rojos que inunda espectacularmente el cielo con su calor de hogar

 

Misako recuerda siempre a su padre en un maravilloso atardecer vivido siendo niña y su madre en su enfermedad un día se va de casa y le espera precisamente en ese significativo lugar. Nadie en el pueblo la ha encontrado pero la joven siguiendo su intuición se adentra en el simbólico bosque donde se oye a sí misma de niña hablando con su padre y ve un árbol que identifica como “el árbol de papá” oyéndole y oyéndose niña: Y siguiendo al Sol la Misako adulta encuentra a su madre mirando la montaña por donde se pondrá en otro bello plano cara a nuestra estrella de vida. La mujer le dice que está esperando a su padre “cuando el Sol se ponga tras la montaña, tu padre vendrá a casa” momento en el que se nos muestra a Misako de niña abrazada a él

 

Ya en el estreno de la película ficticia vemos la escena en la que el protagonista sube una duna buscando el Sol, allí están Masaya y Misako entre un público con numerosos invidentes. Y Kawase que nos muestra simultáneamente a Masaya camino de su casa y a Misako esperándolo. Y ese ascenso a la duna con la audio-descripción de ella: “Se detiene en lo alto de la duna, mira hacia el cielo totalmente inmóvil” momento en el que Masaya en su butaca cierra los ojos “Hacia donde le alcanza la mirada, allí brilla la luz” y el fotógrafo que los abre en la oscuridad de la sala y personal. Un mensaje final de esperanza, la esperanza que encarna Misako y que es la expresión de su gran amor. El amor que se refleja en la vivacidad de sus ojos, dos bellos soles que alumbran la oscuridad de Masaya

 

Este análisis es la revisión del publicado en el diario CyL





 

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