Nuestro tiempo: Liberándose de la falsa libertad

 


Ser libre es querer la libertad de los demás (Simone de Beauvoir)

 

Deja que mi amor te rodee como la luz del Sol y aún así te sientas libre (Rabindranath Tagore)

 


Carlos Reygadas nos ofrece un drama rural en el que retrata la vida de Ester y Juan, una pareja de espíritu aparentemente libre cuya libertad se cuestiona cuando ella se entiende con Phil un hombre al que él ve como amenaza

 

El propio realizador interpreta a Juan y su familia (mujer e hijos) lo es también en el filme, ninguno de ellos es actor profesional pero el resultado es a todas luces satisfactorio, se trata de una gran película que muestra una historia de dominio sutil, una historia en la que la sumisión se disfraza de libertad





Belleza

 

Reygadas nos sumerge en un fascinante mundo natural salvaje para muchos de nosotros desconocido. Y su retrato es de una sensibilidad y una belleza que hacen disfrutar la película más allá de su argumento, se disfruta por su autenticidad y su originalidad. Nuestro tiempo (2018) se nos muestra como una obra muy elaborada en imágenes y en sonidos en la que muchas escenas son arte cinematográfico. Y es que el realizador mexicano consigue belleza incluso al mostrar lo no tan bello, así por ejemplo un automóvil común se torna belleza gracias a su sensible mirada que repasa todos sus rincones como el motor o las salpicaduras de barro en sus bajos. La suya es una mirada de niño adulto que se sorprende a cada instante y vivencia todo con intensidad

 

Pero además de la belleza formal, hay en la película una estimable historia que profundiza en las dinámicas de una pareja poco común…

 

Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers





Libertad condicionada

 

Juan y Ester comparten sus vidas desde hace quince años, tienen tres hijos y regentan un rancho. Juan es un hombre muy inteligente y sensible con ideas abiertas sobre la vida, en especial sobre las relaciones matrimoniales. Sus ideas, su visión, su pensar, su forma de sentir son las que siempre han regido la vida conyugal. Es él quien pacta con Ester el darse la libertad de tener encuentros sexuales con otros. Y es él quien controla-dirige esos encuentros extramatrimoniales. Así que Ester “goza” de una libertad que en realidad es libertad condicionada, condicionada al control de Juan quien además disfruta viendo como ella tiene sexo con otros

 

Todo cambia cuando Ester se entiende con Phil, un hombre también muy sensible (tanto o más que Juan), sin que su esposo lo sepa y para ello le miente por primera vez en su relación como mecanismo de protección-defensa ante su omnipresente control. Algo se cuece en ella, algo está empezando a cambiar en su sentir-mostrar-hacer. Y ese cambio provocará una honda crisis de pareja en buena parte por la desafortunada actitud de Juan. Poco a poco, iremos descubriendo los entresijos de una pareja aparentemente ideal, aparentemente libre. Poco a poco, a través del proceso del despertar de Ester veremos los miedos y trampas que hay en Juan, que hay tras su idea de “libertad” sujeta a control. “Poco a poco” o el tiempo como factor necesario para que surja y se pueda procesar-asimilar-expresar todo lo escondido-reprimido por una mujer que se ha dejado hacer





Control y posesión

 

En efecto, a mi entender tras la apariencia libertaria y dialogante de Juan está el dominio-posesión-control sobre todo, en especial sobre Ester. Para él es natural y divertido compartir “su” mujer con un amigo cómplice, vemos como incluso le pide a uno la llave de su casa para espiarlos sin que ella lo sepa. Bochornosos pactos entre hombres que comercian con una mujer como hacen con sus ganados

 

Y cuando habla con Phil al saber de su encuentro con Ester le reprocha no haberle pedido permiso para hacerlo proclamando el machista “tendrías que haber sido leal conmigo” añadiendo el patético “cualquiera que fuese más hombre hubiera dicho: primero tengo que consultarlo con Juan”

 

Penosamente Phil le pide perdón y se somete a su control; convirtiéndose así en otro amigo cómplice de Juan y aceptando la ocultación a la amada común por su “pacto de hombres”. Y con esta aceptación machista posesiva mancilla la recién estrenada libertad verdadera de Ester

 

La mujer como posesión, un lamentable estereotipo de demasiados hombres (y también de mujeres sobre sus parejas, que de todo hay) que aquí Reygadas nos muestra brillantemente en una versión sofisticada que busca enmascarar lo abominable. Pueden ser muy sutiles las formas de enmascarar, Juan (quizás no del todo consciente de su actuar) crea un discurso que tiende a llevarlo todo a su forma de ver las cosas. Es él quien ve por los dos, es él el voyeur que disfruta viendo todo lo que le apetece-desea que haga Ester


En este sentido es muy simbólica la escena en que ambos conversan por videoconferencia, Juan puede ver a Ester pero ella no, la mujer ve una pantalla en negro por la dejadez de él en arreglar su webcam (dejadez que sin duda Juan no permitiría si fuera la cámara de Ester la averiada, no toleraría no poder verla a ella a la que siempre quiere-necesita observar-controlar)

 

En esa potente escena vemos otros tics que definen a Juan, su obsesión por saber si ella está caliente y su necesidad imperiosa de ver sus tetas (y eso que ella le insiste en que no está para esos juegos porque se siente mal, pero él antepone sus necesidades) y su manía de elaborar estrategias (mientras ella se vacía buscando expresar su malestar que es el de la pareja, él anota sin parar ideas en una hoja para “preparar” su discurso para la próxima sesión de pareja)

 

A Ester ahora le agobia ese control continuo, ese martilleo de preguntas de Juan para saber cómo está con el fin de elaborar una disertación que la convenza a volver a ser como antes, a volver a su “redil”. Ester le ama muchísimo pero se da cuenta de las sombras de su relación, de las sombras de Juan que ella históricamente ha aceptado; le echa en cara su pressing y su falta de empatía real, su falta de respeto por el proceso que ahora ella está viviendo. Proceso que en realidad es de los dos, aunque él no quiere asumirlo

 

Para Juan, Phil es una seria amenaza; mientras que los otros machos eran sólo una diversión sexual este es diferente; Phil es también un hombre sensible que entra en seria competencia con él. Juan es incapaz de salir de ahí, no puede o no quiere ver-escuchar lo que Ester le dice. Ella entiende que su crisis es una buena oportunidad para regenerar la relación y así se lo explica “Estoy convencida de que la mayoría de lo que provocó en nosotros (su relación con Phil) es positiva, por primera vez en nuestra vida juntos has sido tan cariñoso y me has dicho tantas palabras de amor. Y por primera vez desde que puse los ojos sobre ti he comenzado a pensar en mí. Las dos cosas nos van a llevar a crecer. Eres el hombre de mi vida y ni un segundo dudo de eso”

 

Pero ese no querer-poder ver-escuchar lo que Ester siente y expresa hará que ella acabe por pedirle la separación. Juan no se plantea qué tiene que entender e intentar mejorar en él, no sabe verse en sus sombras de dominación-control. Juan sigue acosándola, sigue preguntándole, sigue escribiéndole elaboradas cartas egocéntricas, sigue incapaz de respetar su proceso, sigue incapaz de poner el foco por una vez en sus alargadas sombras

 

En Juan hay algo que le impide amar completamente, hay algo que le impide darse sin control de forma incondicional. Lo vemos visitando a un amigo que está a punto de morir por enfermedad, ve su actitud amorosa, ve su fe-confianza, ve su aceptación que no sumisión, ve cómo le acompañan todos incondicionalmente con corazón… Y se da cuenta cuan distinto es él, pero ese darse cuenta llega tarde. Allí precisamente Ester le comunica por teléfono que ya no puede más, que quiere la separación. Allí ella rompe una relación estancada, en el jardín de su amigo al lado de un gran charco que recuerda los lodazales de su rancho, el lodazal en el que él se encuentra inmovilizado desde hace demasiado tiempo. Y, ahora sí, Juan rompe a llorar como el hombre muy sensible que es. Ahora se siente, ahora se empieza a reconocer





Lo salvaje


Resulta sintomático que haya demasiada corrección en las conversaciones entre la pareja, es un estilo que impone sutilmente Juan quizás como forma de colocarse como bueno pero que estalla en algunos pocos comentarios despectivos. Un estilo que entiendo pretende controlar lo salvaje en la mujer (y también en sí mismo). Lo salvaje como algo temido; lo salvaje en la mujer especialmente temido por su naturaleza imprevisible, por su modo de ser aparentemente ilógico e incluso desproporcionado. Pero lo salvaje en la mujer (o en el hombre conectado a su feminidad) surge necesariamente tras un proceso que se vivencia con toda el alma, proceso que suele ser difícil de entender por muchos hombres y mujeres desconectados de su feminidad

Cuando se teme a lo salvaje se tiende a quererlo dominar o erradicar en el otro y en uno mismo; pero lo salvaje siempre acaba por hacerse ver-sentir. Lo salvaje tan íntimamente ligado al animal que somos y que a menudo negamos. Así -entiendo- que no es casual que la película esté ambientada en un rancho de ganado donde el bramido amenazante del toro siempre está presente especialmente en su bello y contundente final. El hombre macho buscando controlar-dominar-someter al animal y el animal revelándose, esa es la cruenta imagen del toro que arremete con furia desbocada contra unos trabajadores y acaba ensañándose con una pobre mula. Ese es el oficio del sensible Juan, someter a toros que luego serán toreados-controlados-humillados-heridos en plazas con público cómplice que disfruta su maltrato

Por el contrario el sensible Phil tiene un rancho de caballos, se nos muestra el respeto con que se acerca a ellos antes de montarlos. Mientras Juan impone a su ganado el control, Phil se hace amigo y seduce a sus caballos. En Phil hay una mayor coherencia de vida que en Juan. Otra cosa bien distinta es su actitud de camaradería machista que deshace su encanto, actitud que hará que estalle la rabia en Ester quien destroza una silla ante los dos hombres cómplices y acaba peleando con Juan; ese Juan “director” de la película de su “vida”, el responsable primero (que no único, ella tiene mucho que ver y Phil también) de su falta de verdadera libertad


Dejarse ir

 

Tras la necesidad de ver-controlar-dirigir que define a Juan, se esconde el miedo al dejarse ir. Un miedo desafortunadamente demasiado común en esta sociedad nuestra de control-previsión. Pero a mi entender la gracia suprema de la vida está en el soltar tanto control, en el dejarse ir, en la sorpresa de lo inesperado, en la creatividad natural propia que se descubre al afrontar lo nuevo, en la improvisación al más puro estilo jazzístico, en el vivir el ahora y aquí en la auténtica libertad que es libertad de todos sin excepción

 

Es un vivir como un niño pero con las capacidades del adulto. Es un pacto atemporal entre la niña-el niño y la mujer-el hombre que somos. Por eso no es de extrañar que Reygadas inicie la película con niños y que sean niños los que a menudo relatan lo que ocurre

 

Como apunte final remarcar que Nuestro tiempo me parece una obra perfecta cuyo gran mérito es el mostrar una historia de dominio sutil, una historia en la que la sumisión se disfraza de libertad. Es una obra muy necesaria en un tiempo (nuestro tiempo, se entiende el título) en el que demasiados lobos o lobas se disfrazan de corderos tanto en el ámbito público como en el privado. Disfraces que les perjudican y nos perjudican a todos. Disfraces que merecerían ser puestos en evidencia con la maestría y habilidad de las que hace gala el genial director mexicano

 

 

Agradezco los comentarios de “mi” mujer Paula que tanto me han ayudado a elaborar este ensayo

 

 

 

Este artículo es la revisión del publicado en el diario CyL






 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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