Drive my car: En la senda hacia la aceptación y el perdón
Tenemos que vivir nuestras vidas, tío Vania. Viviremos largos
días. Y durante largas noches enfrentaremos los desafíos que el destino envíe
con paciencia, estamos en el camino
Anton Pavlovich Chejov
Drive my car (2023) nos adentra en los sentimientos encontrados
de sus dos protagonistas, un hombre y una joven que no han afrontado en
profundidad las traumáticas pérdidas de sus seres queridos
Él es Yusufu Kafuku (Hidetoshi Nishijima, espléndido), un director y actor teatral que vio como cambiaba su vida al morir su única hija con tan solo cuatro años. Cambió su vida y la de su mujer Oto (Reika Kirishima) quien falleció de infarto cerebral también años después cuando parecía que ambos remontaban sus vidas. Dos dolorosas muertes que comprimen su alma
Ella es Misaki Watary (Toko Miura, asimismo en brillante interpretación) una excelente conductora que acompaña a Kafuku durante el montaje del clásico de Chéjov Tío Vania en Hiroshima. Misaki perdió a su madre en un desprendimiento de tierras que derrumbó su humilde casa. Dejó su aldea y acabó por azar en esa ciudad de memoria traumática
El realizador Ryûsuke Hamaguchi firma también el guion de esta joya cinematográfica que se inspira en un relato corto del laureado escritor Haruki Murakami. Pero en un ejercicio inverso al original, Hamaguchi se toma su tiempo para ir profundizando en esas historias radicalmente distintas y sin embargo coincidentes. El retrato alcanza lo magistral a partir del momento en que -tras mostrar sus pasados- se produce el encuentro real de esas dos almas rotas
Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers
Sendas de
vidas
El peregrino, la peregrinación y la senda, no son sino mí mismo hacia mí mismo
Farīdu'd-dīn
'Attār, Mantiqu't-tair
Un coche coprotagonista del filme. Un coche distinto transitando
por las carreteras niponas, un coche rojo pasión entre la dominancia de lo
neutro y lo anodino, un coche con aire antiguo y a la vez atemporal… un coche
muy personal. El coche como símbolo de la propia vida –de la capacidad de
elección- de quien lo conduce
Y las carreteras en las que se mueve como imagen de las sendas de vidas en las que transitamos, las sendas que elegimos, las sendas que descubrimos, las sendas que tal vez nos esperan, las sendas que nos sorprenden, las sendas que nos retan…
Impone la belleza de las imágenes de esas carreteras omnipresentes en el filme con sus estimulantes tramos rectos, sus dinámicas curvas, sus agitadoras rotondas, sus enigmáticos túneles y sus arriesgados puentes
Sendas forjadas por la naturaleza humana cual ríos terrestres o tal vez constelaciones celestiales. Y en esas sendas múltiples, ese coche como una llama en el que Kafuku y Misaki transitan en luz tenue hacia sí mismos…
Vanias
En
esencia, lo que tenemos que hacer es ser fiel a nuestro corazón llegando a un
acuerdo aceptable con él. Y si realmente quieres asomarte dentro de alguien, tu
única opción es mirarte profundamente a ti mismo
Citado en
la película
Con ojos llorosos el joven actor que interpretará a Vania concluye
con estas sabias palabras su relato sobre la añorada Oto a su sorprendido
interlocutor. Actor y su director están sentados en el asiento trasero del
coche rojo en plena noche hiroshimaense, el joven le acaba de explicar una
historia de las que su ex mujer inventaba en sus noches de pasión, una historia
que Kafuku conocía pero incompleta
Porque Oto tras la muerte de la niñita se convirtió en una guionista de éxito gracias a una hasta entonces desconocida creatividad sexual y su esposo descubrió que no era el único que compartía ese goce sensual. Kafuki lo sabía pero nunca se atrevió a confrontarlo con ella por miedo a perderla
Desde entonces el direcor carga con la rabia no expresada por su infidelidad conyugal y por su muerte ya que esa noche Oto quería hablar de su relación y él cobardemente llegó muy tarde al hogar, le corroe pensar que de haber estado antes junto a ella tal vez la podría haber salvado
Y ese relato que él conocía incompleto evidencia su miedo a asomarse al vértigo de la verdad que Oto encarnaba y paralelamente a mirarse a sí mismo profundamente
El simbólico relato de su ex mujer versaba sobre una chica a quien un ladrón deja cada noche un regalo en su habitación. Y Kafuku desconocía que seguía así: una noche ese ladrón intenta violarla y ella lo mata. La chica quiere explicárselo a su chico y afrontar su juicio pero este permanece “despreocupado como siempre”. De todos modos su mundo ha cambiado definitivamente, ella sabe que debe asumir su responsabilidad. Claro, clarísimo lo que ella quería expresarle
Y en la obra que ensayan –que oímos también a menudo en el transitar del coche mediante una cinta de casete con la “eterna” voz de Oto- Vania lo deja claro: “la verdad no es tan terrible, lo terrible es no conocerla”
Entiendo que nunca es tarde para afrontar la verdad. En este sentido, esa conversación entre Vanias –el director encarnó el personaje en la capital pero renunció a seguir tras la muerte de Oto- entorna la puerta antes cerrada a cal y canto
Una puerta que el propio Kafuku abrirá completamente con la ayuda de Misaki a quien acabará confesándole todo liberándose así de la rígida armadura que lo atenazaba
Fuerzas
renovadas
Los que
sobreviven siguen pensando en los muertos. De una manera u otra esto
continuará. Tú y yo debemos seguir viviendo. Todo va a salir bien
Kafuku a
Misaki
Bellos gestos y bellas imágenes las de Kafuku acercándose a la
joven conductora, tras esa conversación entre hombres que ella ha escuchado en
empatía. Misaki le apoya con sinceridad y él deja de ocupar el distante asiento
trasero para sentarse simbólicamente junto a ella
Juntos en una bella proximidad: en sus conversaciones, en sus silencios… y en el fumar –que define a la conductora—cómplice que Hamaguchi nos muestra mediante la imagen de sus brazos unidos en alto al cielo nocturno; esos cigarrillos cual puntas de estrellas que se funden con las luces de la ciudad en un etéreo celeste
Kafuku se desnuda anímicamente ante ella y la joven hace lo propio
relatando la verdad de su historia, ella también tiene un ambivalente sentir
con una mujer fundamental, con la madre muerta. Aprendió a conducir tan bien
porque su progenitora trabaja en clubs nocturnos de la ciudad y Misaki la
llevaba de vuelta a casa por malos caminos hasta la aldea, si la despertaba ella
le pegaba con dureza. La quería/quiere y la odia, algo parecido a lo que siente
él por Oto
Y viajan juntos los dos a esa lejana aldea en las montañas nevadas, la imagen de la dificultad, de la dureza y la frialdad que Misaki vivenció en su infancia. Allí Misaki le enseña a Kafuku lo que queda de su hogar e invoca a su madre
Y en dolor rememora su inacción ante el alud que la mató, Kafuku le da la mano ayudándola a incorporarse pese que ella le advierte: “está sucia”. Un advertir cargado de simbología que él acepta, en este sentido ya de camino al lugar de origen él le quiso aliviar su carga comentándole que si fuera su padre la perdonaría
Hablan los dos, él se culpa por su miedo a afrontar la verdad de Oto y asegura que “la gritaría, la reprendería por mentirme y me gustaría disculparme por no escuchar, por no ser fuerte, me gustaría que volviera, ojalá estuviera viva para hablar una vez más” al tiempo que –por fin- rompe a llorar
Y ella se le abraza, abrazo correspondido que Kafuku verbaliza “los que sobreviven siguen pensando en los muertos. De una manera u otra esto continuará. Tú y yo debemos seguir viviendo. Todo va a estar bien”
En esa voluntad, él acepta interpretar de nuevo en un simbólico resurgir a Vania sustituyendo al joven que ha sido arrestado por causar la muerte a un reportero al que empujó porque le había fotografiado. El joven Vania deberá recorrer también su camino hasta llegar a sí mismo, hasta llegar al fondo de su agresividad
Mientras, vemos al experimentado Vania interpretando con brillantez el papel confesándose según texto como miserable y la veterana actriz que le acompaña -en escena y aconsejándole en la vida real- cariñosamente le consuela: "Tenemos que vivir nuestras vidas, tío Vania. Viviremos largos días. Y durante largas noches enfrentaremos los desafíos que el destino envíe con paciencia, estamos en el camino"
Palabras similares a las que él le dijera a Misaki quien muy atenta está viendo la obra entre el numeroso público. La obra como reflejo de vidas, la obra como catarsis tal y como entiende el mismo Kafuku quien dijo al joven actor Vania que “el texto te cuestiona si lo escuchas y respondes”
Parece que para Misaki y Kafuku ese cuestionarse les ha llevado a una mayor aceptación y consecuentemente a una mayor paz. Hamaguchi –amante de finales abiertos- nos muestra un haiku visual de lo que van a ser sus vidas a partir de ese fructífero encuentro: él vuelve a interpretar, ella –como él- se muestra única y especial...
Este ensayo es la revisión del publicado en el diario CyL
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