La noche del cazador: Las pesadillas de la falsedad
Sueña, mi pequeña, sueña
Oh! El cazador de la noche
llena tu corazón de miedo
El temor es sólo un sueño, así
que sueña, pequeña, sueña
Nana que introduce la película
El entrañable actor británico Charles Laughton dirigió en 1955 esta inquietante obra maestra que como ocurre a menudo fue incomprendida en su época. Se trata de una fábula sobre las sombras de la falsedad y del miedo de tanta gente que con su actitud favorece el imperio del mal, un mal del que ciegamente se creen ajenos. Y es además un sensible alegato en favor de la infancia como esencia de nuestra autenticidad
De entre sus muchos
méritos artísticos cabe destacar la sublime interpretación del mítico Robert
Mitchum como el “pastor” oscuro Harry Powell
Miedo y falsedad
Otro aspecto destacable es el poderoso uso del blanco y negro que luce la película, un arte que enfatiza la pesadumbre de la depresión económica en la que se ubica su trama. Depresión económica que implica escasez, hambruna y decaimiento vital
Y es que en una sociedad capitalista como la retratada -y como la nuestra presente del neocapitalismo global- en la que el dinero y lo material están sobrevalorados, la falta de él (más allá de lo imprescindible o básico) suele producir profundas insatisfacciones. Parece que sólo nos satisfaga lo que se compra y no seamos capaces de valorar-disfrutar lo que la naturaleza generosa y desinteresadamente nos regala
Se prioriza lo material, el tener dinero, el tener posesiones; todo por la extendida creencia de que tener es sinónimo de seguridad e incluso de “poder”. Y cuando no los tenemos solemos sentir inseguridad e indefensión, sumidos en un miedo que nos oscurece
Miedo que Laughton nos muestra brillantemente en el filme a través de los inquietantes planos de las alargadas sombras de la noche; la noche, es allí donde la temida oscuridad –que se entiende como la nuestra no reconocida- reina y nos amenaza…
En efecto, la pequeña comunidad a orillas del Mississipi en la que discurre la acción son gentes temerosas, egoístas y falsas. Tienen miedo a causa de la depresión económica y reaccionan egoístamente pensando en salvarse ellos o salvar a los pocos “suyos”. Y en consecuencia son falsos, muy falsos:
Porque pretenden ser “buenos” en su patético puritanismo cuando en realidad pasan-critican-demonizan con suma facilidad a los demás, en especial a los diferentes; como a los gitanos a quienes acusan sin prueba alguna de un crimen que allí ha ocurrido, son “los otros” y nunca se plantean el saludable quizás seamos nosotros
En ese ambiente tóxico
crecen las niñas y niños del lugar, en ese ambiente van a saberse solos los
hermanos Pearl y John huyendo del “mal” fruto de la falsedad del “bien” que
encarna en todo su “poder” Harry Powell el falso pastor que engaña al rebaño de
falsas y falsos, el falso “gran” cordero que engaña a los falsos corderitos;
cordero y corderitos todos ellos egoístamente ávidos del dinero que tanto
escasea
Odios
John y su hermanita Pearl ven como la policía apresa a su padre, justo antes él les hace entrega de un fajo de billetes que ellos esconden en la muñeca que siempre lleva la pequeña y les pide que guarden el secreto, que el dinero es para los dos
El padre es condenado y ejecutado, en prisión conoce a Powell al que confiesa que robó y mató porque se cansó de ver tantos niños hambrientos vagando a causa de la miseria, lo hizo para que sus hijos jamás pasaran hambre. El buen padre que en su desesperación es capaz de todo y más por sus amados niños, sin ponderar las consecuencias que su acción les podía acarrear (como así fue)
Powell es un charlatán que seduce a la gente para conseguir su dinero, para ello no duda en matar; él odia a las mujeres a las que considera pecadoras de la carne y a los niños que cree llevarán al Mundo a la perdición. Así le habla a su “Dios”:
“Tú siempre me mandas dinero para seguir predicando tu palabra. Estoy muy cansado. A veces me pregunto si de verdad me entiendes. No es que te importe que mate. Tu libro está lleno de muertes. Pero hay cosas que odias de verdad. Cosas que huelen a perfume. Cosas con encaje. Cosas con el pelo rizado”
Un discurso exculpatorio de un hombre que es la encarnación del odio a la feminidad o la naturaleza salvaje y a la infancia o la inocencia libre; en definitiva el odio a la vida. Powell odia al placer de eros y mantiene encerrado a cal y canto al amor; así, en él thanatos anda totalmente desbocado
El falso predicador se sabe odio. De hecho lleva tatuado la palabra en inglés (hate) que lo define en los dedos de una mano y para despistar la palabra love (el amor del que nada sabe) en los de su otra mano. Y en su descarada falsedad juega con ellas para escenificar ante su audiencia el triunfo del amor al que para nada él sirve
El “pastor” oscuro posee una navaja con la que asesina rajando simbólicamente las gargantas de sus víctimas, la raja en la garganta o el acallar la voz de la otra o el otro, el acallar las ricas diferencias que somos todos
Y en su gran capacidad seductora consigue casarse con Willa -la madre viuda de John y Pearl- a quien somete y culpabiliza por su natural deseo sexual. En su primera noche él le obliga a mirarse en el espejo; en un plano muy simbólico lo vemos de pie junto al cuadro de un jinete a caballo en actitud de mando afirmando “Ves el cuerpo de una mujer, el templo de la creación y la maternidad. Ese cuerpo fue concebido para engendrar hijos, no para la lujuria de los hombres” o el desafortunadamente típico modo egoísta de pensar de algunos hombres (y mujeres) que ni se plantean el derecho al placer de la mujer, la mujer a lo sumo como objeto de su placer y de su procreación. Triste muy triste la distorsionada “visión” del machismo, y tan o más triste aún verla a ella rezando por voluntad propia sometiéndose a tan absurda mentalidad represiva
Willa se nos muestra como una mujer dócil y lamentablemente como una madre ausente-débil que al descubrir que Powell atosiga a sus hijos para saber dónde se esconde el dinero (descubriendo así la verdad de su matrimonio) es incapaz de salir de su sumisión para defender a sus hijos. Y acaba asesinada por Powell quien la mata “por si acaso” despertara rajándole con su puñal en una lograda escena de claroscuros y con el dominio de la estructura piramidal de la habitación matrimonial. En esa pirámide como símbolo de la ambición por el “poder” material del dinero que él encarna
Infancia abandonada
Si Pearl y John ya eran unos niños abandonados, ahora lo son más. Ya tras la muerte del padre los otros niños del lugar les hacían burlas sin que ningún adulto de la “buena” comunidad interviniera, porque allí la mofa se tolera, no importan los niños y menos aún los hijos de un “asesino”. Ellos dos como si no existieran, están allí abandonados como casi todos los demás niños de esa desconectada comunidad
Ya en el primer contacto de esos hermanos abandonados con Powell se presagiaba lo peor. Los vemos en casa de noche, solos (la madre siempre ausente). Pearl en la cama con su muñeca pidiéndole a John (pensativo mirando por la ventana pendiente de las inquietantes sombras de la farola de gas) que le cuente un cuento, y él le habla de un rey muy rico que tenía un hijo y una hija en clara alusión al padre. En el momento que relata la llegada de los inevitables “malos”, Laughton nos ofrece una excelente escena: vemos como penetra en la habitación la sombra de la cabeza con sombrero de Powell, una gran sombra a la que John mira desafiante
Un John que tras la muerte de la madre asume definitivamente la responsabilidad propia y la de su pequeña hermana. Huyen del ya no-hogar en la noche de la aldea oscura y dormida (la imagen del modo de ser de esas gentes) a casa de su único amigo el “tío” Birdie quien le prometió apoyo, pero lo encuentran borracho de cobardía
En efecto, él ha descubierto a la madre muerta hundida con su coche bajo el río (impresionante escena la del descubrimiento, los cabellos de la mujer ondulan en armonía con las algas-hiedras del fondo fluvial) y ha decidido no hablar por miedo a que le creyeran culpable (el “qué dirán” o la falta del propio poder). Antepone su miedo egoísta a la prometida protección de los hijos de su amigo ejecutado, prefiere ahogarse en el alcohol del falso olvido a evitar el probable ahogo real de dos inocentes niños. Triste y patético
Así, John asume ya en solitario toda la responsabilidad como niño que se ve obligado a ser adulto. Simbólicamente a bordo de la pequeña barca de su padre aleja a su hermana del mayor peligro conocido, de Powell. Pearl peinando su muñeca bajo un cielo estrellado a la luz de la luna canta su miedo. El brillante Laughton nos muestra la barca vista desde una telaraña (la telaraña que les tenía presos), a la que sigue otra imagen de la barca con una rana en primer plano (el valiente salto de esos niños a otra realidad desconocida)
Powel les sigue en la orilla del río montando un caballo blanco, maravillosa y potente estampa del hombre vestido de negro sobre la blanca naturaleza animal sometida. El macho montado en el caballo de la animalidad o la imagen del dominio sobre la salvaje naturaleza que es pura feminidad y que ahora persigue a la infancia (su otra “enemiga”) Feminidad salvaje e infancia libre-creativa-inocente tan ligadas ambas por el amor, el amor maternal (en mujeres y en hombres con ese tan necesario instinto-don de naturaleza femenina) que une a todos los hijos; feminidad e infancia conforman los dos “caballos de batalla” de lo masculino desconectado que el “pastor” oscuro encarna
En este sentido
estremece la visión del negro caballero en las sombras de la noche que John
observa desde la gran ventana de un establo, su primer refugio en la huida.
Visión acompañada por los cantos de la falsedad de su perseguidor: “Apoyado en
los brazos eternos, seguro y protegido de todas las alarmas. Que fraternidad y
que paz la mía. Qué bendiciones, que gozo divino”
Amor, el verdadero hogar
Por esa presencia, los niños vuelven a huir en la barca y acaban dormidos encallados en la orilla. Por la mañana una mujer llamada Cooper les lleva a su casa, allí los acoge junto a otras niñas abandonadas. Ella se considera como un árbol fuerte que los cobija sabedora de las sombras de la temerosa y egoísta sociedad en la que les ha tocado vivir
La señora Cooper siempre pendiente de la seguridad de su hogar averigua que una de sus chicas ha hablado con Powell, lo que la pone en alerta. Cuando este llega a su casa, la mujer observa su teatral modo de actuar, sus respuestas mentirosas. Ella es auténtica, ella se sabe y conoce, ella no se deja engañar por el embaucador; con su fusil lo expulsa de allí, Powell se va exclamando “Volveré cuando oscurezca”, la noche o el territorio del caballero oscuro
Al llegar la noche lo vemos cantando su canción observando la casa y a Cooper en su mecedora con el fusil al tiempo que una lechuza caza a un confiado conejito “La vida es dura para los pequeños” se dice ella. Finalmente Powell logra penetrar en el hogar y la mujer le hiere de un disparo. Cooper llama a la policía y honra al valiente John: “los niños son los más hombres, saben aguantar”
Acuden los agentes arrestando a Powell por matar a Willa. Y John vuelve a vivir el doloroso-traumático arresto de su padre. Desesperado se acerca a los agentes portando la muñeca que guarda el puñetero dinero por el que han muerto sus padres, y golpeándoles con ella grita su dolor-rabia “Tómalo, papá, tómalo. No lo quiero, es demasiado” y se desmaya, otra sublime escena de esta joya cinematográfica
En el juicio, los antes seguidores incondicionales claman que linchen a Powell por haber asesinado a tantas mujeres. Y al acabar este, la masa humana cegada por la cólera quiere lincharlo
Cooper coge a sus niños y los aleja del peligro. Ya en el hogar (simbólicamente es Navidad) las niñas le dan su regalo a su protectora, John envuelve delicadamente una manzana y se la ofrece, la manzana del descanso que le supuso poder compartir-confiar en la gran mujer que es Cooper. Ella agradecida al recibirla afirma que “El Mundo debería avergonzarse de celebrar la Navidad en nombre de un niño y luego seguir siendo igual” Y constata la fuerza de los niños quienes “tienen aguante y siguen adelante”, John es sin duda un claro ejemplo de esa fuerza, de ese poder auténtico
Este artículo es la revisión del publicado en el diario CyL
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