Mr. Wain: Retrato de un artista sensible que valoró a los gatos
El arte
embellece, cura, salva… con él nos murmuramos del dolor
Víctor
Amela
La vida es
hermosa si sabes cómo vivirla. Puedes amar si tienes el corazón abierto. Si
puedes disfrutar la presencia de un gato, un ave, una flor… todo el mundo será
tuyo
Citado en
el documental turco Kedi a propósito de los gatos
Tres grandes de la interpretación encabezan el reparto de este excelente biopic del popular “pintor de los gatos”, el artista inglés Louis William Wain (1860-1939): Benedict Cumberbath quien encarna a Wain, Claire Foy como su esposa Emily y el veterano Toby Jones dando vida a su mentor William Ingram. Todos ellos demuestran su valía, en especial Cumberbath interpretando a ese hombre extremadamente sensible que fue Wain
El realizador londinense Will Sharpe parte del libreto de Simon Stephenson para ofrecernos una empática aproximación a su figura buscando poner luz a las distintas características de su rica personalidad, como son las que hacen referencia a sus obsesiones y a su enfermedad mental tardía (se especula que pudiera ser esquizofrenia) por la que Wain fue internado hasta su muerte
Mr. Wain (The Electric Life of Louis Wain) (2021) retrata su vida desde el momento en que fallece su padre y con veinte años siendo el único varón ha de hacerse cargo del sustento de su madre y de sus hermanas. Un retrato personal muy cuidado que es también el de una sociedad (la británica y en general la occidental de hace un siglo) llena de prejuicios y desigualdades (especialmente abismales las desigualdades sociales y de género) y en la que la gente sensible podía acabar fácilmente en un sanatorio mental
En ese ambiente donde la mujer está subordinada al hombre y los condicionantes sociales como el qué dirán son lo más importante, Wain busca ser auténtico expresando su diferencia sin rubor alguno, expresando en todo momento su pasión por la vida especialmente mediante el arte pictórico. Y asimismo se nos muestra como un hombre niño inocente que ve más allá de la rígida mirada adulta de sus congéneres y que para nada quiere limitarse a las estrictas normas de su época
Por eso se casa -en contra de la voluntad de su familia- con Emily, la institutriz de sus hermanas, una mujer de clase inferior y diez años mayor que él, diferencias ambas que eran entonces tabúes incuestionables para una gran mayoría aunque no para un alma libre como la suya
Debo advertir que el análisis que sigue contiene
spoilers
Amor eléctrico
Los pocos años que pudieron disfrutar estando juntos fueron sin duda lo mejor de la vida de Wain. Porque él y Emily se amaron profundamente. En este sentido son bellas las escenas de su día a día en común en una armónica casa de campo rodeada de naturaleza lejos de la ciudad en dónde vivieron y se conocieron
La vida en la naturaleza que Wain tan bien pintaba ya siendo urbanita: los paisajes campestres y especialmente los animales con los que siempre sintió gran afinidad, de hecho colaboró activamente en distintas asociaciones animalistas
Y en ese bello arte natural suyo se refleja una fuerza especial gracias al uso de colores brillantes, a sus sugerentes halos luminosos y también por sus enérgicos trazos. Una fuerza que él sentía y “veía”, una fuerza que Wain denominaba electricidad y que entendía como generadora de vida
Gracias a esa pulsión resonante pudo hacer frente a la temprana muerte de Emily quien en sus últimos días (consciente de la vulnerabilidad de Wain) le animó a usar su arte para evitar caer en los abismos del dolor por su pérdida
Y sí, con su pintura eléctrica pudo hacer frente a la vida sin su gran amor Emily, pero las obsesiones fueron en aumento hasta que se le diagnosticó como enfermo mental. Fue entonces cuando sus hermanas lo ingresaron en un centro muy deficitario porque sus pocos recursos económicos no les permitían una mejor opción
Allí lo encontró un viejo amigo psiquiatra que escuchó –más allá de las palabras- a esa alma sensible atrapada y perdida en los abismos dando valor a su arte –Wain nunca dejó de pintar- y a su profundo sentir. Fue ese profesional empático quien le hizo darse cuenta de que esa electricidad que siempre “vio” era en realidad la energía del amor, la poderosa energía que lo gobierna todo como el mismo Einstein reconoció
Ese encuentro de almas propició el traslado a un centro adecuado a sus necesidades, un centro luminoso en plena naturaleza donde Wain pudo pintar y vivir como merecía. De hecho, cuando se conoció su deplorable situación se recogieron fondos para poder costear su traslado, entre los donantes destacó el insigne escritor H.G. Wells
Y es que Wain vivió siempre al límite, muy asfixiado en lo económico y eso que su obra era (y es) muy conocida y valorada…
Del gestionar y la ética social
En este sentido la película nos muestra hasta qué punto le ayudó William Ingran, uno de sus empleadores, quien de alguna manera actuó como su mentor evitando que él y su familia se vieran en la calle. Una ayuda estimable pero una ayuda para nada pedagógica porque se forjó siempre en base a la dependencia económica del que no tiene ni sabe gestionar versus al que mucho tiene y sabe manejar los bienes materiales
Sorprende que el bueno de Ingran que tanto lo conocía no le diera herramientas y le guiara en su necesaria autonomía; en concreto que no le hiciera ver la necesidad de registrar sus obras artísticas y así poder beneficiarse económicamente de su gran éxito comercial evitando que fueran otros aprovechados los que se enriquecieran a costa de Wain como lamentablemente ocurrió
Es sabido que los artistas suelen ser poco hábiles en los asuntos mundanos como es el caso de la gestión económica de su trabajo. Cuántos grandes han vivido con ingresos muy por debajo del valor monetario que generaba su arte por esa falta personal y a menudo por el nulo apoyo de sus allegados
Y asimismo por la lamentable no ética social del
mercado económico que permite que los que “saben” (los astutos de la inversión
en bienes materiales) se apropien del verdadero saber de los creadores que con
su arte nos hacen la vida mucho mejor a todos; en efecto, los artistas hacen de
lo material un bien con mayúsculas para el alma. Y qué difícil resulta a menudo
revertir esas implacables “leyes de mercado” hechas a medida de los
especuladores
Reivindicando al animal estigmatizado
Sin duda Wain fue uno de esos grandes creadores de bienestar, y es que sus pinturas tenían ese algo que agrada e infunde optimismo a casi todos. Así lo entendía su mentor Ingran quien le confesó que le apoyaba por esas sensaciones vitalizantes
Y por si fuera poco Wain se convirtió en el gran defensor de una especie animal entonces demonizada: los gatos, unos seres muy especiales a los que desde antiguo se les atribuía todo tipo de males
Todo empezó cuando él y Emily recogieron a uno bicolor que llamaron Peter y cuidaron como a un hijo. Por esa convivencia, sus pinturas de animales fueron cada vez más gatunas. Los suyos eran (son) unos gatos amables casi humanos que consiguieron que la gente empezara a cuidar esos pequeños felinos en sus hogares. De este modo los perros dejaron de ser los únicos reyes de la compañía humana
Wain -quizás sin ser del todo consciente- en su
amoroso y comprometido sentir fue quien liberó a los gatos de un estigma tan
inmerecido como los que entonces pesaban sobre tantos colectivos de la rica variedad
humana
Belleza
Y eso en gran parte sucedió porque Wain veía la belleza en todo, algo así como ocurriera con Anna Frank en su subsistir al genocidio nazi. Una belleza con mayúsculas que Sharpe transmite en su película: belleza paisajística, belleza animal, belleza humana, belleza artística… belleza a pesar de tanto
Quizás la más sublime belleza retratada sea la del
lago campestre que le evoca el paraíso natural del estar junto a su amada
Emily, esa imagen real que se funde en su arte pictórico. Y en esa maravillosa
fusión, uno entiende que el realizador británico busca mirar con la mirada eléctrica-amorosa
del artista homenajeado. Creo que a Wain le emocionaría tanto como a mí esa empatía
visual
Dedicado
a Selma, Keyla y Chiky-Ángela; gatunas de infancia, gatunas de por vida y a su
mamá gata Paula que me han enseñado a ser gatuno con toda el alma
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