El año pasado en Marienbad: Una inquietante fábula sobre la extrañeza y la falsedad de nuestro mundo

 



Hay un baile de máscaras en el palacio de invierno

La princesa de luto se despierta del sueño

que en estatua de sal acabo convirtiendo

y el eterno extranjero prisionero del tiempo

sin perder ni ganar juega a todos los juegos

Tristes y solitarios en el jardín del deseo

hoy tan sólo confían en las mentiras del viento

Siempre hay bailes de máscaras en los palacios de invierno

y locos y perdedores en un mundo perfecto

que sin fe llamarán a las puertas del cielo

carrusel de la pena en el jardín del deseo

dónde sólo se escuchan las mentiras del viento

Manolo Tena

 

Al reflexionar sobre la naturaleza última de nuestro mundo cada vez somos más los que lo entendemos como un gran escenario en el que actuamos de forma muy inconsciente. Una Matrix o Maya espaciotemporal que desde el inicio de este siglo se nos presenta más extraña y grotesca que nunca. Quizás el caos creciente en el que estamos sumidos sea la mejor forma de que todos nos demos cuenta de que la “realidad” a la que nos aferramos no es tal, así esta confusión tragicómica de nuestro día a día en común vendría a ser como un brusco zarandeo al durmiente que se resiste a despertar…

El año pasado en Marienbad (1961) es una inquietante historia escrita por Alain Robbe-Grillet y dirigida por Alain Resnais que nos presenta un universo extraño en el que transitan gentes muy dormidas que parecen incapaces de despertar. La película está abierta a distintas lecturas y plantea más interrogantes que no respuestas al espectador, pero a mi entender sirve como fábula sobre nuestro desconcertante mundo Matrix

El análisis que sigue expone esa interpretación personal y contiene inevitablemente spoilers, quedan pues avisados




Microcosmos simbólico

Resnais nos muestra -en un excelente blanco y negro- un grandioso microcosmos de tintes oníricos, un hotel inmenso lleno de pasillos interminables con decoración barroca, oscura y fría en la que abundan los simbólicos espejos (asociados al verse y a la inversión de lo reflejado) y los suelos dameros (la imagen de la dualidad en la escisión de este mundo y asimismo la imagen de la vida entendida como un juego de habilidad mental cual ajedrez)

Un hotel que tiene un jardín enorme de disposición simétrica y arbustos recortados en perfección geométrica (la representación del orden racional y la ambición “humana” por controlar la naturaleza) decorado con numerosas estatuas (como símbolo de esa vida humana congelada). Un jardín en el que no hay árboles frutales ni flores. Así, ese jardín constructo y esa edificación fría constituyen en sí mismos un mundo inerte, un mundo cerrado casi sin vida

En ese microcosmos triste pero suntuoso habitan gentes de clase alta entre los que se encuentran los tres personajes principales de esta extraña historia: dos hombres y una mujer que conforman un atípico triángulo amoroso

Todas esas gentes –protagonistas incluidos- deambulan como zombies o sonámbulos, se nos muestra que se tocan lo justo y que entre ellos no hay besos ni abrazos; no hay prácticamente expresión de emociones salvo los obligados y medidos aplausos tras alguna representación en esos salones. Son personajes autómatas en los que se remarcan las expresiones de sus miradas a menudo perdidas. En muchas escenas esos personajes permanecen inmóviles evocando cuadros, evocando que transitan en un mundo diseñado

Ningún niño ni adolescente en esa inmensidad, ningún animal en ese espacio interior o en ese jardín, ni tan solo un pájaro en el cielo… A uno le dan ganas de salir corriendo de allí cuanto antes, pero eso parece imposible para esos hombres y mujeres aletargados que sintomáticamente se mueven con exagerada lentitud

Y en ese ambiente frío y distante, se dan conversaciones banas en las que “jamás se hablaba de lo que pudiera despertar pasiones y controversia” tal y como se nos relata en la obra. En ese espacio anodino se “mata” el tiempo fundamentalmente con juegos de mesa y espectáculos pasivos. Allí todos están sumisamente atrapados  

 


Tres en un bucle

De alguna manera parece que ese peculiar microcosmos existe sólo para ese trío protagonista, que sólo para ellos tiene sentido semejante pesadilla. X (Giorgio Albertazzi) -el personaje más consciente de lo que ocurre y que cree tener “todo el tiempo del mundo”- propone salir de ese lugar que califica como trampantojo a la bella A (Delphine Seyrig) quien asegura no conocerle. Y en el intento de hacerle recordar a ella su pasado compartido, X se convierte en el narrador de esta extraña historia

Una extraña historia contada de también de forma extraña, narrada con poca precisión y en un hipnótico bucle en el que lentamente afloran nuevos detalles. De entrada se nos muestra ese mundo con la descripción del sentir de X estando –de nuevo- allí:

“Ningún ruido de pasos llega al propio oído. Como si el ruido de pasos de quien avanza estuviera lejos de estos largos pasillos, de esta construcción de otro siglo, de esta decoración pesada y vacía. Como si este suelo fuese aún de arena y guijarros o de losas de piedra por los que yo avanzo una vez más para ir a tu encuentro entre estas paredes. Avanzando en estos corredores, eligiendo este camino en el laberinto como al azar entre el dédalo de itinerarios semejantes”

Esos itinerarios semejantes citados se escenifican en un magnético bucle narrativo-visual, y en unos casos parece que A al escuchar el relato está dispuesta a dejar a M (Sacha Pitoëff) su supuesto esposo del que se ha distanciado y en otros es todo lo contrario para desánimo de X. Ese hombre es el único que habla de amor –nadie más pronuncia esa poderosa fuerza de vida en ese lugar casi muerto- en su declaración a A. X es el único que percibe la vida que aún destila su mirada y su sonrisa e incluso la siente en el aroma de su perfume, él es el único que toca ni que sea levemente con deseo su cuerpo. Y como prueba de su “eterno” amor siempre le entrega una fotografía que afirma le hizo en ese jardín, impacta la escena en la que Resnais nos muestra la multitud de fotografías idénticas que la anestesiada mujer guarda en su habitación

Fotografía que en una ocasión descubre M y que desata sus celos hasta el punto de disparar sobre ella causándole la muerte. Así podemos concluir que al menos A está realmente muerta en ese mundo onírico o quizás es sólo una posibilidad –la muerte no como un fin irremediable- en un mundo que desafía la linealidad temporal a la que estamos habituados

De esa historia muchas veces relatada sobre cómo se conocieron A y X y sus sucesivos encuentros por azar resulta significativa su conversación al pie de una estatua de un hombre laureado y una mujer con un perro a sus pies mirando en sentido opuesto. X le explicó que el hombre notaba algún peligro y por tanto quería impedir que la mujer fuera más lejos y A decía que más bien era al contrario, era la mujer la que había visto algo maravilloso que señalaba con la mano extendida, ninguna alusión a ese perro (la naturaleza animal sólo en piedra o la imagen del instinto petrificado) que entiendo está relegado/acallado en esa cosmovisión racional mental sin pálpito. Y hablaron también de que supuestamente estaban al borde de un acantilado (el peligro que siente él) con el palpitante mar a sus pies señalando la amplitud del horizonte (lo maravilloso tras el riesgo que percibe ella)

Pero esa conciencia de la necesidad de afrontar el riesgo para alcanzar un horizonte mejor que está en la A del pasado se ha invertido en ese presente onírico: la A que nada recuerda tiene miedo y duda de qué camino tomar (la vemos en ese jardín entrando y saliendo por distintos senderos) X se da cuenta de su miedo a arriesgarse, así cuando la mujer le pregunta “¿Dónde quieres llevarme? ¿Qué vida tendré contigo?” él -consciente de su desdicha- responde “No se trata de otra vida, se trata de tú vida por fin”

Y en ese bucle casi eterno finalmente A se decide a salir de allí con X, elige como momento la simbólica medianoche cual cenicienta. Así, al sonar las horas se levanta y emprende la marcha, ella delante y él siguiéndola o una nueva inversión de roles que entiendo supone el recuperar la confianza en un horizonte mejor que un día ella abanderó. Todo ocurre bajo la atenta mirada del celoso M quien los observa alejarse; en ese alejarse X concluye su narración




Finales simultáneos

Final que coincide con el final de una representación teatral en los salones de ese hotel a la que asisten todos ensimismados, en ella un hombre relata a una mujer un símil de lo que ocurre en esta fábula espaciotemporal:

“Pasado de mármol como esas estatuas, como ese jardín labrado en la tierra y ese mismo hotel con sus personajes inmóviles, mudos, muertos desde mucho tiempo atrás, guardianes eternos de las telarañas de los corredores incluso cuando avanzo a su encuentro entre muros de rostros, máscaras vigilantes, indiferentes ante ti, mientras tú dudas mirando fijamente la entrada a ese jardín”, a lo que la mujer mirándolo responde “ahora ya te pertenezco”

Dos finales en los que X consigue convencer a su amada. Uno, el de esa función teatral de personajes calcados que destila una inquietante aceptación posesiva por parte de ella o el clásico “eres mía” machista que tan nefastas consecuencias ha tenido y tiene en la vida de tantas mujeres maltratadas. El otro –el que finaliza el filme- más halagüeño porque la mujer decide libremente y asume el timón de su arriesgado cambio personal

A mi entender la mayor lección de esta singular película está en retratar el peligro que supone el convertirse en adultos vacíos y superficiales, en personas desconectadas alejadas del natural vivir. Demasiados adultos han olvidado al adolescente, al niño y al animal instintivo que anida en ellos; ese necesario ser natural ya no está en su universo y malvive asfixiado bajo corazas defensivas. Son adultos desconectados de la naturaleza que pretenden racionalizarla a un algo predecible y controlable que puedan dominar. Un triste “vivir” que los convierte en autómatas

En este sentido, historias tan inquietantes y exageradas como esta pueden servir para darnos cuenta de que la extrañeza y la falsedad de este mundo escindido por el que transitamos tiene mucho que ver con nosotros mismos; tiene mucho que ver con nuestra incapacidad para superar nuestros miedos y de salir de nuestro letargo. De cada uno de nosotros –como sucede con A en la película- depende afrontar ese necesario y valeroso cambio personal


Este ensayo es la revisión del publicado en el diario CyL



Comentarios

Entradas populares