Jone, a veces: Los anhelos de una joven consciente

 


Tranquila, respira, descansa

El sol ha salido como todos los días y se respira ternura y frescura en tu piel

Disfruta amando, disfruta del minuto y del segundo que pasa sin darte cuenta pero que existe y perdura

Date cuenta de ti, de quién eres y para qué vives ¿no lo sabes aún? Está bien, no tenemos todas las respuestas

Mucho está hecho, mucho vivido y mucho experimentado, eres joven

Rabia, llanto y frustración- están y existen…

Eres princesa y reina, eres hija, hermana y amiga. Eres tú. Sigue el camino que aún está por recorrer y no tengas miedo de él. Es tu camino, es tu vida, es tu historia y tu guion

Gracias por ser tú

EMS (Oda a ti, fragmento)

 

Con enorme sensibilidad la realizadora vasca Sara Fantova nos adentra en el sentir de Jone (encarnada por una excelente Olaia Aguayo), una joven que acaba de dejar atrás la adolescencia y vivencia la abrupta enfermedad de su padre Aitor (Josean Bengoetxea, en una gran interpretación)

Jone, batzuetan (2025) se ambienta en un Bilbao jovial que celebra su Semana Grande, en ese espacio-tiempo de libertad con mayúsculas ella se enamora de Olga (Ainhoa Artetxe) y paralelamente se va dando cuenta de que el Parkinson de su aita va a más

Jone como postadolescente se encuentra en un punto crucial de su camino de vida (ese que tan bien se describe en la cita inicial) y en su conciencia existencial por la dureza vivida debido a la temprana muerte de su ama siente la ambivalencia del querer vivir ligera de cargas versus su miedo a perder también a su padre, el miedo a perderlo junto al miedo a cargar con esa nueva ausencia adulta que le afecta a ella especialmente como hermana mayor de la preadolescente Marta. Dos hijas muy unidas y prácticamente huérfanas de madre que vivencian como su padre está perdiendo facultades físicas y cada vez necesita más ayuda

Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers



La mirada añorada

La ficción arranca mostrándonos imágenes luminosas rodadas por la madre en las que vivenciamos la infancia feliz de Jone. La mirada cálida de la ama añorada como inicio y también más allá en momentos de intensa emocionalidad durante esa Semana Grande retratada. La añorada mirada amorosa femenina materna que el aita pese a su sensibilidad y entrega no pudo ni puede compensar

En este sentido, Fantova nos sumerge en el sentir del joven padre Aitor gracias a sus ambivalentes escritos que lee a escondidas la hija. Jone se siente identificada con su aita, con sus ganas de estar y con sus miedos de no llegar, con el vértigo de la responsabilidad en solitario que abruptamente debe asumir…

Porque Jone se sabe cuidadora principal del padre (así la considera la doctora de Aitor) y siente en sí la ambivalencia que sintió él al morir la madre, como él entonces ella es la responsable familiar, la cuidadora de su padre y por ende de su hermana pequeña

Toda esa carga familiar en un tiempo de necesaria liberación personal…



Amar juvenil

En efecto, Jone vive intensamente sus recién cumplidos veinte años junto a sus amigas en la ciudad festiva entregada al gozo de vivir. Allí está ella disfrutando en compañía y a la vez sintiéndose sola en su doble reto de ser joven adulta y cuidadora familiar. En este sentido es impactante la escena simbólica en la que la vemos atravesando un puente y cómo de pronto desaparecen todos los muchos que la rodeaban, todos los muchos que desconocen el vértigo escondido tras su alegría

Una soledad que alivia el encuentro con Olga, la desconocida que inmediatamente se convertirá en pareja de confidencias y amor carnal. Son bellas las imágenes de las dos bañándose en las aguas cantábricas, Olga con la seguridad de ser la mayor y más experimentada, y Jone a su lado en la liberación del compartir a oídos empáticos. Ese bañarse paradisíaco presente de Jone se funde maravillosamente con imágenes del paradisíaco pasado infantil playero junto a su ama

La madre perdida versus la pareja felizmente encontrada y que sin embargo no perdurará más allá de esa semana jovial conformando dos moradas pasadas por las que llorar y sonreír. La vida sigue y amar con mayúsculas es aceptar



Amar adulto

Parece que es necesaria la experiencia dolorosa y el factor tiempo para llegar a ese amar mayúsculo. Fantova nos lo visualiza en el retrato de Aitor, ese hombre que celebró en sus escritos el nacimiento de sus hijas, que asumió el reto de cuidarlas solo y que acabará asumiendo su frustrante situación presente

Y es que en un principio el hombre no acepta plenamente sus limitaciones físicas en una mezcla de orgullo y miedo. Será tras el simbólico golpe que se dará conduciendo su coche –ese que sabe ya no puede/debe manejar- cuando entrará definitivamente en razón de corazón

Aitor lo asumirá y expresará su voluntad de no ser una carga. En ese amor adulto buscará liberar a sus hijas e intentará no preocuparlas. Es magnífica la escena final en la que en una sesión terapéutica él y Jone se miran en una mirada tan luminosa como la de la ama añorada y por qué no decirlo como la de la empática realizadora vasca




 

 

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