El imperio de la luz: De la verdadera amistad y el arte cinematográfico

 


Descubre la luz en el seno de las tinieblas

Inscripción resaltada en la película

 

La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido

Rabindranath Tagore

 

Qué valioso es el tener buenos amigos, el compartir amistades verdaderas. Se comprueba su valor “cuando todo se ha oscurecido” alrededor o “en el seno de las tinieblas” de uno mismo, es decir cuando se vivencian grandes penas y fatalidades. En esas circunstancias tan difíciles suelen permanecer bien pocas personas al lado del necesitado de empatía y apoyo, esos pocos son los “luminosos y fosforescentes” auténticos y valiosos amigos

En este sentido, Sam Mendes nos ofrece toda una joya cinematográfica que retrata en reposada belleza una amistad verdadera entre dos personas marginadas: Hillary, una mujer con crisis esquizofrénicas (excelente caracterización de la gran Olivia Colman) y Stephen (interpretado por un convincente Micheal Ward) un joven de color que reside en un país demasiado blanco

El imperio de la luz (2022) se ambienta en el convulso Reino Unido gobernado por la implacable Margaret Thacher y tiene al fascinante universo del séptimo arte como telón de fondo

En efecto, el epicentro de la acción es un monumental cine que parece estar más allá del tiempo y que es todo un “templo” audiovisual cuyo evocador nombre es Empire, potente palabra que da título a la película

Pero el imperio en esta luminosa ficción para nada tiene la habitual connotación de dominio sobre otros que en consecuencia pasan a ser subordinados y uniformados sino todo lo contrario: el del sano orgullo de quien honra y es honrado en la dignidad lograda gracias al dominio propio fruto del conocimiento de uno mismo, del conocimiento de las luces y especialmente de las sombras que encarnamos



Horizontes

El Empire está ubicado en un enclave simbólico excepcional. Su fachada mira al mar, al fascinante horizonte natural marino que tanto ha evocado y evoca a la humanidad

Un horizonte marino que se convierte en pantalla adicional del “templo” del séptimo arte gracias a la transparencia de las numerosas puertas que le dan acceso. Mendes recurre a menudo a los planos que enfatizan esa proyección horizontal acuática desde el interior de la sala, concretamente desde el acceso a la gran pantalla cinematográfica ubicada simbólicamente frente a la de transparencia marina y sobre el cual se encuentra la poderosa inscripción simbólica “Descubre la luz en el seno de las tinieblas”

Dos pantallas que “se observan”: en la exterior la grandeza y el arte de la naturaleza con mayúsculas y en la interior la grandeza y el arte de la naturaleza humana, de la mirada del arte humano

Ante ambas pantallas uno puede sumergirse y sentirse “a salvo” pese a las vorágines del mundo, ante ellas uno puede dejarse llevar y “volar” libre de los miedos y los condicionamientos sean estos propios o comunitarios

Pero también ante ambas pantallas se puede vivenciar el lado oscuro de la naturaleza, en especial las sombras de la naturaleza humana

El realizador británico nos lo recuerda en una de las mejores escenas del filme en la que se nos muestra como unos manifestantes xenófobos profanan el Empire para cargar contra Stephen por su condición étnica. Impresiona verlos en desbordada rabia contra esa pantalla de puertas traslúcidas antes de conseguir acceder por la fuerza al interior

 

Debo advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers



Almas aprisionadas

En ese “templo” del celuloide se conocen Hillary y Stephen. Ella es la veterana encargada del local y él es el nuevo trabajador que desconoce el oficio

Poco a poco surge la fascinación entre ambos, por ese sentir Hillary le muestra a Stephen el ático cerrado al público que alberga un maravilloso café fuera de servicio. Ese va a ser su lugar de encuentros, allí junto a un piano mudo y en las mesas con vistas al mar van conociéndose en amistad creciente

Y en ese encantador mirador sanan juntos a una de las varias palomas que allí anidan, una paloma herida que no puede volar; una sanación física en comunión que se entiende es imagen simbólica de como juntos van ayudándose a sanar y volar fuera de sus respectivas cárceles

En el caso de Hillary su cárcel es la enfermedad mental y así mismo la vergüenza de sentirse inferior -de la que su jefe se aprovecha- por su inestabilidad emocional y conductual, una vergüenza que llegará a confesar que es heredada del padre. Se lo revelará a Stephen tras numerosos rechazos a hablar de su doloroso pasado que guarda protegido en su soledad vital

Por su parte el joven -de naturaleza mucho más abierta que Hillary- se siente prisionero de la impotencia y la rabia que le produce el ambiente racista que imperaba en el Reino Unido de la época (y que lamentablemente rebrota en la actualidad por todo el mundo occidental)

En ese acercamiento de almas aprisionadas surgirá también la atracción física que sin embargo no significará lo mismo para ambos. Así, para Hillary los abrazos carnales tendrán mayor calado que para su amigo “con derecho a roce”

Una amistad que crece -no sin algún altibajo- y perdura a pesar de la desigualdad de sentires pasionales y a pesar de lo difícil que es para Stephen relacionarse con su amiga en sus fases de crisis y en sus encierros de soledad enfermiza

Es precisamente en estos momentos de oscuridad personal cuando Stephen demuestra su amistad “fosforescente”. Es el único que la visita en casa cuando se ausenta por sus crisis emocionales, la visita a pesar de las recomendaciones en contra de otros compañeros del trabajo

Del mismo modo, Hillary es la única que durante el asalto homófobo del Empire no huye a refugiarse de la muchedumbre violenta y con valor defiende a su amigo protegiéndole del linchamiento al que lo someten. Y así mismo ella es quien lo acompaña en la ambulancia y la única que lo visita en su larga recuperación hospitalaria

Se ayudan y se apoyan en todo: Hillary siempre lo alienta a levantarse y a perseverar en su objetivo que es el estudiar arquitectura. Por su parte Stephen la anima a que salga de su aislamiento y se atreva a entrar en la sala cinematográfica para sentarse con la gente “que no la conoce” y ver las películas como hacen todos los demás empleados. Un aliento mutuo que será determinante



Luz, oscuridad e ilusión

Más allá de retratar el gran valor de la amistad verdadera, El imperio de la luz es un bello homenaje al séptimo arte y en especial a los tiempos dorados previos al streaming, tiempos no tan lejanos en los que eran habituales las grandes salas de exhibición como el Empire, salas que acogían multitudes entorno a pantallas panorámicas con imponentes cortinas a menudo aterciopeladas

En este sentido homenaje, el realizador británico se vale principalmente del personaje de Norman (notable interpretación del veterano Toby Jones) para honrar a grandes del universo fílmico de todos los tiempos. Y es que el carismático proyeccionista tiene todas las paredes de su cabina de proyección empapeladas con fotografías y carteles cinematográficos

Lo vemos junto a Stephen en su “santuario” (pocos tienen ese privilegio) instruyéndole en el arte y la mecánica del oficio de alumbrar fotogramas. Le habla de cómo funciona “el rayo de luz que ve la gente”, de que “sin luz no pasa nada” porque los rollos de celuloide albergan fotogramas estáticos encadenados “con oscuridad entre ellos” pero que a la velocidad adecuada crean ilusión de movimiento. Una ilusión en luz que logra que no veamos esa -simbólica- oscuridad enlazante

Luz, oscuridad e ilusión de movimiento como base de la “magia del cine” que hace “volar” al espectador sensible a su influjo, es decir al espectador que en mayor o menor medida conserva y cuida la inocencia del niño que anida en cada uno de nosotros

Ese niño que fuimos y que somos siempre y que es ilusión por la vida, ese niño que Norman tiene presente mediante una fotografía de su infancia presidiendo la ventana de proyección. Y ese niño de todas las edades físicas que en el patio de butacas toma golosinas o palomitas de maíz mientras disfruta como tal gracias al “rayo de luz”

Así mismo la tríada luz-oscuridad-ilusión puede tomarse como símbolo que invita a reflexionar acerca de la ilusión de la vida ahora y aquí. Así lo entiende el realizador británico en boca de Norman y así lo entendemos muchos

Por todo ello cabe exclamar ¡qué grande es el cine!, un arte vivo que es proyección de vidas reales y ficticias que resuenan en nosotros; en sabias palabras del propio Mendes “Las películas, en retrospectiva, son un mapa para tu vida, pero primero necesitas vivirla”

 

Este ensayo es la revisión del publicado en el diario chileno CyL




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