Portait of Jennie: El amor como fuerza más allá del espacio-tiempo

 



Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo. Esta fuerza universal es el amor

Albert Einstein

 

William Diertele nos ofrece una bella fábula entorno al amor como fuerza más allá del espacio-tiempo que tiene como protagonistas a Eben Adams, un pintor solitario y Jennie Appelton, una enigmática joven que parece conocerlo. Portait of Jennie (1948) -que está basada en la novela homónima de Robert Nathan- es una obra maestra por su arte visual, por su guion lleno de simbolismos con profundo significado trascendente y por las excelentes interpretaciones de Jennifer Jones y Joseph Cotten


Preliminar

Para aquellos lectores que no hayan visto este filme y quieran hacerlo: quizás sea mejor leer este artículo tras su visionado dado que en él se explican detalles esenciales de su argumento (incluido el final)



Arte

Diertele consigue una delicada obra de arte estética empleando creativamente los limitados recursos técnicos de la época. Ya en el inicio nos muestra un fondo de nubes vistas desde el cielo, unas nubes que asemejan un volcán en erupción. Unas nubes que dejan entrever el Nueva York invernal en el que se ambienta esta historia de amor eterno

La historia tiene un marcado componente etéreo –las nubes del inicio ya lo anuncian- ligado al personaje de Jennie quien aparece y desaparece en la vida de Adams de forma misteriosa, como por “arte de magia”. El director alemán logra transmitir brillantemente ese transitar de ella empleando sugerentes brumas y con logrados planos a contraluz solar en los que Jennie “surge” o “desaparece”

Y el detalle –genial, a mi entender- de que algunas escenas tengan como fondo el rugoso lienzo de un cuadro, el cuadro que define al personaje Adams y que vincula al propio Diertele como “pintor” de celuloide en esta obra. En este sentido es de gran maestría su uso del color en las escenas finales al mostrarnos una tormenta en gama de verdes que nos impacta por su bella fuerza, verdes que mutan a rojos cuando esta ya ha pasado y vuelve la calma. Unas gamas monocromáticas que pueden entenderse también como evocación de lo etéreo tal y como se explicará en el anexo final de este ensayo




La humanidad y el espacio-tiempo

En los primeros minutos del filme, una voz en off nos introduce al tema trascendental que hay tras esta bella fábula de amor. Se nos relata la inquietud humana por conocer y entender el secreto de nuestra existencia temporal en este extraño mundo que denominamos realidad

Y surge una cita de Eurípides sobreimpresa en las nubes como reflexión:

¿Quién sabe si morir no es vivir y si aquello a lo que los mortales llaman vida no es sino la muerte?

Mientras, la voz nos recuerda que la ciencia postula que nada muere, sino que todo se transforma. Y que ni siquiera el tiempo pasa porque describe curvas a nuestro alrededor y así tanto el pasado como el futuro siempre interaccionan con nosotros. Nos cuenta que ante tanto misterio -y a pesar de las opiniones/respuestas de filósofos y científicos de todos los tiempos- seguimos desconcertados por lo que cada alma humana ha de encontrar el secreto de la existencia en su propia fe. La voz concluye afirmando que la leyenda de El Retrato de Jennie se basa en dos poderosos ingredientes de la fe: la verdad y la esperanza

Y antes de dar paso a su desarrollo se nos muestra sobreimpresa otra cita para reflexionar, son palabras de John Keats:

La belleza es verdad; la verdad, belleza. Eso es lo único que sabéis en la Tierra y lo único que necesitáis saber

 



Invierno mental

Adams es un hombre que siente la soledad, lo vemos caminando reflexionando sobre sí mismo “Hay un sufrimiento en el artista que es peor que el invierno o la pobreza. Se trata más bien de un invierno mental. Un sentimiento terrible, la indiferencia del mundo” Esa indiferencia en parte puede ser reflejo de su dificultad –común en tantos artistas- para vivir de su arte, pero pronto comprobaremos que hay algo más que una mujer perceptiva pondrá en evidencia. En efecto, el pintor visita una sala de arte para vender su obra y la galerista Spinney le comenta “aquí no hay ni pizca de amor, ¿qué le ocurre, Adams?”, ella ve el enorme potencial desaprovechado de un hombre que transita por la vida como autómata helado en su invierno de soledad

Esas palabras de ella, ese descubrimiento de la falta de amor parecen presagiar lo que va a suceder. Porque en su caminar solitario por el nevado Central Park neoyorquino, Adams siente algo extraordinario que describe así: “De repente los sonidos de la ciudad se habían apagado y se oían lejanos. Parecían venir de otro tiempo. Como el sonido del verano (o el ansiado calor del que vive congelado) en una pradera tiempo atrás” Y ve/vemos a una niña haciendo un muñeco de nieve, es Jennie quien le explica que sus padres son trapecistas y que actúan en un lugar que Adams sabe que fue derribado años atrás, pero ella habla de ese tiempo pasado como si fuera presente

La intuitiva niña se interesa por sus pinturas y al verlas le sugiere que pinte gente preguntándole si no tiene a nadie con quien jugar (o con quien compartir la vida como juego). Consciente de que no es así, Jennie sostiene que desearía que él esperara a que ella crezca para estar siempre juntos. Ella en ese deseo de corazón le ofrece a Adams el calor del amor que él no tiene, el amor que falta en su obra y en su vida de invierno mental

Y le canta una canción cuya letra describe el misterio que encarna

De dónde vengo, nadie lo sabe. Y a donde voy acaba yendo todo. El viento sopla, el mar fluye. Nadie lo sabe, Y a donde voy nadie lo sabe

Jennie se despide y “olvida” un paquete que Adams guarda y que contiene un pañuelo. El pintor queda impactado por esa niña vital y siguiendo su consejo empieza a dibujar un retrato (es decir a interesarse por conocer a una persona que es el primer paso para descongelar corazones). Ese retrato es el de la propia Jennie que tanto a Spinney como a su socio gusta mucho al ver en él lo que no habían visto antes en sus pinturas, ven el alma del pintor, ven el amor que renace en él. Y el galerista comenta que Jennie le evoca la eternidad del amor verdadero que esa mujer misteriosa encarna

 



Amor, eternidad

Vemos a un satisfecho Adams de nuevo en el parque en pleno día patinando sobre hielo. Y aparece de nuevo Jennie también patinando (aparece a contra luz junto al foco solar y entre dos rascacielos que asemejan un portal temporal), ella lo toma y gira a su alrededor haciéndolo girar en su rigidez de invierno mental. Adams –y nosotros- se da cuenta de que ella ha crecido mucho “Me estoy dando prisa ¿no recuerdas nuestro deseo?” Y él simbólicamente cae ante el brío contagioso del patinar (del vivir y del amar implícitos en ese patinar) de Jennie, una caída que en su creciente complicidad de amor les provoca risa, la risa del deshielo

La chica le pide que guarde su pañuelo (que no la olvide) hasta que crezca más y se despide sin concretar cuándo volverán a verse. Se despide en el mismo momento que llega Spinney quien no la ve. Porque sólo Adams ve a Jennie, es por él que ella está allí, es él quien necesita aprender y recordar gracias a su “aparición” lo que es amar de verdad

Y lo consigue puesto que el pintor está cada vez más enamorado de una Jennie que regresa en distintas ocasiones y se siente extraño durante sus ausencias. Y en ese enamoramiento va conociéndola mejor gracias a la verdad de lo que ella relata como presente y que él comprueba que fue pasado

En una de sus sorpresivas apariciones que acontece en casa de Adams (la imagen de su mayor acercamiento), ella afirma que siempre estarán juntos y observa uno de sus cuadros. La obra representa un mar bravo en el que destaca un faro que ella identifica como el faro de Land’s End a pesar de que no recuerda haber estado nunca allí. Tras ese observar el faro del fin de la Tierra los vemos juntos mirando el simbólico ocaso de ese día y a ella afirmando a propósito del tiempo, de que será “mañana”, un significativo “Es siempre. Esto fue mañana una vez”

De nuevo solo caminando por el parque Adams reflexiona sobre lo vivido concluyendo que se dio cuenta de que el amor es infinito. La llama del amor está ya plenamente viva en él, es el amor el que le hace sentirse extraño en su realidad cotidiana, él siente en sí la fuerza del amor verdadero que –entiendo- no tiene fin porque está más allá del espacio-tiempo conocido, porque no es tiempo sino que es eternidad

Así, en el momento en que Adams reconoce/evoca esa fuerza en sí mismo aparece de nuevo Jennie. Ahora sí Adams siente de verdad –como ella- que estarán juntos siempre

Pero Jennie le comenta que aún no es el momento y le invita a tener fe. Simbólicamente la vemos posando para finalizar su retrato (la imagen de que Adams ya la conoce, ya la ama de verdad) afirmando que se siente como si hubieran estado toda la vida juntos, sentimiento que él comparte por lo que se besan por primera vez

Y nuevamente sin Jennie, nuestro hombre averigua ya todo sobre su amada, sabe que murió hace años víctima de un maremoto que azotó la costa de Nueva Inglaterra; se la vio navegando cerca del faro de Land’s End y no se la encontró nunca. Fue un 5 de octubre y Adams se da cuenta de que “casualmente” faltan pocos días para esa fecha en su presente, así que se dirige allí




Tormenta y calma

En la que considero la mejor escena de la película vemos a Adams navegando el día señalado a bordo de un velero en un mar en calma. De pronto el blanco y negro cambia a verdes, ahora hay tormenta, es pues ese fatídico día “pasado”. Con dificultad Adams llega al faro, allí se nos muestra la impresionante escalera de caracol que asciende a la simbólica luz. Impresiona la imagen en sí y más aún todo el simbolismo que alberga ese ascender sinuoso/helicoidal hacia la luz. Y ya desde la terraza superior el desesperado amante ve llegar a otro velero, baja y entre las olas chocando con las rocas aparece Jennie

Adams asegura que no volverá a dejar que se vaya “te quiero a ti, no sueños de ti. Podemos tener una vida juntos” Pero ella le habla de trascendencia por amor, de otra realidad con mayúsculas: “Esto acaba de empezar, no hay vida hasta que has amado y has sido amado. Y tampoco hay muerte” Unas palabras profundas pronunciadas entre fuertes olas que dejan a Jennie colgando de la mano de su amado, la joven le dice que se vaya sin ella “debes seguir viviendo pero con fe”. Y la gran ola final que la arrastra sin que Adams pueda “salvarla” (aunque en verdad es ella quien lo ha "salvado")

Tras la poderosa tormenta verde, se nos muestra la también bella imagen del faro y la mar calma en tonos rojizos; ahora Adams se repone y Spinney ha venido a saber de él. El pintor le pregunta por su amada pero nadie la vio ni a ella ni a su velero. Los dos amigos hablan sobre la extraña existencia de Jennie y la galerista afirma que lo importante es que él cree en esa misteriosa mujer, momento en que él ve el pañuelo de su amada (el pañuelo de la "primera" vez, del recuerdo, de la promesa) que encontraron junto a él. Así que Jennie es real, ahora Adams está plenamente convencido y así se lo expresa:

“Volví a ver a Jennie. No pasa nada, no la he perdido. Ahora todo está bien”

Todo está bien, Adams ha salido de su invierno mental gracias al fuego del amor de corazón y en ese deshielo ha recordado/vivenciado la eternidad del amor más allá de nuestra limitada “realidad” espacio-temporal




Anexo: Simbología del color

A pesar de estar rodada en el blanco y negro propio de la época, Portait of Jennie destaca por la fuerza –visual y simbólica- de su blanco y de esos verdes y rojizos finales

El ambivalente blanco simbólico del lienzo a pintar así como de la nieve que cubre la ciudad y de la poderosa luz blanca solar:

El cuadro en blanco del pintor como imagen de la vida espacio-temporal que espera nuestra implicación y cooperación creativa a lo que el misterioso "destino" nos propone

Y el blanco de la nieve que cubre Nueva York como imagen del mundo congelado (de la naturaleza detenida, de la suspensión) que espera el regreso del fuego del amor regenerador de vidas y de mundos mediante la implicación y cooperación creativa personal

Pero también el blanco del regreso tras las largas noches invernales de la luz blanca (un blanco luminoso que contiene y abraza todos los colores) como imagen de la afortunadamente nunca agotada esperanza de renacimiento a pesar de tanto. Ese blanco luz solar es protagonista en las apariciones de Jennie dentro del invierno neoyorquino de Adams

Y los magnéticos verdes y rojizos:

El verde -que es la suma de los básicos azul y amarillo- que aparece cuando los tiempos de Jennie y Adams convergen. El verde que asociamos a la esperanza, el verde de la naturaleza en esplendor y por extensión de la vida en la Tierra

Ese verde cinematográfico de Diertele me recuerda el verde de los primeros ordenadores y el verde software de la saga The Matrix. Una evocación pues de la Matriz o Maya como modelo que busca explicar nuestro extraño mundo, nuestro misterioso espacio-tiempo. Una Matriz electromagnética “verde” visualizada en la descarga de la gran tormenta

Y el rojo del corazón (el tercer tono básico), de la sangre, de la “mar de fuego” que late en todos nosotros. Los bellos rojos del amor con mayúsculas que Adams ha abrazado en esa mujer que lo encarna y que en consecuencia ha abrazado en sí mismo

Este ensayo es la revisión del publicado en el diario CyL







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