El hombre de la máscara de hierro: En defensa de la autenticidad y la solidaridad
Randall Wallace escribe y dirige esta notable película de aventuras ambientada en tiempos de los míticos mosqueteros e inspirada en el hecho histórico del misterioso preso conocido como el hombre de la máscara de hierro. Una intriga palaciega que entretiene, emociona y es todo un alegato en defensa de la autenticidad y la solidaridad humana ante los poderes uniformadores dictatoriales
El hombre de la máscara de hierro (1998) tiene grandes actores protagonistas: John Malkovick (Athos), Jeremy
Irons (Aramis), Gérard Depardieu (Porthos) y Gabriel Byme (D’Artagnan) todos
impecables en sus interpretaciones y un Leonardo di Caprio que interpreta a dos
personajes antagónicos: el rey Luis XIV y Philippe
Unus
pro ómnibus, omnes pro uno
Lema
nacional de Suiza
Uno, Solidaridad
Este antiguo enunciado que es lema nacional suizo desde su configuración como estado, es utilizado en aquel tiempo por Alejandro Dumas para sus populares novelas de capa y espada en torno a los tres mosqueteros y D’Artagnan. El lema en el pequeño país helvético expresa la voluntad auténticamente democrática y unionista de la Confederación Suiza, una república federada que aglutina distintos territorios (cantones), que tiene varias lenguas y en la que todo lo importante se resuelve en referéndum. El “todos para uno y uno para todos” o la solidaridad de la verdadera unidad, un gran lema
Dumas trasladó este noble enunciado (que tanto recuerda a los principios del mito rey Arturo y sus caballeros) a sus caballeros espadachines al servicio del rey Luis XIV francés. Caballeros que son camaradas, que luchan y se divierten juntos, que se respetan y respetan a la gente, caballeros que a la vez son respetados porque emanan valor y autenticidad, caballeros que se saben del pueblo y que lo defienden entrando a menudo en contradicción con su lealtad al rey. Un rey que lamentablemente es un déspota que pasa de su pueblo, una patética sombra del buen rey y que paradójicamente se hace llamar rey sol. Pero ni brilla ni da calor a sus gentes
Luis XIV está considerado por los historiadores como prototipo de
la monarquía absoluta; la antítesis del buen rey de todos y para todos que sería
la encarnación real (con mayúscula) de la solidaridad, tan necesaria y tan
desafortunadamente escasa en nuestro mundo a lo largo de los demasiado injustos
tiempos de los que tenemos memoria
Dos, la dualidad Bien-Mal
La película plantea desde esta necesidad del buen rey, una fabulación sobre el hombre de la máscara de hierro del que poco se sabe en realidad pero del que se sospecha que tenía sangre noble. Necesidad Real que entendemos al ver la patética y cruel forma de ser y reinar de Luis XIV. Un rey que ordena alimentar a su pueblo hambriento con comida en mal estado, un rey que esclaviza a la bella joven Christine llegando a provocar su suicidio, un rey que abochorna a su madre y a su fiel capitán de guardia D’Artagnan
Y a partir de aquí los “temidos” spoilers, lectores estáis
avisados
D’Artagnan se mantiene al lado del rey a pesar de que deteste su forma de gobernar porque se sabe su padre, el capitán de los mosqueteros es el amor secreto de Anne la reina madre. Amor de pareja cuyo fruto es Luis, un fruto que le revuelve su noble corazón. Un amor secreto para todos y un amor secreto que esconde otro secreto que él desconoce. Pero al final D’Artagnan descubrirá que tiene otro hijo
Cuando la reina madre dio a luz al futuro rey Luis también dio luz a otro niño gemelo de nombre Philippe (el segundo en nacer) que fue escondido por orden del entonces rey para evitar posibles peleas fratricidas por su sucesión tal y como había visto en otros reinos. Esa verdad la conocen Anne y recientemente el actual rey tras la muerte de su padre. Luis, siempre celoso, ordenó inmediatamente su encierro con la máscara de hierro para que nadie pudiera verlo
Y es que Philippe es la otra cara del rey, es realmente noble en el bello sentido de la palabra, es inocente, es sensible, se entrega, quiere el bien de todos, trata a la gente con respeto y delicadeza… Philippe hubiera sido el buen rey que tanto necesitaba el reino. Sabemos eso cuando los tres mosqueteros lo liberan de su encierro. Gracias a ellos Philippe descubre quién es y porqué fue encerrado. Y gracias a ellos se convierte en rey al cambiarse por su déspota hermano en una fiesta de palacio, un baile de máscaras. Las máscaras festivas versus la dura máscara impostada que durante tanto tiempo él soportó en sí mismo
Y sabedora de ello por primera vez, la reina madre acude al baile en su auxilio-apoyo para sentirlo-se a su lado. Bella escena de una madre que puede ver a un hijo al que creía muerto y de un hijo que no conocía a quien le dio la vida, bella escena de sentimientos contenidos ante las convenciones y ante el secreto del cambiazo que los demás ignoran. La buena gente sonríe al verla allí, y ellos dos se sonríen también mirándose con complicidad
Pero irrumpe su amante Christine y Philippe no actúa como lo haría su despótico hermano, se hace evidente que no es el rey. D’Artagnan –que nada sabe-apresa al buen rey
D’Artagnan está roto al ver tal parecido en el “impostor” y por boca de Luis sabe la verdad, sabe que Philippe es su hermano, que es pues también su hijo. Y le pide clemencia al rey para con su hermano, le confiesa su deseo de que él algún día fuera un buen rey “mejor que la ley” (bellísima definición de gobierno humano). Pero Luis, inflexible, ordena la muerte de los tres mosqueteros como cómplices de la sustitución y que vuelvan a encerrar a su hermano con la máscara
Ahora sí que D’Artagnan ya no sirve a ese rey déspota y avisa a sus amigos de que les dejará entrar para que liberen a Philippe. Al liberarle, Philippe les comenta ante su temor por su estado de ánimo “yo uso la máscara, ella no me usa a mí”; el hermano gemelo ahora sí se siente Rey de sí mismo y en consecuencia puede ser Rey de todos. La adversidad provocada por el "rey" déspota (su propia sombra), la fuerza del mal que encarna Luis ha hecho posible que surja esa fuerza Real en Philippe, una fuerza que probablemente sin esta situación tan dura no hubiera podido desarrollar en sí mismo porque es difícil ser fuerte y encarnar valor cuando se ha vivido entre algodones
D’Artagnan se añade al grupo rebelde, pero los cinco quedan atrapados ante Luis y sus mosqueteros. El rey oscuro le da oportunidad a D’Artagnan, es en ese instante cuando su padre se confiesa como tal a Philippe y a sus tres amigos “nunca supe de tu existencia y nunca sentí orgullo como padre hasta este momento” le dice emocionado
En una gran escena (la mejor del filme en mi sentir) de lo que significa el valor de la autenticidad, los cinco salen a la carrera ante decenas de mosqueteros que impresionados les disparan por la insistencia de Luis pero sin querer mirar
Y entre la simbólica nube de pólvora del odio resurgen los héroes, ante tamaña dignidad tanto el capitán como todos los mosqueteros presentes se les subordinan. Luis está ahora solo y rabioso, desesperado salta con un puñal sobre Philippe pero el padre se interpone quedando herido de muerte. Ahora es Philippe quien salta sobre Luis y D’Artagnan impide que lo ahogue recordándole que es su hermano y pronunciando sus últimas palabras “esta es la muerte que siempre quise”. “Tú eras el que llevaba la máscara” comenta su noble hijo abrazándose al gran capitán ya muerto
Luis llevará ahora la máscara y será encerrado, el nuevo rey sentencia “que encuentre la redención cargando los dolores que causó a otros” Pero al final se nos explica que “El prisionero de la máscara de hierro no se encontró jamás. Se murmuró que recibió un perdón real y fue trasladado al campo donde vivió tranquilamente visitado a menudo por la reina. El rey conocido como Luis XIV trajo a su pueblo comida, prosperidad y paz. Y se le recuerda como el mejor gobernante en la historia de su nación”, y es que no hay venganza en un auténtico Rey
Tras el triunfo del bien gracias a la inconsciente ayuda del mal que muestra la ficción está a mi entender el deseo compartido -en mayor o menor conciencia- por todos de un mundo mejor, el estar hasta las narices de tanto gobernante egoísta-déspota a lo largo de demasiado tiempo, de tanto gobernante de todos los colores y disfraces en tantos lugares que han pasado y pasan del pueblo. Ojalá este deseo venza las resistencias de nuestros miedos, ojalá seamos tan valerosamente humanos como Philippe, D’Artagnan, Athos, Porthos y Aramis
Tres y cuatro, las facetas de la diversidad humana
Athos, Porthos, Aramis y D’Artagnan son la imagen de la buena camaradería basada en el compartir y el divertir en-desde el respeto. Respeto alcanzado a través de la coherencia de vida, respeto que se emana, respeto que se siente; la antítesis de la imposición dictatorial que siempre esconde la falta de autenticidad
Cada uno de ellos es diferencia, cada uno es una faceta de la rica diversidad humana. Athos o el buen padre que ha perdido a su estimado hijo por la crueldad del rey déspota. Ese buen padre que renace gracias a Philippe quien le pide le considere su hijo a la muerte de D’Artagnan. D’Artagnan considerado por sus tres amigos como el mejor de ellos, hombre íntegro como pocos y hombre que llevó durante demasiado tiempo el peso de la decepción de tener un hijo como Luis sin saber que tenía otro hijo tan bello
Aramis, el místico y quizás el más inteligente, es él quien planea liberar al buen rey y hacer el cambiazo con su hermano. Y Porthos o el “bon vivant”, el libertino amante del placer, amante del buen comer y beber, amante de la compañía femenina. Todos bien distintos pero en su diferencia unidos por sus nobles principios, unidos por el bien común
Es bella la imagen de sus espadas reunidas enfocadas al suelo
mientras corean su famoso lema. Todo como imagen simbólica de
servicio-ofrecimiento a la tierra que les ha visto nacer y por la que se
entregan, a la madre tierra femenina de su reino que ellos en su nobleza y
autenticidad entienden como reino de todas y todos por igual
Un mundo de máscaras
Sabemos que las máscaras esconden la verdad de los rostros. Puede ser un juego divertido, deseado donde mostrarse más libre y desenfadado como ocurre en los carnavales. O puede ser un mecanismo para no ser visto-reconocido como sucede por ejemplo en gente que acude a una manifestación en estos tiempos de control total
En el fondo, todos usamos máscaras. La máscara de la sonrisa ante el jefe que no soportamos, la máscara piadosa utilizada en “fiestas de guardar” de nuestras religiones, la máscara solidaria en según qué ratos en los que no podemos evitar mirar tanta injusticia… Máscaras muy comunes de las que somos plenamente conscientes y forman parte de nuestra indumentaria cotidiana, máscaras de las que a menudo tememos desprendernos por miedo a ver-sentir la verdad de nosotros mismos, la verdad de lo que somos
Entiendo que en general transitamos en este mundo sin ser capaces de vernos más allá de esas múltiples máscaras (de padre, de madre, de hijo, de mala, de buena, de optimismo, de pesimismo…). No tenemos el valor de identificarlas, de desprendernos de su habitual pesada carga buscando comprender qué nos significan… y en esa falta nos entregamos a algo así como un baile de máscaras colectivo que nos gobierna y nos aleja de nosotros mismos (y en consecuencia de los demás)
Un baile puede disfrutarse si elegimos conscientemente bailarlo, si la música nos resuena…; o puede ser insoportable si nos obliga a entregarnos a una música impostada que para nada es nuestra. De cada uno de nosotros depende encontrar el valor para poder decir desde la autenticidad “yo uso la máscara, ella no me usa a mí” tal y como logra hacer finalmente el arquetípico Rey Philippe con la pesada máscara familiar que su hermano le obligó a portar
Este artículo es la revisión del publicado en el diario CyL
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