Querer: Palabra de mujer

 



Las personas que se preocupan por ti pueden oírte cuando estás callado

Anónimo

 

Tras su excelente debut cinematográfico con Cinco lobitos (2022), Alauda Ruiz de Azúa nos ofrece otra sobresaliente ficción a propósito de la violencia de género en la oscura intimidad de la alcoba. Querer (2024) nos plantea un caso que pese a su condición ficticia rezuma autenticidad, la autenticidad del drama silente de tantas mujeres de vidas “normales” que para nada lo son

La serie ha sido reconocida por el público -y la crítica- como una de las mejores del pasado año. Reconforta esa valoración unánime por lo que supone como denuncia social en tiempos de creciente cuestionamiento a las políticas a favor de la igualdad de género. Y paralelamente reconforta ese reconocimiento porque Querer es una obra artística muy bien elaborada en la que todo se conjuga armoniosamente

Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers

 


Salir a la luz

Miren (Nagore Aramburu, sobresaliente) tras treinta años de matrimonio y con sus dos hijos ya independizados decide denunciar a su esposo Iñigo (Pedro Casablanc) por violación continuada

En un excelente tenso inicio, la vemos abandonar apresuradamente su “hogar” temiendo ser descubierta por un Iñigo que ignora su decisión pero que ha regresado mucho antes de lo previsto de su viaje profesional. En ella el miedo atroz y asimismo la valerosa determinación de dejar atrás su no vida con ese hombre, en ella la valentía de salir a la luz y por fin tomar la palabra

Se nos muestra la sorpresa de Aitor (Miguel Bernardeu) e Ion (Iván Pellicer), quienes para nada sospechaban que su madre estuviera tan mal como para divorciarse y menos aún que necesitara denunciar al padre. El pequeño Ion la apoyará pero Aitor no e incluso llegará a apartarla de su único nieto en su entrega total a Iñigo

Azúa nos sumerge con maestría en esas vorágines familiares gracias al elaborado retrato de cada personaje en sus humanas ambivalencias. Un tumultuoso y largo proceso que acabará afectando a la relación entre hermanos y a la de Aitor con su mujer, y cuyo punto culminante será el juicio que ha de determinar si se da validez a la palabra de una mujer que ha callado siempre



Expresarse, quererse

Porque Miren nunca hizo partícipe de su dura realidad a sus hijos quienes fueron incapaces de oír sus silencios. Y con Iñigo ella callaba su repulsa por miedo a sus represalias, sólo en algunas ocasiones de gran riesgo como cuando se restablecía de los partos lo intentó pero al hombre no le dolían los puntos ni estaba extenuado por el reciente nacimiento de sus hijos...

Estas y otras circunstancias las explica Miren al juez en desbordante sentir que va mucho más allá de las palabras. Y explica cómo reaccionaba Iñigo cuando ella le contradecía ni que fuera mínimamente tanto en la intimidad como en las pocas reuniones sociales a las que acudían, unas formas que Aitor ha mimetizado y que le llevan a vomitar al acabar el juicio en el que su madre expulsa la verdad que él como “hombre macho” no ha querido ni ver ni aceptar

Pero Aitor cada vez se siente más incómodo en las reuniones familiares del pudiente clan paterno que tienen como objeto de escarnio a su madre. Y es que Iñigo disfruta viéndose vencedor gracias a sus poderosos abogados, y en ese creerse superior que lo define –y por el cual anuló en todo a su mujer quien dejó de trabajar y de ver a su madre por su presión- tergiversa los hechos en su beneficio. Total no hay pruebas de casi nada, es su palabra de hombre “respetable” contra la palabra de una mujer “sin recursos”

Pero ese convencimiento paterno nunca resonó en Ion y tras años de evitación se hace evidente que tampoco resuena en lo profundo de un Aitor a quien el conflicto de sus progenitores le ha abierto miras permitiéndole deshacerse de patrones violentos paternos

Azúa nos deja un final abierto que entiendo es de esperanza, la esperanza de que la palabra de Miren ya es entendida por los que más quiere: sus hijos; y en ese apoyo encontrar finalmente el reconocimiento social a la dura verdad vivenciada. Un reconocimiento necesario tanto para ella misma como para tantas mujeres como ella

En todo caso Miren, quien siempre supo lo que es querer a sus hijos, ahora ha tenido el valor – el empuje y la constancia- de quererse a sí misma pese a tanto para así poder vivir su vida. Querer es eso, querer empieza por quererse







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