En 80 días: De las mujeres cuidadoras y la sexualidad
Cuando soy aire
un pájaro fulgente
me hiere con las facas de su canto
Cuando soy mar
nubes incandescentes se lanzan de cabeza a mis espejos
quiebran mi respirar con llanto carmesí
Cuando soy tierra
siento como la roca de mi carne
se deshace en guijarros, en arena, en fino polvo, en
nada
Cuando soy mujer -oh, cuando
soy mujer-
la sal mana incesante de mis poros
y poemas descerrajan mi garganta
Denise Levertov
José Mari Goenaga y Jon Garaño nos ofrecen una ficción de gran sensibilidad entorno al re-encuentro de las septuagenarias Axun y Maite, amigas íntimas en su adolescencia que coinciden décadas después en el peculiar espacio de una habitación hospitalaria. Allí están ingresados dos hombres en coma a los que cada una de ellas cuidan. Y allí mismo revivirán ese pasado de amistad y despertar sexual que las unió
Más allá de su lúcido guion –que firman José y Jon- , la película destaca por las excelentes interpretaciones de la pareja protagonista a cargo de Itziar Aizpuru (Axun) y Mariasun Pagoaga (Maite)
Como su título sugiere, En 80 días (2010) nos adentra en un proceso que es el de reconocimiento de estas dos mujeres radicalmente distintas, especialmente el de Axum cuya vida dista mucho de ser feliz
Sándwiches generacionales
En efecto, Axun está casada con un hombre con el que poco tiene en común y soporta el maltrato psicológico de su única hija que vive en la américa yanqui
Axun encarna el terrible arquetipo de la mujer patriarcal quien siguiendo la tradición entiende como deber el anteponer el cuidado a los demás al suyo propio. Mujeres afortunadamente ya en proceso de extinción que se entregaban/”sacrificaban” cuidando la casa familiar, un cuidado que en el caso de los hijos a menudo se extendía mucho más allá del abandonar las paredes físicas del hogar materno
La casa como responsabilidad física y emocional, y esa “casa” abarca a los de arriba propios y ajenos (padres, suegros, hermanos… aunque quizás no vivan físicamente allí) y los de abajo, los hijos. Mujeres “sándwich” atrapadas en medio de generaciones que demandan
En definitiva, mujeres obligadas por la tradición patriarcal y la –a menudo sutil- presión social del qué dirán (la gente, los vecinos, la familia…) Mujeres que por esa anulación morían día a día y más al no ser comprendidas plenamente por aquellos a los que más amaban: esposo e hijos. En esa dura realidad fácilmente devenían mujeres aisladas de tendencia sufriente que sentían los abismos emocionales depresivos. Mujeres que a pesar de su edad nunca se jubilan porque olvidaron el significado real del júbilo
Axun presenta mucho de esos rasgos, se ha adaptado a su rutinaria vida en la humilde casa con huerto que comparte con su marido. Una rutina con pocas alegrías, entre ellas sus tardes de baile con las “amigas”. Amigas también tradicionales que han encontrado su vía de escape en el vacuo cotilleo y la crítica a todos los integrantes de esa pequeña comunidad
Pero Axun en el fondo no es así, y lo sabe. Por
eso cuando se encuentra con su amiga de adolescencia iniciará un ambivalente
proceso de re-encuentro consigo misma…
Llegado a este punto debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers
Rechazo versus deseo (La Isla)
En efecto, al compartir ese tiempo de simbólica convalecencia masculina (la real de esos dos hombres en coma y la propia de su no vida con el esposo) Axun se va desprendiendo de la rigidez impostada por su sumisión patriarcal al resonar con la libertad de ser que encarna Maite, el arquetipo opuesto al que ella carga
Con esa mujer que tiene integrada su condición sexual y sus prioridades vitales, Axun se da cuenta paulatinamente que su “vida” para nada es vida. Y es que Maite la entiende como nadie más la entiende y le hace sentirse libre y feliz como cuando era joven. Axun se mira al espejo que es su amiga y se siente con todo el derecho a vivir, siente que se merece esa libertad y felicidad en sus últimos años de vida
Pero a Axun le pesan muchos los condicionamientos sociales de esa vida como mujer adaptada a los cánones del no ser una misma, del no hacer el “ridículo” ni salirse de lo normalizado. Le pesan por el solo hecho de estar con Maite y no con su esposo que no entiende que vaya cada día al hospital a cuidar al ex esposo de su hija, un hombre con el que poca relación tuvieron. Y es que Axun inicialmente fue a verlo –en su natural empatía- al saber que nadie lo acompañaba y acabó yendo para estar con esa mujer de latido vital
Y le pesa aún más el sentirse atraída por una mujer –ella a la que siempre le gustaron los hombres guapos como el suyo-, una sensación de inquietante libertad sexual que solo rozó sutilmente en su adolescencia con la entonces incipiente –y revolucionaria para la época- lesbiana Maite
Esa lucha interna se exterioriza especialmente en una de las más bellas escenas de la película en la que ambas se embarcan –nunca mejor dicho- en un pequeño bote rumbo a la cercana isla local que simbólicamente Axun nunca pisó. En ese espacio de aislamiento social y entorno natural, en ese lugar que evoca libertad se produce el tenue segundo beso –el primero fue en la adolescencia que ambas recuerdan- que desborda a una Axun que teme demasiado expresar su sexualidad
A partir de aquí la película nos muestra los
vaivenes de una y la calma/paciencia de la otra para llegar a un final abierto
que cada cual interpretará a su manera de sentir. Pero sea como sea el final de
ambas, la historia consigue reflejar el sentir de unas mujeres mayores que se
atraen. Y asimismo mostrarnos lo que en su época costaba expresar libremente la
sexualidad que no encajaba en los estrechos y rancios cánones patriarcales
Hombres que paren (de los verbos parir y parar)
Me parece genial que esta película de reivindicación femenina la hayan parido dos hombres porque entiendo que somos nosotros los que más nos hemos de dar cuenta del abismo entre géneros para que la revolución feminista no sea un postureo o una obligación sino una asunción plena de la imperiosa necesidad de la igualdad de género como valor fundamental para construir una sociedad capaz de regenerar nuestro caótico mundo
En efecto, se requiere entender que nuestra tarea no es sólo el compartir/estar y el ayudar/cuidar/apoyar a las mujeres en su día a día sino que ante todo es asumir como hombres su papel y su sentir. Vivir en nosotros las vorágines que por naturaleza vivencia la mujer. Y en esa empática labor descubrirse más humano
Gracias Jose y Jon por recordárnoslo, por recordarnos que el necesario cambio hacia la asunción de la naturaleza femenina en cada persona y en la comunidad es un proceso laborioso pero imprescindible. Demos la vuelta al mundo patriarcal en los simbólicos 80 días del visionario Verne, eso sí para que sea fructífero entiendo que ese viaje de reconocimiento ha de empezar en nuestro mundo interior
En agradecimiento a las mujeres de mi vida, especialmente a Paula
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