Adolescence: De la necesidad de afrontar la realidad adolescente (hoy más que nunca)

 



Qué vergüenza que te de miedo un crío

Jamie a una psicóloga

 

Hay obras audiovisuales que son casi unánimemente recibidas como necesarias para el disfrute cinéfilo y especialmente para la reflexión comunitaria. Es el caso de Adolescence (2025) por su lúcido mostrar el drama humano que aflora tras la detención de Jamie, un chaval de trece años, acusado del asesinato de su compañera Katie

En efecto, crítica y público la consideran como una de las mejores series de este siglo –entiendo- por la conjunción de distintos aspectos:

Su muy estudiado guion basado en impactantes casos reales recientes, su impresionante puesta en escena mediante el cuidadísimo rodaje en plano secuencia de cada uno de sus cuatro capítulos –método que define a su realizador Philip Barantini- en los que convergen personajes y situaciones de modo sublime, las excelentes interpretaciones de los actores protagonistas entre las que destacan el gran Stephen Graham –quien firma el guion junto a Jack Thorne- en su caracterización de Eddie Miller, el abrumado padre de un Jamie también encarnado magistralmente por el joven Owen Cooper

Y especialmente la serie es una joya por la pedagogía que emana de su certero poner luz a un tema nada fácil como es el de la adolescencia y más en este desconcertante presente de crecientes disputas que vivenciamos. De sobras sabemos que la adolescencia es una etapa delicada en la que nuestros antes niños abren la puerta al mundo adulto experimentando en sí mismos todo tipo de contradicciones. Eso ha sido así siempre, pero hoy en día esta etapa crucial fácilmente se experimenta como más explosiva tanto en los jóvenes que la vivencian como en los adultos con los que estos se relacionan. Entiendo que es así en gran parte por las vorágines familiares y sociales de un mundo en crisis profunda y por el radical dominio/dependencia de las redes sociales en nuestras vidas –dependencia más acusada en los naturalmente inseguros adolescentes- que sabemos son caldo de cultivo para todo tipo de falsedades y manipulaciones

Esa es la verdad última del contundente relato familiar y social que se nos muestra, esa es su muy necesaria pedagogía juvenil y adulta, ese es el clamor de esta ficción que aúna e integra distintos casos reales como forma de mostrar un tema crucial que requiere nuestra atención. En efecto, Adolescence nos sacude para que nos demos cuenta de que necesitamos transformar radicalmente nuestro paradigma adulto porque los tiempos han cambiado y cambian aceleradamente. No es fácil lograrlo pero es preciso ponerse a ello

En su veraz retrato la serie evidencia la necesidad de actuar en cada uno de los ámbitos adultos (el familiar y los profesionales de la educación, de la asistencia social, de la salud y del orden público) que han de ayudar a nuestros chavales en su proceso de ser ellos mismos en sociedad

En este sentido se pone de manifiesto que hace falta dedicar más tiempo y recursos para la adecuada atención adolescente. Y añadiría que ese necesario cambio de paradigma adulto apuntado debe llevarnos a valorar mucho más –en lo personal y en lo económico- los distintos oficios dedicados a la atención integral de nuestros chicos, desde los maestros a los psicólogos. A mi entender hay que acabar con el tabú del apoyo psicológico aceptando la humana vulnerabilidad, y asimismo toca ya revertir la histórica infravaloración de un oficio tan esencial como es el de maestro

Son ideas que se desarrollan en el análisis que sigue pero antes de proseguir debo advertir que este contiene spoilers



Individuos interconectados

En el comentado sublime rodaje en plano secuencia de la serie se nos visualiza la interconexión humana más allá de las murallas y máscaras con los que cada cual transitamos por el mundo. En efecto, con lúcida maestría Adolescence salta de un grupo humano a otro bien distinto, grupos en principio aislados y que sin embargo vamos vivenciando como muy relacionados; unos saltos de cámara que devienen armónicos pasos de danza que pueden entenderse como imagen trascendente de la vida ahora y aquí

Uno de esos saltos espectaculares es el que acontece tras el reencuentro de un adolescente con su padre policía que está a cargo de la investigación. Los dos en el parking escolar subiendo al coche paterno y la cámara que vuela “libre” planeando por la población hasta bajar a otro parking donde vemos al padre de Jamie colocando flores en el lugar donde Katie fue asesinada

Un salto de simbólicos parkings o lugares de estacionamiento de vehículos –a imagen del necesario parar personal tan difícil hoy en día- que en este caso implica a los vehículos de dos padres interconectados por ese asesinato y cuyas vertiginosas vidas laborales han sobrevenido en “stand by” paterno-filial aunque de características opuestas: para el policía es una gratificante oportunidad y para Eddie es una muy ardua prueba vital que le remueve en lo más profundo



La habitación cerrada

Y es que el buen padre –porque queda claro que Eddie lo ha sido y lo es- no puede creer lo que ha visto en el vídeo de seguridad grabado en ese parking del asesinato. No acaba de entender que su hijo acuchillara con saña a esa chica y se cuestiona a sí mismo buscando cómo podría haberlo evitado

En una emotiva escena lo vemos en el convulso día de su cincuenta cumpleaños llorando junto a su mujer dándole vueltas a lo sucedido. Ya hace unos meses que Jamie está encerrado en un centro a la espera de juicio y por fin ha decidido dejar de negar su dura realidad, su horrible homicidio

Un Jamie ahora encerrado lejos de la casa familiar y que cuando estaba en casa permanecía encerrado en su habitación lejos de su familia. Porque ese fue el síntoma que sus progenitores no supieron valorar. En efecto, el chaval dejó de jugar en el ordenador con su padre para pasarse las horas absorto en él con no se sabe quién ni qué

Una situación muy común hoy en día y que a la vista de los hechos sería conveniente tener en mayor consideración. Quizás los padres no sepan cómo abordar ese radical apartarse adolescente y es ahí donde puede ser de gran ayuda el apoyo profesional. Ahí o quizás en el previo cerrar la puerta

Porque como Eddie comenta en ese emotivo revisar el pasado en común de padre e hijo, Jamie no valía para ninguno de los actividades deportivas a los que él le acompañó. Y sin embargo siempre destacó como dibujante pero esa actividad no fue potenciada quizás porque no era del ámbito paterno y el chaval acabó encerrándose con su ordenador creyéndose no válido para todo. Un Jamie que ahora con tanto tiempo para reflexionar se recuerda artista y le envía una postal de felicitación a su padre en cuya cubierta vemos el retrato de Eddie, su referente masculino

Sea como sea, no hay vuelta atrás tal y como recuerda a Eddie su esposa evocando los consejos de la psicóloga que les ayuda a pasar por semejante trance. En ese darse cuenta, lo vemos abrir la simbólica puerta de la habitación azul de Jamie que permanecía cerrada desde el día en que la policía lo detuvo, una valerosa acción que ni la madre ni la hermana se han atrevido a emprender

Allí, rodeado del azul que comúnmente se asocia a lo masculino, el padre abraza simbólicamente –a través de sus objetos- al niño desubicado que se le/les “escapó”



“Feo” odiador

A Jamie lo vamos conociendo en el desarrollo de los acontecimientos, desde la primera impresión del niño lloroso que se mea encima al ser detenido a sus miradas cada vez más desafiantes cuando la verdad se hace evidente

Pero lo conocemos muchísimo mejor en el brillantísimo capítulo dedicado a la entrevista que por mandato judicial le hace una lúcida psicóloga. Un capítulo que permanecerá en la memoria colectiva cinéfila y que nos descubre al personaje adolescente y asimismo al sobresaliente actor que lo encarna

Pronto el joven reacciona defensivamente a las preguntas de la respetuosa psicóloga, reacciona así porque cree que lo quiere "pillar”. Pero la mujer en autenticidad le comenta que su interés es entender cómo entiende y siente él distintos aspectos como son el ser un hombre o la relación con las mujeres

En este interés hablan de sus aficiones y Jamie da su versión del no seguir con las actividades deportivas que compartió con su padre dejando claro que creyó que lo avergonzaba y que comprobó que no vale para nada. Y ya nervioso afirma que ese creerse no válido es el de la mayoría

Un nerviosismo creciente que le empuja a levantarse y enfrentarse en actitud agresiva a la sorprendida psicóloga. Ante el requerimiento a que se siente el chaval totalmente desbocado le suelta: “no me vas a controlar una puta mierda lo que hago con mi vida, entérate ya tonta de los cojones” o la expresión del machismo que late en él por la influencia ambiental del microcosmos adolescente escolar y de las turbias voces de los manipuladores en red

Tras salir a tomar el aire, la valiente y tenaz psicóloga regresa para culminar su exploración. Y regresa preguntándole por un tema que incomoda a Jamie: la masculinidad. Es en ese momento que se da cuenta de que no se acordó del chocolate que ese chaval agresivo le pidió al salir. Y ha de ser Jamie quien le haga ver que para nada se lo merece, eso sí reduciendo la gravedad de lo sucedido a un muy tibio “haberle gritado” (dicho sea de paso unas formas de reducción propias del empoderado machismo a lo largo de los tiempos). De hecho en la reanudación se volverá a empoderar llamándola “puta reina” y asegurando que ella le tiene miedo “qué vergüenza que te de miedo un crío”, le espeta con mirada cargada de odio

Me parece importante hacer notar que ese “darle chocolate” a quien no merece gratificación alguna es una señal del peligroso “buenismo” que a menudo asola a los adultos profesionales o padres que ante un pasado de abusos de autoridad olvidan que todo chaval necesita límites. Limites eso sí para nada absurdos como era normal décadas atrás sino límites fundamentados en una ética que el adulto en coherencia también se aplica. Ese es el valor del referente pedagógico. No un bueno al que es fácil tomar el pelo sino un íntegro al que emular

Y ese tener miedo real –difícil no tenerlo ante ese chaval violento- que Jamie saca a colación cuando la psicóloga se sonroja, es –como todo miedo- una llamada de atención para afrontar lo que implica en uno mismo. En este caso –por propia experiencia- entiendo que puede bien ser el miedo de la persona sensible de pocas máscaras que como tal se sonroja y que en ese comentado “buenismo” no gusta de ejercer su autoridad. Y podría también ser el miedo a mostrarse humano y aceptar que como tal se puede errar en algo pero no por ello dejar de ser referente, y es que incluso los súper héroes que tanto suelen fascinar a los adolescentes tienen sus humanas debilidades

Como el propio empoderado Jamie las tiene y más en su condición adolescente. Así, el avasallador acabará la sesión reclamando ser bien valorado por la psicóloga y suplicando que transmita a su padre que él es "bueno". Ella le aconsejará que se acoja a los servicios de salud mental del centro 

Pero antes de eso hablan de sexualidad y de chicas. En ese hablar se evidencia que Jamie nuevamente se infravalora asegurando que es el más feo de todos los chicos de la clase. Hablan del bullying que sufren él y sus dos mejores amigos aunque Jamie minimiza ese acoso lacerante

Y de ahí saltan a las redes sociales. Queda claro que sin cuenta un chaval no es nadie porque ni ve ni le ven. Y la psicóloga que se interesa por los comentarios que le hizo Katie en su cuenta, comentarios a base de emoticonos codificados que Jamie traduce y que le/nos permiten saber la verdad sobre su relación

Él quiso aprovechar que la chica era objeto de burla por la publicación de unas fotos en las que se mostraba a torso desnudo, unas imágenes que todos vieron y que derivaron en la burla por su poco volumen de pechos y la carga del ser etiquetada como “zorra”. Eddie sabiéndola vulnerable buscó sacar partido pero Katie lo rechazó con un desprecio burlón que acabó también siendo público. Por ese desprecio, Jamie asegura que en un encuentro previo al del asesinato negado sintió el impulso de abusar de ella pero desistió y cree que ese frenarse le convierte en alguien mejor que los otros chavales

Porque tal como queda patente en la sesión psicológica, todos los chicos conocen los postulados machistas violentos incels que culpan a las mujeres de sus “fracasos sexuales" como hombres. Los conocen por su abducción a las redes e internet, universos propensos al fake y al cultivo del odio. Por ese influjo los chavales adoptan como "certezas" y "soluciones" unos dictados oscuros que ellos se transmiten en un lenguaje encriptado buscando como dice Jamie “no ser pillados”…



Alarma social

Una alarmante realidad que tiene en la escuela su máxima visibilidad. Así se nos muestra en el demoledor capítulo que retrata la visita de la policía al centro escolar de Katie y Jamie para recabar información, una policía comandada por un inspector que, como se ha comentado, se reencontrará con su hijo también alumno del centro. De hecho es él quien le explica a ese hombre entregado al oficio aquello que tantos adultos desconocen: cómo funciona el lenguaje codificado que los adolescentes emplean en redes. Un desconocimiento sintomático que se evidencia como más alarmante en el personal docente

En efecto, los agentes son acompañados por una responsable del centro que en un momento dado confiesa haber oído algo sobre los postulados incel pero que sin embargo evidencia su total desconocimiento en una actitud despreocupada. Y en ese mostrar puntual se entiende una llamada de atención a investigar en profundidad todo aquello que conforma el universo del alumno adolescente

No obstante lo más impactante es el vivenciar las dinámicas que se desarrollan en las clases. Y es que se nos muestran a profesores desbordados y alumnos en general muy poco entregados a la labor de aprender con alarmantes casos de indisciplina

Quizás por eso suena la alarma cuando el inspector padre va a iniciar su demanda en la clase de Jamie y Katie. Una alarma real que sin embargo nadie nos explica qué la ha provocado y una alarma simbólica –entiendo- como demanda de acciones contundentes ante la realidad del día a día de ese centro (de la realidad de tantos centros hoy en día)

Entiéndase contundencia como el afrontar la situación de violencia y odio latentes que Jamie ha puesto en evidencia. Como ocurre en el caso de los padres, tarea nada fácil ese afrontar pero no por ello va a valer el seguir igual…

Una –entiendo- línea de actuación sería el contrastar las opiniones y postulados que envenenan a los chavales mediante un debate respetuoso y fundamentado para poner en evidencia tantas agresivas radicalidades y asimismo en ese debatir respetuoso sentar las bases para que puedan alcanzar un pensamiento crítico constructivo

Y otra sería el trabajar para que nuestros sufridos docentes llegaran a encarnar maestría referente para sus alumnos apoyando en todos los sentidos ya comentados su ardua labor. Esa maestría que late en la mayoría de las mujeres y hombres que eligen por vocación esta profesión tan fundamental. Esa maestría que por ejemplo emanaba el mítico protagonista de Merlí otra serie imprescindible, esa maestría como modelo necesario de una motivadora educación integral –donde prive la formación humana a la acumulación de conocimientos- para nuestros adolescentes




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