Almas en pena de Inisherin: Retrato de soledades en conflicto
Hay dos clases de soledad:
Una que hasta “acompañada” destruye… otra que “sola o
acompañada” edifica, planifica y revive…
Anónimo
Considerado como uno de los mejores dramaturgos contemporáneos -es el autor teatral anglosajón más representado en América del Norte tras el inmortal Shakespeare- Martin McDonagh nos retrata en este filme con su habitual maestría una historia de hombres en conflicto, una oscura tragicomedia –de tintes clásicos atemporales- aderezada con refrescantes notas de humor británico
Almas en pena de
Inisherin (2022) es su cuarto largometraje y está protagonizado por dos actores
consagrados quienes ya trabajaron juntos bajo su dirección en la notable In Bruges (2008): Colin Farrell (Pádraic
) y Brendan Gleeson (Colm), ambos brillantes. Del resto del excelente reparto
destacan Kerry Condon (Siobhán ) y Barry Keoghan (Dominic)
Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers
Conflictos coincidentes
La acción transcurre en una isla irlandesa de pocos habitantes quienes en su mayoría viven aislados y encerrados en sí mismos. En ese espacio de aislamientos dos hombres amigos entran en conflicto por la repentina voluntad de uno de ellos quien abruptamente decide romper todo tipo de contacto con su hasta entonces inseparable camarada
Surge el conflicto en un tiempo conflictivo pues todo sucede en plena guerra civil irlandesa, una contienda que ocurrió hace cien años. Una guerra fratricida que obligó a la población a elegir entre dos bandos enfrentados convirtiendo ipso facto a muchos amigos en enemigos
Genial esa coincidencia argumental que McDonagh muestra
sutilmente tan sólo en momentos puntuales, porque no vemos la real y simbólica
contienda comunitaria que transcurre a la otra orilla de la pequeña isla, no la
vemos pero sí que en ocasiones apreciamos algún destello luminoso o la oímos en
la distancia como alegoría de la oscura amenaza que crece entorno a esos dos
hombres en conflicto
Soledades sombrías
En la brillante cita inicial de autor desconocido que me facilitó mi amigo Paco Sánchez –y que abarca muchos más aspectos de la condición humana- se hace referencia a dos tipos de soledad, una que edifica y revive y otra que “hasta acompañada destruye”
McDonagh nos sumerge en un micro-cosmos de individuos de soledades destructivas, de soledades sombrías sin atisbo de remisión
Ahí están Pádraic y Colm tras su intempestiva ruptura. Y en mayor o menor medida el resto de los personajes retratados, especialmente los dos que sienten mayor afecto por el “bueno” de Pádraic: su hermana Siobhán y Dominic, un joven maltratado por su padre y que lo tiene a él como referente adulto
Siobhán y Pádraic nunca han tenido pareja, viven juntos en armonía a pesar de su gran diferencia de ser, ella se refugia en los libros en plena consciencia de su sombría realidad y él en su sencillez inconsciente es feliz gracias a esa amistad que creía imperecedera
Por eso no puede aceptar el radical rechazo de su “amigo” quien justifica su mutación alegando que junto a él “pierde el tiempo”. Y es que Colm es músico y consciente de su edad asegura querer dejar su huella artística en el mundo antes de abandonarlo. Y alega a su favor que nadie es recordado una vez muerto por haber sido amable, una afirmación muy discutible que Pádric no es capaz de rebatir
En todo caso sus argumentaciones se irán evidenciando como
farsa, en este sentido se nos muestra que simbólicamente Colm colecciona
máscaras teatrales
Farsa versus oportunidad
Una farsa que no obstante coloca a Pádric ante el espejo, ante el verse débil e inseguro al sentirse rechazado por –supuestamente- no tener “suficiente nivel” pues él no es ni artista ni intelectual ni líder, él es un hombre común que nunca se ha planteado nada profundo ni se ha explorado a sí mismo
Ese abandono del “amigo” podría ser la vía para que Pádric se descubriera y se encontrase como persona única más allá de criterios ajenos. Y por su parte en ese “soltar lastre” el músico enfurruñado que quiere ser recordado podría también hacer lo propio con su vacío disfrazado de patéticas máscaras…
En esos puntos suspensivos lo dejo para no entrar en innecesarios spoilers aunque creo necesario recordar que se trata de una obra en la línea de su autor, un dramaturgo interesado en remover consciencias por el impacto de la a menudo violenta sombra humana que se esconde tras las comillas, las apariencias y las máscaras
Y sí, hay soledades que destruyen tal y como muestra esta
excelente obra audiovisual; considero que es necesario mostrarlo como
recordatorio de la realidad del mundo pero sin olvidar que pese a tanto cada
uno es libre de abandonarse a ellas o bien aprender de ellas con la voluntad de
transmutarlas en soledades regeneradoras
Este ensayo es la revisión
del publicado en el diario CyL
Comentarios
Publicar un comentario