Historia de pastores: La memoria de una tierra extrañada
El olvido participa en la transmisión de todos los relatos
que constituyen nuestra herencia, está absolutamente fundido con el recuerdo.
Cada vez que contamos algo también lo estamos olvidando y lo estamos
modificando. Creo que es mucho más honesto entenderlo desde ese lugar y
situarlo ahí, porque precisamente cuando uno quiere recabar contra el orden
propio de una cronología y deslizarse hacia el pasado, llega un momento donde
no hay imágenes. Ahí está el olvido en todo su esplendor y en toda su
oscuridad, y realmente es un espacio para crear algo nuevo
Jaime Puertas
Historia de pastores (2024) es la notable ópera prima del andaluz Jaime Puertas Castillo quien nos ofrece un reposado y muy especial acercamiento a la memoria de la vida rural ante los acelerados cambios del mundo tecnológico y digital. Rodada en su natal comarca de Huéscar en un ficticio futuro muy cercano que ha dejado sus tierras de labor sin agua, la película tiene como actores no profesionales a gentes del lugar que dan autenticidad casi documental a un relato que tiene un trasfondo enigmático
En efecto, Puertas se acerca al mundo rural
familiar mediante una mirada abierta a lo extraño y misterioso buscando
documentar la realidad en la nostalgia de un pasado comunal que tal vez ya
pronto se pierda en el olvido. En esa voluntad, nos conduce por las tierras desecadas
que tiempo atrás fueran de cultivo, por las tierras de la Andalucía vaciada
sólo habitada por unas pocas personas que se resisten a emigrar a las áreas
urbanas. Unas tierras áridas en las que malviven cortijos semi-derruidos que
hace décadas fueron lugares de trabajo y vida. En esas tierras que ya no
albergan la simbólica agua de vida, aún sobreviven rebaños de ovejas cuidados
por unos pocos pastores que son descendientes de pastores
Debo advertir que el análisis que sigue contiene
spoilers
Historias evanescentes
Conoceremos a dos de esos pastores que a su manera –por el paso del tiempo y por esa casi inevitable reinterpretación propia que Puertas destaca en la cita inicial- recuerdan historias de la dura vida del campo y especialmente historias misteriosas a propósito de desapariciones y apariciones
Uno de ellos es José quien está aquejado de una extraña afectación cutánea que se insinúa de origen electromagnético. Lo vemos algo confundido por esa repentina erupción explicándole a su hija un cuento de robots que no podían salir de un castillo. Un relato simbólico que puede entenderse asociado a la realidad retratada de confrontación no resuelta entre la tecnología presente-futura (que visualizamos especialmente con unos drones sobrevolando la comarca) y el pasado-presente humano (que se muestra en esos cortijos en peligro de desaparición), una confrontación de reminiscencias espacio-temporales que él como pastor de sangre de pastores experimenta en propia piel
Y el otro es Jonás, otro pastor al que piden ayuda ante la baja laboral de José. Un Jonás al que vemos explicar historias familiares a la madre de José, en concreto la de su bisabuelo -también pastor, claro- quien una tarde llegó a casa afirmando haber visto un ángel y que desapareció misteriosamente tres días después de ese supuesto avistamiento (el tres, número asociado al tiempo pasado/presente/futuro), “no dieron con él” concluye el hombre mientras se nos muestra a la anciana casi dormida en una sala sintomáticamente oscura
Una historia que Jonás ampliará cuando se encuentre con Mari, otra mujer ávida de escucha que más que recordar quiere saber. En efecto, ella es una becaria geóloga en prácticas a quien vemos adentrarse por ese universo en ruinas auxiliada por drones y su sofisticada cámara digital. A través de su interés profesional y personal averiguaremos que el bisabuelo desapareció supuestamente en un cortijo que no siempre es visible
Esos misterios evanescentes protagonizados y
contados por hombres de genealogía arraigada en la tierra son escuchados por
mujeres de todo tipo quienes -en el hechizante relatar masculino- a menudo
cierran los ojos como buscando la visualización interior y quienes asimismo los
escuchan en un simbólico casi dormir que tanto puede asociarse al olvido de lo
vivido como a la condición humana no despierta o desconectada con la que a
menudo transitamos por el mundo
Luz en la oscuridad
En todo caso, misterios simbólicos oscuros que Puertas nos visualizará en un logradísimo negro nocturno de extraño magnetismo que convierte esas tierras áridas en paisaje lunar y a los observadores Jonas y Mari en “astronautas” de una tierra que se nos muestra como un “más allá” pero aquí mismo
En efecto, vemos al pastor sustituto y la geóloga siguiendo a los drones buscando el rebaño de José y como ya al anochecer lo encuentran. Encuentran a las ovejas, a un cordero de luz deslumbrante y al pastor “enfermo” José yaciendo inconsciente en la tierra. Los observadores quedan en trance y Jonás vivencia un “sueño” que le lleva a entrar a los distintos cortijos de la comarca accediendo a ellos mediante puertas espaciales que los interconectan
Se da el caso que Jonás “viaja” y explora esa oscuridad siguiendo al cordero luz mientras Mari pregunta qué es lo que ve recordándole continuamente a ese hombre cansado que si él se duerme, ella olvidará…
Y Puertas (sintomático apellido el del realizador de esta historia de puertas espacio-temporales) que en su confesada voluntad de recrear la historia oral atendiendo al subjetivismo del narrador concluye la película –no podría ser de otra manera- en clave enigmática. Lo explica en la excelente entrevista concedida a la Revista Mutaciones (https://revistamutaciones.com/entrevista-a-jaime-puertas-castillo-historia-de-pastores/), de ella precisamente se ha extraído la reveladora cita que encabeza este ensayo
Sea como sea, entiendo como muy potente el mensaje de esas escenas de trance en la oscuridad terrestre –esa extrañeza retratada que puede entenderse como imagen de la cada vez más extraña realidad de este siglo- iluminadas por un simbólico cordero cristico –la fe en cristo tan arraigada en la tierra y la sangre andaluza como visualización de la esperanza humana-. En efecto, en esa imagen arquetípica animal se evoca a la persona de corazón puro y de verdad desnuda capaz de deshacer las oscuridades de nuestro mundo abismado. Un cristo -entiendo- a descubrir en nuestro interior deshaciendo las murallas y las máscaras de la desconexión humana, de la desconexión con la fértil naturaleza que somos y a la que pertenecemos
Dedicado a José,
andaluz de corazón luminoso que un día vivenció algo misterioso, una historia
de agricultor que es memoria familiar
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