Las nieves del Kilimanjaro: Una historia de amor y compromiso social

 




La primera justicia es la conciencia

Víctor Hugo

 

Una película humilde que retrata gente humilde y que se inspira en el poema Los pobres de Víctor Hugo. Y es que Robert Guédiguian –al igual que el mítico escritor referenciado- es un artista comprometido con la gente con pocos recursos materiales

En efecto, sus obras audiovisuales se caracterizan por tener como protagonistas a gente del pueblo buscando visualizar en ellas sus problemáticas y según él mismo confiesa en distintas entrevistas le interesan especialmente las “microrevoluciones comunistas” o -como aclara- las pequeñas grandes historias en las que se logra armonizar las necesidades individuales y el bien colectivo

En su excelente Las nieves del Kilimanjaro (2011) nos retrata a un matrimonio obrero de ideas y actos en favor de la gente de su clase que deberán afrontar una situación que los pondrá a prueba

Guédiguian, como suele ser común en él, ambienta la ficción en su amada Marsella y se vale del oficio de grandes actores amigos habituales en su filmografía. Es el caso de la pareja protagonista: Jean-Pierre Darroussin quien es Michel, un sindicalista que decide estar entre los trabajadores que serán sacrificados en el expediente de regulación de empleo de la empresa en la que trabaja; y Ariane Ascaride encarnando a su esposa Marie-Claire, mujer pluriempleada tan comprometida en lo colectivo como Michel

 

Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers



Hogar a dos

Marie-Claire y Michel han construido y mantienen un hogar con su esfuerzo como trabajadores, nadie les ha regalado nada. Sus ideas políticas les unen así como el profundo amor que se procesan

Los dos viven en armonía pese a algunas desavenencias con sus independizados hijos especialmente en lo que se refiere a su escaso compromiso social. Pero poco importa, Marie-Claire y Michel se entienden y se apoyan en todo, son almas resonantes que llevan prácticamente “toda una vida” juntos

Se nos muestra la concurrida celebración de su aniversario de bodas a la que asisten sus hijos y nietos, amigos, vecinos y compañeros de trabajo. En esa fiesta reciben un regalo familiar y comunitario: dinero y billetes para viajar al tanzano Kilimanjaro de su canción favorita. Un viaje “lejano” que es más voluntad filial que paterna y que sin embargo ellos aceptan sin sospechar lo que ese regalo traerá consigo

Y es que poco después dos ladrones enmascarados irrumpirán en su cálido hogar para sustraérselo. Lo harán con violencia y estando ellos con un matrimonio amigo. Un golpe material que les conllevará heridas físicas y psicológicas así como les interrogará en sus convicciones



Puertas abiertas

Michel sabrá quién ha sido uno de ellos (el que nunca abrió la boca temiendo ser reconocido) cuando por esas “casualidades” quizás no tan casuales de la vida vea a dos niños con el cómic de su infancia que el ladrón mudo se llevó. Y lo denunciará a la policía asistiendo a su detención tras haber acompañado a esos dos niños al autobús que los lleva a la escuela

Pero así como el otro matrimonio atracado clama justicia priorizando el daño material, físico y psicológico sufrido tanto Michel como Marie-Claire en su sentir solidario consideran excesiva la posible condena a prisión de un joven compañero de trabajo que también fue al paro por esa fatídica regularización resuelta a cómodo sorteo con el beneplácito sindical

Guédiguian nos muestra la dura realidad del ladrón quien convivía con esos niños que sabremos son sus hermanos en una vivienda precaria en un conflictivo barrio marginal que refleja las alargadas sombras del mundo capitalista global. Vivían allí los tres sin padre –o padres- conocido/s y sin madre porque la mujer se despreocupa totalmente de ellos

Y asimismo presenciamos cómo reaccionan ante esa realidad la pareja protagonista. Lo hacen de forma distinta pero con ese fondo coincidente de amor que los define:

Michel se centra en buscar reducir su condena llegando a hablar con un joven que para nada siente arrepentimiento, al sindicalista le duele especialmente su falta de empatía y no obstante al escuchar su rabia se cuestiona a sí mismo –qué valor y qué grandeza en ese cuestionarse- por su presente "acomodado" y por haber apoyado el sorteo descartando otros métodos más comprometidos como la priorización de los más necesitados para evitar que estos fueran despedidos

Paralelamente Marie-Claire se interesa por los dos hermanos a quienes visita en su vivienda de puertas abiertas (la descontrolada de la portería comunitaria y la de su piso permanentemente abierto)

Puertas abiertas, una expresión que en luz nos evoca el compartir/visitar libremente un espacio dado y que sin embargo en la oscuridad retratada se entiende como imagen de desprotección. En efecto, por esa detención policial los hermanos viven prácticamente solos a la espera de que los servicios sociales se hagan cargo de ellos

Prácticamente solos porque los asisten esporádicamente una vecina amiga y una Marie-Claire cada vez más entregada que conseguirá la complicidad de Michel…



El valor de resonar

Más allá de su armónico compartir diario, la pareja protagonista se nos presentan como ejemplo de humanidad por sus diálogos y sus actos:

Guédiguian nos deleita con sus conversaciones en las que se evidencia su amor a dos y su compromiso social. Y es que ambos encarnan el valor del esfuerzo, la reivindicación y la lucha personal y colectiva; y en consecuencia ambos hablan de ello con la propiedad del experimentado y con la preocupación del que observa a esos principios de siglo retratados los primeros síntomas de un tiempo retrógrado en lo social que lamentablemente parece consolidarse día a día en nuestro inquietante presente

Y en el luminoso final de la película vivenciaremos su pequeño gran acto conjunto de atención social. Para la pareja esos niños serán también familia, Marie-Claire y Michel les abrirán la puerta de un verdadero hogar en la evocadora playa marsellesa





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