Hijos del Sol: De infancias truncadas y actitudes heroicas
No puedo seguir,
seguiré
Samuel Beckket
Majid Majidi vuelve a adentrarse en el universo infantil, un tema recurrente en su excelente filmografía. Y es que el veterano realizador iraní sabe empatizar con los niños, los mira y los siente como el niño adulto que sin duda es logrando joyas cinematográficas que conmueven por su autenticidad
En Hijos del Sol (2020) y a partir de un excelente guion que firma junto con Nima Javidi, nos ofrece una película muy amena que denuncia la explotación infantil; porque, tal y como se explica en la dedicatoria inicial, en el mundo hay más de 150 millones de niños trabajadores lo que supone la mayor vergüenza de nuestro sistema económico globalizado
Y a la vez la película es un homenaje confeso a “todos aquellos que luchan por sus derechos” según concluye la dedicatoria; difícil, muy difícil lo tienen esos héroes anónimos que en la historia retratada son maestros escolares y los propios niños en un país que no cuida la educación de sus ciudadanos
Aclamada por público y crítica, fue presentada en el
Festival de Venecia de 2020 obteniendo su joven protagonista Roohollah Zaman el
premio al mejor actor emergente. Y es que el chaval que encarna a Ali “llena la
pantalla” con su sola presencia mostrando con gran naturalidad todo tipo de
registros dramáticos, su interpretación es sublime
Debo advertir que el análisis que sigue contiene
inevitablemente spoilers
Dioses y cargas
Antes de que veamos las primeras imágenes aparece en pantalla la invocación “En el nombre de Dios” que nos remite a la tradición islámica, una apunte espiritual –ninguna referencia más en la película- que se entiende como modo de enfatizar -por contraste- que nuestro mundo globalizado está entregado a los “dioses” materialistas. En efecto, las imágenes que siguen nos muestran coches de lujo, esas marcas –y otras de otros productos- como codiciados y lamentables “ídolos” para tantos en casi todo este mundo nuestro del insaciable consumismo
Y en uno de tantos centros comerciales –uno de los vacuos símbolos del consumismo- que pueblan el planeta, vemos como las ruedas de los coches aparcados son el objetivo del grupo de chavales que lidera nuestro protagonista Ali. Chavales que “trabajan” robando para adultos que los explotan en todo tipo de menesteres
Más allá del robar, está claro que el hecho de trabajar es impropio para un niño en edad escolar. Una anormalidad normalizada que es síntoma de la gravísima enfermedad social en Irán y en tantos otros países que lo toleran. Y lamentable también lo es que en nuestro a menudo hipócrita “primer” mundo se consuman esos productos cerrando los ojos a la verdad. El mismo mundo que sin embargo clasifica esta película como “no recomendada para menores de 12 años”…
Javidi nos muestra tal y cómo es esa “normalidad” infantil en su Teherán natal: el niño que puede comprar tabaco en un establecimiento sin mayor problema, el niño que maneja fajos de dinero en el patio de la escuela, el niño que sabe de representaciones gráficas matemáticas porque trabajó colocando baldosas en la construcción… “Normalidad” anormal
Pero lamentablemente esa responsabilidad laboral no es la única que soportan esos niños forzados a ser adultos. La película retrata como la mayoría de ellos tienen grandes carencias familiares lo que en muchos casos obliga a esos niños trabajadores extenuados a cuidar a quienes deberían cuidarlos, atender a los progenitores y también a sus hermanos más pequeños. Infancia truncada
Chavales que ante tanta carencia buscan la compañía familiar en otros marginados como ellos. Así lo hace Ali con sus amigos de equipo delictivo, es bella la escena de los cuatro lanzándose a un estanque circular, su felicidad compartida, el juego del niño que son a pesar de tanto, el sentirse libres y sin cargas ni que sea momentáneamente… Y finalmente Javidi que nos los muestra a vista de pájaro flotando mirando al sol evocando la rosa de los vientos elemental, sublime imagen
Y también juntos se inscriben en la escuela Niños del Sol, una institución privada con problemas económicos que con heroicidad cubre las deficiencias del ineficaz estado iraní. Se inscriben allí por encargo de uno de esos adultos explotadores que les encargan acceder desde el sótano de la escuela a las simbólicas alcantarillas del cementerio vecino donde se esconde un “tesoro”
En esa escuela se visualizan los enormes problemas que han de afrontar esos chavales de mochilas cargadas de piedras familiares y también los de esos abnegados profesores que la gestionan
Queda patente especialmente en una de las mejores escenas
del filme que nos muestra cómo los administradores de la propiedad impiden -por
impago del alquiler- el acceso a la escuela, vemos a los profesores aleccionando
a sus chavales a abordarla: mochilas lanzadas al aire que caen al patio
mientras que tanto niños como maestros trepan por la verja y los muros. Juntos los
ninguneados frente a la insensible y ciega sociedad del culto al dinero
Héroes
Ali es el jefe del equipo y en esa condición amenaza a uno de sus compañeros cuando este quiere abandonar la misión. Pero finalmente no lo hace al darse cuenta de que en ese comportamiento violento está repitiendo el patrón aprendido del mundo adulto, el terrible pegar para imponerse y someter al otro. ¡Qué expresividad la de su rostro cuando se da cuenta! Y ¡qué heroicidad en ese darse cuenta y rectificar!
No obstante se nos muestra como en ocasiones el golpear puede ser un recurso necesario como defensa. Lo sabe Ali quien es experto en dar cabezazos y que enseña al muy comprometido maestro Rafie su técnica. Y es que el profesor –como todo buen pedagogo- aprende cada día de sus alumnos, gracias a ello se estrena como cabeceador ante un policía que castiga de forma humillante a una niña
La cabeza como símbolo de inteligencia y liderazgo, cualidades que definen a nuestro joven héroe protagonista, porque Ali siempre sabe encontrar salidas y soluciones a todos los percances y ordenar a otros chavales, incluso a los que son de mayor edad que él
Capacidades que se evidencian en esa secreta misión en los sótanos de la escuela, Ali se abre paso creando accesos con titánico esfuerzo y gran capacidad de improvisación. Ese trabajo de minero como reto personal y sobre todo como forma de conseguir dinero para sacar a su madre del psiquiátrico en el que está ingresada desde el traumático incendio del hogar en el que murió la pequeña de la familia
Rabia y compromiso
Y finalmente vemos como logra su objetivo localizando una bolsa en las alcantarillas. Estremece su llanto de desesperación al descubrir que el “tesoro” es un paquete de la odiada droga que desvanece a tantos adultos convirtiéndolos en vergonzosas sombras, unos adultos que se dañan a sí mismos y que en su no asunción de su situación dañan a sus familias, especialmente a sus niños
Es la rabia del niño valiente y consciente ante esa mierda (nunca mejor dicho) que le lleva a destrozar el paquete dejando que se pierda en esas simbólicas aguas de tantos llantos de la muy maltratada naturaleza humana de las gentes del lugar. Y asistimos a su asfixiante regreso por esos túneles cavados con su durísimo esfuerzo que ahora están anegados por las crecientes aguas torrenciales
Y el final sublime del héroe absoluto Ali que como tal se sobrepone y persiste, o el “No puedo seguir, seguiré” que enunciara Samuel Beckket
La escuela vacía, él solo –como de hecho en el fondo ha estado siempre- repara el timbre que el buen maestro –su héroe adulto de referencia- dejó a medio reparar el día que la policía vino a arrestarle por ese cabezazo cómplice
Un Ali extenuado y cubierto de barro comprueba que él tenía razón (le dijo a Rafie qué cables debía conectar), que él sabe, que él es capaz de todo… así que el timbre suena de nuevo. Y se nos muestra esa escuela derrotada por la insensibilidad y el egoísmo de la sociedad del dinero con planos de dentro a fuera
Una derrota como tantas injustas derrotas a lo largo de los tiempos… pero a pesar de esa desoladora derrota suena un timbre –una llamada- que puede entenderse como anuncio de un “sigo”, de una voluntad de compromiso con la vida. Esa es la actitud heroica que Ali encarna. Magnífico, maestro Majidi
Este artículo es la revisión
del publicado en el diario chileno CyL
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