En la Estela del Mito: La mitología en clave femenina
Los
mitos y las leyendas enriquecen la vida sensible. No son historias literalmente
ciertas, sino simbólicamente preñadas de verdades. Los personajes, los retos,
los símbolos se depositan en nuestro interior generando un sustrato
En los mitos se ha destilado tanto contenido humano
que nos permiten siempre encontrar, de algún modo, un reflejo propio de aquello más hondo de nosotros que lleva tiempo dormido y cuando nos alcanzan, el gran dragón que custodia nuestro tesoro personal, de repente abre un ojo
Mireia
Rosich
La singular Editorial Kairós
nos presenta en su colección Sabiduría perene un excelente volumen en
cuidada edición -y con bellas ilustraciones pictóricas- entorno a “las grandes
verdades de la humanidad presentes en la mitología”
Su autora Mireia Rosich es
historiadora del arte y ejerce como directora del museo Víctor Balaguer de
Vilanova i la Geltrú (Barcelona) donde desde 2016 conduce encuentros en los que
reflexiona “sobre distintas figuras femeninas de la mitología a través de sus
representaciones artísticas”
En esos denominados
“Chill-out de mitos y arte” también se da voz a los asistentes quienes describen
sus propias experiencias con los contenidos simbólicos inconscientes que
expresan los arquetipos mitológicos y que a menudo surgen en el extraño
universo onírico de nuestros sueños
Porque tanto los mitos como
los sueños nos conectan tal y como afirma la autora catalana en la cita del
encabezado con “aquello más hondo de
nosotros que lleva tiempo dormido”. Un tesoro -personal y colectivo- abandonado
a causa de la desconexión vital del hombre moderno
En efecto, vivimos tiempos de gran ceguera en los
que se tiende a ningunear todo aquello que no es enteramente científico ni puede
someterse a los preceptos racionales. En palabras de Rosich:
“El ser humano de la antigüedad
vivía convencido de la existencia de fuerzas absolutas que trascendían la
realidad y que se manifestaban en su mundo de forma fugaz pero constantemente. La
pérdida de esa dimensión de la totalidad es uno de los grandes dramas de la
época moderna”
Obviamos un rico universo
trascendente que nos conecta con la grandeza de la naturaleza a la que
pertenecemos y que somos, a las ambivalencias de la condición humana más allá
de la escisión del aséptico y limitado paradigma racional patriarcal que ha
regido nuestro mundo durante siglos y que ahora afortunadamente se tambalea
En esa fascinante y
necesaria reconstrucción de “lo perdido” o “lo que fue” se adentra humildemente
-así ha de ser para ser progresivamente integrado y entendido- Rosich quien en
bella sensibilidad femenina busca poner luz a tantos contenidos reprimidos encarnados
en gran medida en las figuras arquetípicas femeninas de la mitología clásica
En efecto, frente a
conocidos tratados de prestigiosos investigadores -en su mayoría hombres- que la
autora cita y honra, En la Estela del Mito nos ofrece otro mirar que se
vivencia como una reconfortante y fresca brisa marina capaz de estimular
profundamente nuestros sentidos
De Ariadna a las Hespérides
Una brisa mediterránea ya que Rosich -nacida a la orilla del Mare Nostrum-
se focaliza principalmente en la mitología helenística para adentrarse en las
profundidades de la rica feminidad que duerme en nosotros
Un recorrido a través de doce figuras arquetípicas femeninas a las que la historiadora
del arte dedica sendos capítulos. Mujeres mitológicas que evocan distintos
aspectos simbólicos de la condición humana y que ella enlaza en un orden de
significado profundo que evoca la propia vida como un proceso fascinante -cual
aventura mítica- hacia el llegar a descubrirse:
Ariadna o la iniciación, Las Ménades o la liberación, Pandora o los males
ocultos, Helena o la pasión, Las Amazonas o la lucha, Las Sibilas o la profecía,
Circe o la seducción, Las Sirenas o la distracción, Penélope o la espera, Dánae
o la fecundación, Andrómeda o las cadenas y finalmente Las Hespérides y el
Jardín del Paraíso (en este caso Rosich ha dejado intencionadamente en suspenso
su “o” descriptivo como invitándonos a descubrirlo por y en nosotros mismos)
De todas ellas, probablemente Ariadna sea la figura simbólica femenina más
potente. En la hija del rey Minos anida el drama vivenciado por tantas mujeres
y por tanta feminidad interior de mujeres y hombres a lo largo de los tiempos
Y asociado al arquetipo de lo femenino abandonado, el mito del laberinto
cuyo simbolismo nos remite al sentido profundo de la encarnación humana, al
pálpito interior que nos reclama atención, compromiso y valor. En palabras de
Rosich:
“El Laberinto es la imagen por excelencia de
cualquier iniciación. En él hay un deambular inevitable en busca del centro
No hay Laberinto sin centro. El Laberinto lo esconde
y a la vez lo defiende. Y en ese centro hay algo importante, vital, algo a lo
que hay que acceder a toda costa
Entran los héroes, es decir, los que deciden
arriesgarse y penetrar, los que resisten la travesía, los que sostienen la tensión
de las contradicciones, los capaces de descifrar el enigma central
En ese centro -antes sumido en las sombras- no hay escapatoria de uno mismo”
En el mito simbólico del laberinto anida la necesidad de enfrentarse al
minotauro de lo reprimido, de entender al minotauro propio y colectivo
encarcelado como primer paso en la senda vital que lleva al verdadero paraíso,
al jardín de las Hespérides que es la comunitaria armonía de los opuestos
En este sentido y en su excelente introducción la autora cita a Proust
quien entiende que “los verdaderos paraísos son los paraísos perdidos. Y no
figuran en los mapas, porque son estados del corazón”
De ahí que Rosich en ese entender concluya sabiamente que: “En el jardín del corazón es donde hay que sembrar las simientes para la fertilidad vital; en el planeta y en cada uno de nosotros”
De la necesidad de abrazar la naturaleza femenina salvaje
Para
finalizar, una reflexión con voluntad pedagógica -basada en la arrolladora
sabiduría que destila En la estela del mito- entorno a la necesidad de
abrazar la naturaleza femenina salvaje
En este
sentido, entiendo como imprescindible recuperar el verdadero significado del
mito de Dioniso y sus mujeres (las ménades) para poder alcanzar la muy
necesaria liberación de la feminidad reprimida durante demasiados siglos tanto
en las mujeres como en los hombres debido al imperio de la limitada y limitante
cosmovisión patriarcal
O el
necesario sentir la tierra y la naturaleza en la que vivimos como grandes
entidades vitales que nos cobijan y a las que estamos unidos. Sentirlas y
también reconocerlas en nosotros mismos gracias a un resonar esencial que tiene
mucho de salvaje; en efecto, el ser humano nace con su naturaleza salvaje a
flor de piel y así mismo con un enorme potencial para desarrollar sus
privilegiadas capacidades racionales para entender su propia naturaleza y la
naturaleza toda en general
Pero
entender sabiéndose naturaleza salvaje nada tiene que ver con el histórico
controlar-controlarse, dominar-dominarse, explotar-explotarse,
adueñar-adueñarse, aprovechar-aprovecharse, someter-someterse,
ridiculizar-ridiculizarse, excluir-excluirse y ningunear-ningunearse propio del
desconectado patriarcado que hoy en día afortunadamente -y pese a las
resistencias- está agonizando
Porque
las grandes capacidades de entender con ayuda de la luz de la razón (lo
masculino como llave) no pueden seguir obviando la suprema grandeza del corazón
que somos y que nos une a todo (la feminidad salvaje, nuestra naturaleza)
La nueva
o mejor aún, la renovada cosmovisión entendida pues como razón que respeta el
corazón, como masculino que respeta la feminidad en uno mismo y en comunidad. O
el abrazo desnudo a las oposiciones y diferencias que encarnamos
Una
renovación que simbólicamente se puede visualizar como el relevo entre dos
arquetípicos mitológicos potentísimos:
Entiendo
como necesario el dejar atrás la dominancia de Ares (el señor de la guerra)
para permitir el retorno del gran Eros (el señor del amor)
Sabemos
que en el universo patriarcal los niños nacen vivenciando Ares como normal (en
la sociedad y a menudo en el mismo hogar ni que sea verbalmente) y
desconociendo lo que significa Eros con todo lo que esto supone -a nivel
personal y colectivo- especialmente a partir de la preadolescencia
Y nadie
como el arquetipo mitológico de Dioniso para propiciar que se produzca este
necesario relevo, para que se consolide el cambio de paradigma en ciernes, para
que la feminidad salvaje se manifieste de nuevo en total libertad para el bien
de todos y todo
Dioniso o lo masculino andrógino
Mireia
Rosich profundiza en la figura arquetípica de Dioniso con voluntad de
despojarlo de los viejos tabúes patriarcales que han pretendido demonizar su
afinidad con lo salvaje (con la feminidad salvaje) presentándolo como un adicto
compulsivo al vino y al sexo
En
efecto Dioniso es el arquetipo de la embriaguez, pero de una sana embriaguez
que es mundanidad divina matriarcal a la que se accede principalmente a través
de la música y la danza rituales con la ayuda de néctares de la tierra tales
como mieles, leches y también vinos. En esa embriaguez natural de placeres
suculentos la persona se desprende de lo reprimido por la rigidez racional patriarcal
para que esas emociones dejen de dañarle en su día a día
Por eso Dioniso
es conocido como el “dispensador de alegría”, porque nos ofrece la posibilidad
de la ansiada liberación personal y colectiva; gracias a su influjo la persona
se desprende de sus corazas y prende en corazón ardiente danzante
En
palabras de Rosich, las ménades dionisíacas se liberan en su extático
reconocimiento de la ambivalencia humana:
“Se
dejan llevar por sus efluvios embriagadores hasta alcanzar el éxtasis, su
trance se debe a los efectos de la música y la danza extática, más que a los de
la borrachera o el sexo descontrolado como se ha querido interpretar
El
desenfreno llega al límite para que estalle todo lo que hay que liberar.
Mantener el orden bajo imposición acaba matando el alma de cualquier comunidad.
Eso es lo que intentan las dictaduras: controlarlo todo, prohibir la música,
vestir de uniforme… Los que no transigen y no comprenden la ambivalencia de las
almas saldrán volando en la siguiente erupción. Se necesitan noches de locura,
y más para las mujeres cautivas en hogares y sin opción de manejar asuntos
propios”
Esa
liberación se da porque el arquetipo masculino -en uno mismo y en comunidad- no
es patriarcal, Dioniso es una entidad andrógina que ni fuerza, ni viola, ni impone,
ni somete, ni encarcela, ni rapta, ni engaña como hacen todos los demás
arquetipos mitológicos masculinos. En efecto, todos los “dioses” masculinos
desde Apolo a Zeus someten a la feminidad salvaje y se tornan fieras desalmadas
sin corazón en un salvaje abominable que es del todo antitético al salvaje
femenino original
Dioniso
respeta y entiende la feminidad salvaje que él mismo encarna, él es un
arquetipo masculino que seduce sin forzar. Es el “dios” de las mujeres por su
natural androginia esencial interior, su simbólico hábitat es la tierra húmeda
matriarcal donde reinan las brumas del misterio de la vida que sólo admiten ser
abrazadas con el valor del corazón des-nudo (libre de los laberínticos nudos de
la razón y de las falsas vestimentas que inútilmente buscan ocultar la verdad
desnuda)
Recuperar
el significado ritual
Mireia
Rosich nos recuerda a propósito de los rituales extáticos -no sólo del
dionisíaco- a lo largo de la historia:
“En
todas las culturas ha habido algún tipo de ritual que induce a rozar el
delirio. Configuran un paréntesis necesario del ritmo cotidiano que predispone
a entrar en otro plano, sin normas, sin límites
Los que
se resisten a una fiesta dionisíaca son aquellos que no están dispuestos a
romper ningún canon, los que no soportan perder el control, los que nunca se
pondrían un sombrero rojo, ni enseñarían un muslo, los que no quieren dejar de
analizar y persisten en ser razonables permanentemente”
Hoy en
día lo dionisíaco resuena en muchas festividades como los carnavales, las
celebraciones de las cosechas o las estacionales vinculadas a los ciclos
solares o lunares
Pero
entiendo que nos falta una comprensión más profunda del ritual festivo de
música, danza y deleite que permita que en ellas se den las condiciones
necesarias para que la liberación de lo salvaje reprimido se produzca realmente
El
objetivo de esa catarsis comunal es liberarse a través de la celebración y así
evitar hacerlo en la inconsciencia total del estallido violento de
consecuencias trágicas que vivenciamos todos en impotencia en nuestro día a
día, porque lo salvaje se torna peligroso cuando es encerrado en uno mismo. En
efecto, el miedo y la represión producen monstruos que desfiguran a las
personas
En una
sociedad consumista de tendencia superficial como la nuestra se requiere
recuperar la sabiduría ancestral matriarcal en el hogar y en la escuela, se
requiere profundizar en los ricos significados de los arquetipos que encarnamos
Especialmente
se requiere entender las figuras femeninas mitológicas históricamente
desahuciadas por el patriarcado y que Mireia Rosich ilumina con vívida
sabiduría
Por todo
ello les invito a leer y releer su espléndido En la estela del mito, un
libro potencialmente transformador
Este ensayo es la revisión de los publicados en el diario CyL
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