Persona: Descubriéndose en la otra
Somos
el dolor y la cura del dolor, ambos. Somos la dulce agua fría y la jarra que la
derrama. Quiero abrazarte como un laúd, de manera que podamos clamar con
afecto. ¿Prefieres lanzar piedras a un espejo? Yo soy tu espejo y aquí están
las piedras
Rumi
Considerada como obra maestra,
la película del mítico realizador Ingmar Bergman es un retrato psicológico y
anímico de dos mujeres en crisis. Una gran actriz se queda sin habla mientras
representa Electra, por lo que es internada en un sanatorio al cuidado de una
enfermera que la admira. Dos excelentes actrices dan vida de forma sublime a
esas mujeres: Liv Ullmann (Elisabeth, la actriz) y Bibi Andersson (Alma, la
enfermera)
Invitación a sentir
Persona (1966) marcó un antes y un después en el
séptimo arte, así lo entienden directores de prestigio como Robert Altman o
David Lynch quienes se confiesan influidos por su estética. Bergman nos muestra
en un sobrio y bello blanco y negro el retrato psicológico y anímico de dos
mujeres en crisis que han de convivir juntas. Ellas son las protagonistas de
esta obra con aroma teatral, el paisaje –ya sea interior o exterior- es un
fondo neutro minimalista en el que poder destacar esos personajes. A Bergman le
importa realzar sus gestos corporales, en especial los de sus expresivos rostros
Elisabeth es una gran actriz que
queda sin habla mientras representa Electra –un guiño del director al contenido
psicológico subyacente- por lo que es internada en un sanatorio al cuidado de Alma,
una enfermera que la admira. Entre ellas se establece una relación muy
estrecha, especialmente cuando ambas –por consejo médico- conviven juntas en
una casa junto al mar
Es una película que invita a
reflexionar sobre la naturaleza humana y que está abierta a distintas
interpretaciones. Bergman comentó que tenía una idea de lo que significaba pero
que no la compartía porque sentía que era su público quien debía sacar sus
propias conclusiones, él esperaba que la película se sintiera en lugar de
entenderse…
Pero me pregunto ¿qué hacer
entonces con el sentir si no se puede entender?, especialmente ¿qué hacer con
el dolor del alma que nos atormenta?; ese dolor que pesa e inmoviliza y que
visualizamos en el filme con la imagen de las manos de Cristo siendo clavadas
en la cruz
Entiendo que el acercarse a comprender
ese sentir de esas mujeres puede ayudarnos a abrazarlo en nosotros mismos,
puede ayudar a entendernos mejor y de este modo ir liberándonos de las cargas
–de las cruces- que nos impiden vivir en paz. Esta es la voluntad del análisis
que sigue, análisis que necesariamente contiene spoilers
Espejos
El otro como espejo en el que poder descubrirse, eh ahí el
tema y dilema central de la obra. Y es que Elisabeth como paciente a la que
tratan una doctora y Alma es el gran espejo para ambas profesionales de la
salud. La actriz en su mudez sobrevenida se convierte en involuntario espejo,
ellas ven en esa mujer de silencio aspectos de sí mismas no reconocidos. La
doctora –que no la considera enferma- dice entenderla y en ese entender parece
hablar de sí misma:
“El sueño imposible de ser. No de parecer sino ser
consciente en cada momento. Y al mismo tiempo el abismo entre lo que eres para
los otros y lo que eres para ti misma, el sentimiento de vértigo y el deseo
constante de –al menos- estar expuesta, de ser analizada”
Y la mujer habla a su paciente del sentirse falsa, que
entiende que haya optado por encerrarse en su silencio para no mentir más afirmando
que la admira por ello y que cree que debe mantenerse en ese papel –uno más, es
actriz- hasta que deje de serle interesante
Una radiografía psicológica que podría también retratar a
la propia psiquiatra: para los otros ella es un referente, pero por dentro
probablemente sienta abismos similares a los de sus pacientes. Y su admiración
parece evidenciar que se identifica como intérprete en el teatro de la vida y
que ella también quisiera aislarse -ni que fuera por un tiempo- en el protector
silencio de la no implicación en el que se cobija o escuda Elisabeth
En el caso de Alma -quien se relaciona por más tiempo con
la actriz- el reflejo resulta mucho más intenso. Ante el silencio, la enfermera
habla de sus vivencias y de sus sentimientos. Alma siempre había escuchado a
los demás (es una cualidad innata en ella el escuchar) pero nunca –tampoco en
su vida privada- había tenido la oportunidad de hablar de ella misma y tener a
alguien que le escuchara sin interrumpirla
Alma le cuenta a Elisabeth lo que nunca ha contado a nadie,
lo más íntimo de sí misma. Como su vivencia junto a otra chica en una playa
solitaria, allí tomando el sol desnudas son observadas por dos jóvenes. Y su
compañera que invita al más atrevido a hacer el amor provocando que Alma pase
de sentir vergüenza –la de mostrarse desnuda- a arder en deseo y tener sexo
también con ese joven
Entiendo que esa mujer osada fue otro espejo para la
enfermera, en ella vio la Alma salvaje que asfixia en su asumido rol de “buena
chica”
De hecho, ese mismo día playero también estuvo con su
pareja y quedó embarazada sin saber de quién por lo que decidió abortar. Y hoy
en día sigue sintiéndose culpable por esa decisión, no puede trascender la
culpabilidad sumida como está en ese rol que la atenaza
Con-fusión
En ese compartir tan intenso en el que Alma se desnuda ante
Elisabeth, la enfermera experimenta aspectos de sí misma que la sorprenden y la
confunden. Alma tiene dificultades para saber quién es ella más allá del rol
autoimpuesto y siente atracción correspondida por esa mujer a la que cuida y a
la que cree afín
Se nos muestra en sobria belleza cómo se tocan y acarician
sus caras, cómo se atraen en las miradas. Y también cómo Alma en su admiración
por la actriz se cree inferior a ella, hasta el absurdo punto de afirmar que la
actriz es más empática que ella por el sólo hecho de escucharla
Un afirmar que choca con la realidad cuando la enfermera lee
lo que la paciente escribe a la doctora. Elisabeth comenta con fría distancia
que le resulta divertido estudiar el entusiasmo inconsciente de Alma
Todo cambia a partir de ese descubrimiento, en Alma aflora
entonces la rabia por lo que considera afrenta a su entrega y por tanto
acumulado en su vida. Así, la enfermera -ya no tan “buena”- deja que la
paciente en su caminar descalza por el jardín se corte con un pedazo de cristal,
Alma la observa a distancia aplicando un vengativo “distancia por distancia”
Alma al sacar su rabia le espeta verdades a esa mujer antes
admirada. Ahora es ella el espejo y Elisabeth la reflejada. La diva de la
escena se ve retratada en sus duras palabras, Alma afirma que es inaccesible y que
carece de sentimientos maternales hablándole de su hijo abandonado. Un hijo que
Elisabeth no quería porque le suponía estar atada a él y tener que dejar en
segundo plano su “amado” oficio. Un niño que nació como disgusto para su madre
–quien intentó abortar- y del que se hicieron cargo unos parientes
Un hijo que Bergman nos muestra recurrentemente con el
torso desnudo –desprotegido- queriendo acariciar el rostro desenfocado de la
actriz proyectado en una pantalla (una impactante imagen que forma parte de la
mitología cinéfila). Un desamparo real que expresa con dureza Alma al comentar
que el niño ama a su madre pero que sus encuentros son crueles: “Él te mira con
amor y tú quieres pegarle porque no te deja en paz, lo miras y te parece
repugnante”
Pero a pesar del gran abismo que se ha abierto entre ellas,
sigue la atracción. Se nos muestra como Alma observa a Elisabeth durmiendo en
una erótica mezcolanza de amor y odio describiendo cómo la ve ahora y expresando
un poético repudio: “hueles a sueño y a lágrimas”
La con-fusión entre ambas es máxima, Bergman nos lo muestra
magistralmente fundiendo sus personajes y sus rostros. Lo hace precisamente en
la visita del esposo de Elisabeth en la que la actriz empuja a Alma a
suplantarla y besarle. Entiendo que tras esa acción está el deseo o la
necesidad de Elisabeth por mostrarse amorosa, algo que es natural en la
enfermera y que resulta un constructo artificial en ella quien parece sólo
saber interpretar amar
Y la con-fusión también en la Alma rabiosa hablando de ese
hijo despreciado a su distante madre, la con-fusión que vemos en sus caras
desdobladas. Alma rechaza esa frialdad egoísta de la no madre y busca
identificar quién es ella realmente: “yo no soy como tú, yo no siento como tú,
yo soy Alma y estoy aquí para ayudarte” Una afirmación que entiendo como un
podría llegar a ser como tú pero elijo que no me dejaré llevar allí. De alguna
manera gracias a la rabia Alma ha encontrado su propia identidad, aunque de
forma vacilante
Vacilante porque ella no está en armonía, Alma sigue
queriendo agredir a la diva, sigue reaccionando con nerviosismo ante la
–aparente, entiendo- imperturbabilidad de Elisabeth y acaba agrediéndose a sí
misma en una mezcla de impotencia y desgarro
De nuevo en el sanatorio se nos muestra como Alma se abraza
a Elisabeth y le pide que repita “nada” y cómo ella lo hace –por fin habla-
mientras vemos las imágenes de sus caricias iniciales. Esa es su despedida, nada
queda de lo que pudo haber sido una relación muy íntima. Y ese nada puede
entenderse también como un afirmar que nada quiere saber ni ser de esa distante
frialdad que la diva encarna
Alma –a pesar de su inestabilidad- cree que podrá encontrar
una salida a su dolor, Elisabeth por el contrario parece estar convencida de
que ella no. Así quedó patente cuando la enfermera le leyó un desesperanzador
texto a esa mujer que le escuchaba y creía próxima; la diva se sintió entonces
identificada con su mensaje de no hay salida al dolor, mientras que Alma para
nada lo entendía ni lo entiende así
Y la sonrisa de la diva por esa esperanza que tilda ingenua,
es la misma sonrisa que acompañó a su repentino silencio aquella noche en el
teatro, es la sonrisa de la que interpreta y tiende a eludir ser, es la sonrisa
del cinismo desalmado ante la desnudez del alma de Alma (no es para nada casual
ese nombre)
La enfermera se ha desnudado y se ha quitado –ni que sea
parcialmente- su máscara de “buena”, Alma está avanzando en el laborioso
proceso de llegar a ser ella misma. Pero Elisabeth -también en proceso, quién
no- se ha alejado demasiado de sí misma y no parece tener ganas de
desenmascararse
Ambas han sido espejo para la otra, ambas se han visto en
la otra, ambas se han con-fundido pero da la impresión de que sólo Alma ha
aprovechado ese potentísimo encuentro
Este artículo es la revisión
del publicado en el diario CyL
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