El maestro jardinero: Del sembrar y el cultivar alquímicos
La jardinería es una creencia en el futuro, una creencia
en que las cosas sucederán según lo planeado. Que el cambio llegará a su debido
tiempo
Narvel
El
jardín, ese lugar donde la naturaleza humana y la naturaleza toda se abrazan en
belleza. El jardín, ese microcosmos de co-creación que evoca y honra al
macrocosmos Tierra. El jardín, ese espacio abierto al exterior y que sin
embargo favorece el encuentro interior, ese espacio extático en el que el alma
reposa y se eleva
Desde
tiempos inmemoriales, a menudo el jardín se ha ubicado en el centro simbólico
de las edificaciones humanas, un ombligo espacial verde tanto en los templos religiosos
como en los palacios señoriales e incluso en viviendas de toda condición ni que
sea en vívido minimalismo interior
En el
jardín se nos brinda el disfrute de la vegetación acompañada a menudo por el
agua y por el arte ornamental escultórico y arquitectónico que ensalza la evocación
simbólica del conjunto. Gozamos nosotros en él y también lo disfrutan otros
animales, especialmente los pájaros
En ese
vergel la persona contempla y en ese contemplar la obra viva uno puede contemplarse
en mayor autenticidad. Y más aún cuando quien lo contempla lo trabaja
pacientemente sembrando y cultivando
En
efecto, el jardinero que siente el arte puede llegar a entenderse mejor a sí
mismo gracias a la asimilación de los procesos evolutivos naturales que allí
rigen y que están tan simbólicamente vinculados a los de nuestra naturaleza
humana
Nigredo
El excepcional
guionista y realizador americano Paul Schrader completa su trilogía sobre
hombres en profundas crisis en una sociedad en profunda crisis -le precedieron El
reverendo (2017) y El contador de cartas (2021)- con esta maravillosa
El maestro jardinero (2022) cuyo protagonista es un hombre de muy oscuro
pasado que se ha redimido en el arte de la siembra y el cultivo ornamental
Un
jardinero que entiende y siente su oficio, un gran maestro jardinero por ese
entender y en mayor medida por la autenticidad que él emana fruto (nunca mejor
dicho) de su laboriosa transformación personal
La
historia contada florece calmadamente en un mostrar austero que es desgarro y
es belleza como ya anticipan las imágenes que acompañan a los títulos de
crédito iniciales: vemos abrirse gran variedad de flores multicolores sobre un
simbólico fondo negro como tierra a la vez terrible y muy fértil que abona su
crecimiento
Y tras ese
inicio, las imágenes del protagonista Narvel Roth (Joel Edgerton en una
sublime interpretación) redactando la nota que encabeza este artículo en su
cuaderno personal. Roth, un apellido emparentado con la palabra inglesa Rot
cuyo simbólico significado es putrefacción
En
efecto, son reflexiones de un hombre en avanzado proceso regenerativo
alquímico, un hombre que se pudrió preso del odio y la violencia que lo
dominaban, un nazi que optó por parar tanta destrucción propia y ajena para
transformarse radicalmente convirtiendo su nigredo en tierra fértil del alma
Debo
advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers
Piel y pálpito
Narvel esconde ese pasado como protección ante los que fueran sus compañeros de violencia a la diversidad humana. Recaló en ese jardín gracias al apoyo de los policías con los que colaboró para acabar con la banda nazi que fuera su “familia”
En
Gracewood (así se llama la finca) inicia una nueva vida aprendiendo el oficio
jardinero con la dominante propietaria Norma Haverhill (Sigourney Weaver,
siempre excelente) quien somete al antes sometedor como hace con todos los que
la rodean. Ella “vive” sin empatía alguna creyendo que “el dinero es el mejor
abono” (eso confiesa a Narvel) y aunque Norma no mata físicamente, a menudo
mata anímicamente
Afortunadamente
no es el caso de Narvel quien se adapta y se “entrega” a ella, pero sin perder
el alma que cultiva en su cuidar el jardín y en su diario personal que escribe
en las simbólicas noches que poco a poco llena de luz
El
cambio definitivo se da cuando llega Maya (Quintessa Swindell), la sobrina
nieta de Norma que la matriarca -en su incapacidad- deja al cargo de su esclavo
preferido
Y es
entonces cuando Narvel deja atrás a Norma (nombre que evoca las normas que
limitan y esclavizan) para abrazar en amor a Maya (un poderoso vocablo que abre
otra visión de la conciencia del mundo y de la potencialidad individual al
estar asociado al legendario entender en el que la “realidad” es una Matrix)
En
efecto, con Norma él se desnudaba por obligación mientras que con la joven mestiza
-esa pigmentación antes odiada y ahora abrazada- el sensible jardinero se
desnuda en deslumbrante pálpito amoroso. Las dos mujeres ven su simbólico torso
desnudo cubierto de tatuajes nazis, la “dueña de todo” lo toca en su nada desalmado
pero Maya tras un bello proceso compartido lo abrazará en alma vivificadora
Ese
proceso de la pareja de amantes es a mi sentir lo más bello de la película. El
ver cómo se van acercando, cómo se respetan y se ayudan mutuamente puesto que
la joven -quién no- también arrastra pesadas mochilas propias y ajenas
Narvel y
Maya vivencian en resonancia la ambivalencia humana: el odio, la culpa, la
dejadez, la dependencia y así mismo la empatía, la aceptación, el perdón y la
confianza que emana de las sabias palabras del diario del maestro jardinero
Así que tras superar dificultades y liberarse de ataduras, tras recolocarse en el lugar que les corresponde por valor propio, la pareja baila su amor en la humilde casa del jardín donde se alojan ambos ya como legítimos herederos de una tierra que entienden y respetan en sus ricas diferencias
Un jardín llamado Tierra
Narvel se redime y redime en el jardín. El antes insensible matón, vibra y hace vibrar entre sustratos, raíces, troncos, ramas, flores y frutos
Es bello cómo habla de la riqueza de la tierra de ese vergel mientras aproxima un puñado a su cara para olerla como haría un viticultor con un buen vino, lo hace en una de sus clases magistrales invitando a sus alumnos a vivenciar ese deleite, especialmente invitando a la joven Maya en su recién iniciado juego seductor
En su
voz y en la de la distante Norma se nos explica la evolución de los jardines a
lo largo de la historia, de sus diversos usos y tipos. Para la matriarca en
Gracewood converge lo mejor de todos ellos
Quizás fuera así, pero Schrader parece apuntar que el
jardín “madera de gracia” (Gracewood) honra realmente su nombre sólo cuando
renace de sus “cenizas de odios” gracias al amor puro de Narvel y Maya
Personalmente las imágenes de ese renacer florido me
transportan a un jardín mitológico dionisíaco que el cantautor Georges Moustaki
evocó en su fascinante Il y avait un jardin:
Había un jardín que se
llamaba la Tierra
Brillaba al Sol como una fruta prohibida
No era el paraíso ni el infierno
Ni nada de lo visto u oído
Había un jardín, una casa
hecha de árboles
con una cama de musgo para hacer el amor
y un pequeño arroyo rodando sin olas
venía, lo refrescaba y seguía su curso
¿Dónde está este jardín en
que pudimos haber nacido,
donde podríamos haber vivido despreocupados y desnudos?
¿Dónde está aquella casa con todas las puertas abiertas
que todavía sigo buscando y no puedo encontrar?
Ojalá que lo encontremos
nosotros tal y como parecen haberlo logrado la pareja danzante de esta
excelente película
Este artículo es la revisión
del publicado en el diario CyL
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