Barbie: Una sátira entorno a la igualdad de género
El SeAcabó, igual que el MeToo, no consiste en hacer leña
de los troncos caídos sino en darte cuenta de que no solo te pasó a ti, de que
no fue culpa tuya, de que lo entendiste mal entonces y al daño que te hicieron
se sumó el que te hiciste. Así es que Seacabó
Bob
Pop como apoyo al movimiento Seacabó
Vivimos
tiempos esperanzadores respecto a la necesaria igualdad de género, una igualdad
que ante todo es respeto a las diferencias. Nuestro mundo ha sufrido demasiados
siglos de imperio del paradigma machista patriarcal en el que la mujer y la
feminidad -fundamentalmente en las mujeres, pero también en nosotros los
hombres- han sido ninguneadas, reprimidas, asfixiadas y maltratadas. Pero afortunadamente
-y pese a las resistencias involucionistas- cada vez somos más las voces que
clamamos un “se acabó” que dé paso a otra forma de entender mucho más empática
e inclusiva
En esa
voluntad surgió el “MeeToo” en el universo cinematográfico, un movimiento que se extendió a
otros ámbitos artísticos. Asimismo la indignación ante los abusos afloró con
fuerza en el mundo del deporte con el “Seacabó” como respuesta a los
lamentables hechos ocurridos tras la consecución de la Copa Mundial de Fútbol
Femenino en Australia por parte de la selección española. Una gesta histórica que
las equipara a la lograda por la sección masculina hace trece años en Sudáfrica
y que abanderara el mítico Andrés Iniesta
Y fue
precisamente Iniesta uno de los que condenó contundentemente lo ocurrido
afirmando que “es una pena que se haya ensuciado una hermosa historia que han
construido muchísimas jugadoras a lo largo de tantos años” añadiendo que con lo
sucedido en la celebración y en la muy lamentable asamblea de no dimisión del
presidente de RFEF se ha perjudicado en gran manera la imagen del país en el
mundo
Unos
hechos bochornosos e intolerables que por cierto algunos creen menudencia sin
darse cuenta de lo que significan realmente, sin darse cuenta de que son la
hiriente punta de un iceberg de silencios y de abusos de poder históricos en
todos los ámbitos humanos
Son escándalos
que ponen en evidencia una cosmovisión anacrónica y caduca en la que prevalece
el ejercicio del poder egoico y la falta total de sensibilidad que caracterizan
al machismo -desafortunadamente encarnado aún en muchos hombres y también en
algunas mujeres, mujeres estas que a menudo son madres alimentadoras de
machitos- frente al sentir auténtico de la mujer y la feminidad, ese necesario
sentir humanista empático que no discrimina género y que el feminismo abandera
Un
feminismo que reclama y actúa -pese a algunas indeseables radicalidades egoicas
que dañan su difícil labor- no para derrotar ni vencer al otro polo -tal y como
bien expresa el polifacético escritor Bob Pop en la cita del encabezado- sino
con el objetivo de que la mujer y la feminidad humana sean tenidas en cuenta para
el muy necesario bien de todos y de todo
Nuestro
mundo necesita con urgencia ese darse cuenta sincero -sobran los patéticos
postureos de conveniencia de tantos- de los graves errores históricos cometidos
bajo el imperio del patriarcado para que se dé por fin un abrazo real y
regenerativo entre las polaridades que encarnamos ahora y aquí
Ese
profundo trasfondo impregna la notable obra audiovisual de la polifacética
realizadora californiana Greta Gerwig -quien también firma el guion junto a su
esposo Noah Baumbach- que en clave satírica retrata el ocaso del machismo patriarcal
que vivenciamos hoy en día y asimismo las luces y las sombras del -se espera-
renovador feminismo, todo ello con el objetivo de ayudar a consolidar un cambio
realmente igualitario en nuestro mundo
Cabe
destacar las excelentes interpretaciones de Margott Robie como Barbie
“estereotipada” y Ryan Gosling encarnando a “su” Ken
Empoderamiento rosa cuestionable
En el ingenioso y brillante inicio de la película -que homenajea a Kubrick y su revolucionario 2001- se nos muestra a unas niñas haciendo añicos a sus muñecas tradicionales, muñecas que las adoctrinaban para ser dóciles amas de casa
En ese destruir, supuestamente
ellas acaban con la tradición machista heredada gracias al empoderamiento
femenino que Barbie parece ostentar. La nueva reina de las muñecas les inspira
por su deslumbrante “ser” independiente; y es que Barbie sale de casa para
mostrarse hábil en distintas facetas y oficios que antes estaban reservados
casi exclusivamente a los hombres
Una Barbie que tiene al
color rosa como signo de identidad principal. El rosa, esa tonalidad
cromática que en nuestra historia reciente ha sido asociada a la mujer y a la
feminidad en oposición al azul celeste masculino. El rosa, ese tinte que hasta
hace bien poco estaba casi prohibido para los hombres. El rosa, ese matiz que
tanto suele agradar a las niñas por mucho que sus mayores intenten disuadirlas.
El rosa, ese color que nace del atenuar el potente y pasional rojo fuego o rojo
sangre con el pacífico blanco
El rosa “un color ideal”
para las Barbies de la Barbieland, el universo que retrata la película; en ese
micro cosmos rosa unas mujeres muñeca viven felices sabiéndose adoradas por sus
Ken, especialmente la protagonista Barbie “estereotipada”. Unos Ken que “sólo
tienen un buen día cuando Barbie los mira”
De este modo Barbieland se
nos presenta como un mundo inverso al histórico patriarcal humano “en el
que todos los problemas del feminismo y la igualdad de derechos han sido
resueltos” según nos cuenta una voz en off que sin embargo nos advierte de la
irrealidad de esa proclama con un “al menos eso es lo que piensan las Barbies”
O -se entiende-
eso es lo que piensan las mujeres empoderadas que basan su acción feminista en
la derrota del polo opuesto masculino -adoptando así el rol opresivo del antes opresor
como ha ocurrido y ocurre en distintas confrontaciones de opuestos humanos- y
no en la verdadera igualdad que respeta nuestras enriquecedoras diferencias
humanas sin discriminar ni someter a nadie
La triste realidad machista
Frente a
ese universo de radicalidad feminista la película nos muestra el mundo real en
el que las niñas juegan con las muñecas Barbie como un macrocosmos machista
similar al que vivenciamos nosotros en el ahora y aquí
Un mundo
real al que viajan la Barbie “estereotipada” y su Ken porque ella se siente
triste -una sensación nueva para la reina adorada que parecía encarnar la
felicidad- y percibe que esa tristeza proviene de la niña que juega o jugó con
ella en el mundo real
En ese
universo inverso Ken descubrirá con satisfacción que los hombres son los reyes
y no los súbditos. Le agrada ese mundo patriarcal que -no obstante y como
ocurre con el nuestro- empieza a mostrar signos de cambio. Y como también
ocurre ahora y aquí en ese universo muchos hombres se resisten a entender el
pálpito femenino y adoptan máscaras falsas de ”reconocimiento” a la mujer que
resultan postureos patéticos
Es el
caso del jefe máximo de Mattel (que interpreta el cómico Will Ferell) -la
empresa matriz del universo Barbie- quien ante Barbie y rodeado de su consejo
directivo masculino le arenga un discurso machista defendiendo el feminismo de
sus hombres “porque aman a las mujeres de su familia”
En ese
hombre entre furioso y descolocado se evidencia la típica mentira -al otro y a
sí mismos- de tantos hombres -y mujeres también- que afirman amar pero que no
saben realmente lo que es y significa amar
En efecto, no es fácil amar,
es un proceso de vida el aprender “el arte de amar” que postulara el sociólogo
y psicoanalista Erich Fromm. Y en este sentido es todo un reto el amar de
verdad a una mujer o a un hombre de feminidad vívida puesto que supone
enfrentarse a facetas humanas que exigen el máximo de empatía
Se trata de abrazar las formas
de entender sensitivas y las comunes mareas emocionales a menudo irracionales
de la persona amada poniéndose en su piel con sincera y respetuosa voluntad de
acompañamiento. Un aprendizaje duro que duele profundamente y que no obstante
es sumamente gratificante tanto para la persona abrazada como para la persona
abrazadora
Barbie como muñeca mujer que ya siente empatía y llora huye de esa falsedad junto a dos mujeres -madre e hija adolescente- que en su día jugaron con ella. Las tres deciden regresar a Barbieland y allí descubren que todo ha cambiado, Ken llegó antes que ellas y ha adoctrinado a las Barbies instaurando un patriarcado radical al estilo de la realidad que visitó cuyo nombre es -no podría ser otro- Kenland
Volver a empezar
Barbie
se escandaliza al ver como las mujeres ahora son “felices” sirviendo sumisas a
los hombres afirmando que les gusta ser “una decoración utilizable” y añadiendo
que no tomar decisiones es “como un spa para sus cerebros”
En esa
inversión Barbie y Ken se acusan mutuamente de haberse fallado y el antes
sometido argumenta que en la realidad patriarcal visitada él se sintió respetado
“por lo que es”
Tras una
rendición inicial, Barbie se empodera arropada por la única Barbie despierta
que queda en el país de las muñecas y muñecos: la fantástica Barbie “extraña”, una
marginada veterana que la acoge como igual
En
efecto, esa peculiar muñeca-mujer fue marginada por las Barbies “perfectas”
(lideradas por la “estereotipada”) y ahora sin atisbo de rencor la estimula a
renacer desde la asunción de que ambas son “feas y rechazadas”
Y junto
a las dos humanas huidas, las marginadas urden un plan para
despertar de su letargo a las féminas muñeca y restablecer el universo
Barbieland…
Las
despiertan gracias a un alegato en el que se les recuerda las dificultades de
ser mujer en un mundo difícil y contradictorio que exige la perfección y que
sin embargo les limita la acción. Y añaden en referencia a los hombres: “no es
sólo cómo nos ven sino cómo se ven a sí mismos” concluyendo que en esa actitud
de no querer ver Ken y los suyos están germinando su propia destrucción (tal y como
antes ocurriera con las empoderadas Barbies)
Gerwig
nos muestra que el nuevo empoderamiento femenino es radicalmente distinto al
inicial porque la reina rosa ha cambiado: estamos ante una Barbie más madura que
reconoce sus graves errores y promete una igualdad real a Ken y a todos los
hombres quienes asimismo han de trabajarse en lo personal: se entiende que
dejando atrás las patéticas máscaras de la sonrisa vacua y el buenismo falso
que les han impedido ser ellos mismos
Porque en
realidad ambos -Barbie y Ken, mujeres y hombres- han “vivido” en unos falsos
mundos “felices” en los que dependían de la aprobación del otro; y ambos están
ahora en la senda de aprender a amarse a sí mismos como etapa previa
imprescindible para llegar a amar realmente al otro, a los otros. Por eso
Barbie -que parece ir por delante en ese aprendizaje- confiesa no amarlo y le
aconseja “averiguar quién es Ken, pero sin Barbie”
En el
volver a empezar de Barbieland (se me antoja que quizás hubiera sido más
congruente cambiar ese nombre posesivo-dominante por otro de resonancias
igualitarias), se postula que “ninguna Barbie o Ken debería vivir en las
sombras” por lo que la Barbie históricamente marginada a la que apodaron y
etiquetaron de “extraña” es la primera en ser resarcida en su honorable y rica
diferencia
Pero ese
esperanzador volver a empezar no es el final de la obra audiovisual que en sus
últimos minutos nos muestra una simbólica transformación de la Barbie ya no tan
“estereotipada” que está inspirada por el cuento clásico Pinocho de
Carlo Collodi
Una
transformación la suya que nos invita -entre liberadoras risas y sonrisas- a
reflexionar y plantearnos preguntas profundas:
¿Somos
sólo máscaras? ¿somos títeres o muñecos en manos ajenas? ¿jugamos
conscientemente en el “juego de la vida” o permitimos que jueguen con nosotros?
¿estamos preparados para ser y respetar que los otros sean? ¿estamos dispuestos
a aceptar una nueva realidad basada en la auténtica igualdad respetando todas
las diferencias?
Este artículo es la revisión del publicado en el
diario CyL
Comentarios
Publicar un comentario