Destroyer: Atrapada en la culpa y la rabia

 


Perdona a todos y perdónate a ti mismo, no hay liberación más grande que el perdón; no hay nada como vivir sin enemigos. Nada peor que  la culpa, el resentimiento y la crítica (agotadora y vana tarea), que te hace juez y cómplice de lo que te disgusta

Facundo Cabral

 

Karyn Kusama nos ofrece un excelente thriller muy bien estructurado cuya protagonista es Erin una dura y violenta mujer policía. La realizadora neoyorquina crea un ambientación sórdida que refleja la devastación de esa persona rota que encarna con maestría Nicole Kidman. Destroyer (2018) nos invita a reflexionar sobre las consecuencias de la traición a uno mismo, en especial a los tormentosos bucles de la culpa y la rabia en los que la persona suele quedar atrapada

Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers incluido el final



 

Ambición y traición

Erin y su compañero Chris se introducen en una violenta banda especializada en grandes atracos a entidades bancarias. Los policías se hacen pasar por pareja y acabarán siéndolo en su creciente atracción

Y en el momento en que los agentes conocen los detalles de un nuevo atraco, Erin expresa a Chris su deseo de tener dinero y le sugiere no avisar a sus superiores para quedarse con parte del botín. Chris accede por amor a ella aunque le hace prometer que en caso de compicación se identificarán como policías e intervendrán; la agente acepta y el acuerdo queda zanjado

En Erin anida el deseo de tener dinero fácil, la ambición de querer más. Esa es la tentación a la que tantos funcionarios públicos -a menudo mal pagados- sucumben, un desafortunado “cancer” de nuestra sociedad materialista donde el dinero parece ser el objetivo primero y el remedio a todo mal…

Pero en el atraco surgen complicaciones, el jefe de la banda se dispone a matar a una trabajadora. De inmediato Chris va a su encuentro para evitarlo y mira a su pareja quien no reacciona, se nos muestra a una Erin nerviosa que está paralizada y no es capaz de cumplir con su promesa. Así, Chris se queda solo en su función policial y se produce un tiroteo en el que mueren él y la empleada

Erin ha traicionado a Chris, ha traicionado el amor que él sentía por ella y asimismo ha traicionado su amor por él. En definitiva en ese incumplimiento no sólo traiciona a Chris, Erin se traiciona a sí misma

En esa traición, la agente mentirá sobre todo lo sucedido para mantener su puesto de trabajo y evitar una condena segura. La verdad queda pues escondida de los demás pero no de sí misma, la verdad sigue en ella. Y esa verdad no desvelada la marca para siempre con un fuerte sentimiento de culpa-rabia que la consume y que proyecta contra todos




Escondida en la dureza

Erin Bell, Bell para sus compañeros de trabajo (que la conocen por el apellido y no por su nombre como forma de evidenciar las distancias que ella marca) se convierte en una mujer muy dura y violenta con aspecto dejado y de “pocos amigos”. Su dureza exterior es en realidad la dureza autoinfligida de quien “vive” atrapada en la culpa y la rabia

La policía concentra toda su ira en el huido jefe de la banda a quien busca para vengar la muerte de Chris. Para conseguirlo actúa por su cuenta y siguiéndole la pista se convierte en testigo de un nuevo atraco de la banda. La vemos reaccionando al mismo entrando “a saco” en la oficina bancaria asaltada obviando los protocolos y arriesgando vidas (incluida la suya)

Una actitud suicida que se entiende como forma inconsciente de resarcir su antiguo error, la inacción cobarde de entonces se ha convertido en la acción desbocada de quien nada teme e incluso busca-desea morir para acabar con su tormento

Y en lo privado Erin también se muestra con dureza y en modo violento, ella es madre de Shelby una adolescente rebelde. Su devastación le impide ser madre y ser compañera, no puede amar plenamente porque no se soporta/ama a sí misma

Erin no se perdona y no perdona a nadie, es una mujer que se perdió y sigue perdida, no ha sabido/podido/querido aceptar ayuda para salir del oscuro laberinto en el que un día entró por vacua ambición

En este sentido, Kusama nos la muestra en una escena con su fiel compañero de patrulla en una terraza cuyo suelo es precisamente un laberinto. Él preocupado por ella buscando ayudarla, ella apartándole y dejándolo solo en el centro cual minotauro al que no quiere enfrentarse; el compañero es de raza negra, ese color negro de su piel como simbolismo de lo oscuro que no se acepta ni se quiere ver (que en el caso de Erin entiendo es el amor-ayuda del policía e incluso de Shelby para poder afrontar la culpa/rabia/sed de venganza que la dominan)

La más perjudicada por su renuncia a sanarse es la hija; Shelby también está perdida, su rebeldía es un reflejo de la rabia de una chica con muchísimas carencias de madre. Una hija perdida en gran medida como consecuencia de una madre perdida. Y Erin consciente de ello, no quiere que Shelby se pierda definitivamente y actúa para evitarlo pero su actitud violenta junto con su dejadez vital (especialmente su adicción al alcohol) obran en sentido inverso

Sólo al final la madre será capaz de acercarse a su hija de otra manera. En una emotiva escena Erin se desnuda anímicamente y confiesa su error/“culpa” a Shelby, le dice a su hija que la única “mala” (así se siente) es ella misma y la exonera afirmando que la joven para nada es “culpable” de nada. E incluso es capaz de expresarle un sentido “te quiero” a Shelby con un beso en su frente. Con su valiente confesión Erin abre la posibilidad para que su hija se libere de una carga que en realidad no es suya, es la pesada herencia materna

En ese acercamiento de pura verdad, Shelby también se sincera y le habla de un recuerdo de infancia (sintomáticamente las dos tienen dificultades para recordarse juntas), rememorando una noche en la que se perdieron en el bosque tras una excursión, nevaba fuerte y Erin la llevaba cargada a su espalda calzando unas bambas. Shelby se sintió entonces protegida/liberada por su madre pero a la vez tomó conciencia de su debilidad/dejadez por ese calzado tan inadecuado



 

Ouroboros

Es de notar que Destroyer empieza y termina en el mismo lugar-tiempo evocando la imagen de la serpiente mítica cuya cabeza se muerde la cola. La serpiente ouroboros, el símbolo de los ciclos de la vida que tiene muy distintas connotaciones/significados entre los que está la lucha eterna del vivir ahora y aquí o también el esfuerzo inútil ante la imposibilidad de salir del ciclo en el que se está atrapado. Simbologías ambas muy apropiadas al estado en el que se encuentra Erin

Esa escena de cabeza/cola se ubica en un ambiente desolado y sórdido (un claro reflejo de como está la protagonista). Amanece, su viejo coche bajo un puente en una zona deshabitada (la imagen de su soledad, de la falta del calor-fuego de un verdadero hogar), cerca de una acequia sucia (las aguas estancadas como símbolo de los sentimientos no expresados que la han consumido) y junto a unas torres de alta tensión (la alta tensión del sinvivir de una mujer enrabiada). En la acequia y junto a una de esas torres yace un hombre al que han disparado con un revolver de empuñadura roja (la sangre de la venganza), Erin se acerca a la escena del crimen medio zombi para hablar con sus compañeros policías que sabrán pronto que fue ella misma quien lo mató

A partir de ese momento el ourobos se abre y se nos muestra el final último de la historia. Erin regresa al coche herida de muerte. Y su fiel compañero policía que acude a hablarle, ella le entrega un sobre con todo lo necesario para detener a los otros miembros de la banda, redimiéndose de alguna manera como policía

La vemos apagándose sola en su coche con mirada fija reviviendo su amor y su traición a Chris. Tras lo que observa la naturaleza del lugar: un perro, gaviotas en el cielo azul, el sol entre los árboles cuya silueta se difumina transportándole al amanecer con su hija a cuestas tras estar perdidas toda la noche en el bosque nevado o la imagen del amor con mayúsculas que siente por Shelby y de su lucha por salvarla/liberarla de la perdición en la que se encuentra. Y finalmente la imagen bajo el puente de unos jóvenes skaters, su salto “mortal” y el monopatín volteando a cámara lenta que precede al fundido a negro de la muerte física de Erin

Este gran final repleto de simbolismos puede interpretarse de muchas maneras. A mi entender, que la escena sea en un amanecer soleado junto con el volteo perfecto y dominio del salto por parte del joven se puede comprender como una señal de esperanza. Esperanza de que a pesar de la dureza/violencia vivida y de la muerte de Erin, Shelby podrá salir del ouroboros materno que de alguna manera Erin ha deshecho para su hija en sus actos finales. Especialmente gracias a la última conversación que ambas tuvieron en la que una Erin por fin humana y cercana le confiesa su error y su mentira. En ese acto de sinceridad, la madre la libera de toda culpa y la estimula con un necesario “tú eres mejor que yo”. Ojalá sea así


Este ensayo es la revisión del publicado por el diario CyL




 


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