El árbol de la vida: Buscando el origen y la significación del mundo
En el jardín del corazón es donde hay que
sembrar las simientes para la fertilidad vital, en el planeta y en cada uno de
nosotros
Mireia Rosich
El sensible realizador Terrence Malick nos
ofrece una joya cinematográfica repleta de simbolismos en la que sublima su
habitual exaltación de la belleza natural del mundo pese a las sombras de la tristemente
común desconexión humana
La película retrata la historia de los O’Brien,
una familia yanqui de clase media, allá por los años 50 del siglo pasado. Una
historia particular con distintas conexiones espacio-temporales como indagación
a la significación metafísica del mundo en general y del ser humano en
particular poniendo el foco en nuestra marginada naturaleza femenina
El árbol de la vida (2011) se disfruta por la evocadora belleza de
sus imágenes con gran protagonismo de la luz solar y por la excelente labor
actoral de un reparto que encabezan Jessica Chastain (la madre), Brad Pitt (el
padre) y Sean Penn (Jack)
Debo advertir que el análisis que sigue
contiene spoilers (incluido el final)
Dios, Diosa, Orígenes
Uno de los temas
principales de la película es la indagación entorno a la existencia de Dios. Sabemos
que desde tiempos inmemoriales la humanidad ha creído en Dios, Diosa o Dioses. En
muchas ocasiones como alguien superior externo al ser humano y con tendencia a
la severidad. En otras -de modo más vinculante- como alguien interno que nos
conecta a todos, a todas y a todo lo creado
Curiosamente
Dios en catalán es “Déu”, vocablo que sin acento significa en este idioma el
número diez, un diez que es la cifra del sumatorio de la perfección de los
antiguos griegos. En esta asociación “catalana” late el sentir universal de un
Dios interior, de un Dios que somos todos los seres sin excepción en armónica y
misteriosa comunidad
Es
de notar que comúnmente se habla de Dios y no tanto de Diosa reflejando en esa
priorización la masculinización reinante en nuestro mundo desde hace tantísimo
tiempo. Una masculinización que se hace también patente en la mayoría de las
religiones, organizaciones, sectas, asociaciones… supuestamente representantes
de Dios en las que lo más común es que la feminidad sea casi anecdótica: que en
su ser y hacer no haya madre o que esta figura arquetípica esencial sea
relegada a un papel secundario a la sombra del padre, una marginación que evidencia
la falta del auténtico amor a corazón desnudo que ella encarna en esos
colectivos humanos
En
efecto demasiados de estos grupos son de y por poder, incluso algunos de ellos
pese a pregonar seguir sendas de amor. Son grupos de poder que suelen estar muy
vinculados a lo “masculino ciego y distante”, al dominante histórico patriarcal
de la competitividad o a la lucha por ser el mejor (mientras que la feminidad
sabe que no hay mejor, sabe que hay ricas diferencias que nos engrandecen
individualmente y comunitariamente), luchas lesivas vinculados a la ambición y
a las posesiones materiales exclusivas… son grupos con tendencia a despreciar e
incluso humillar o combatir a los que no son “de los suyos” o a los que
cuestionan su entender rotundo… Grupos de hombres y mujeres desconectados de la
feminidad que son/somos y que en esa carencia esencial han cometido y cometen
aún hoy atrocidades de todo tipo, en muchos casos lamentablemente “en nombre de
Dios”
En
la película, la familia O’Brien se nos presenta muy religiosa cristiana-católica
como tantas en la sociedad occidental de su tiempo, ellos acuden a misa y rezan
antes de comer. Pero la madre por su actitud vital de amor, desprendimiento y
entrega encarna la cristiana auténtica más vinculada a la Diosa Madre femenina
En
efecto, la madre O’Brien ama a sus cuatro hijos por igual, a su marido y al
prójimo necesitado (se nos muestra como ella es la única de su comunidad que da
de beber a un detenido por la policía) Una mujer madre que vive feliz y
agradecida al que llama señor, vive en paz, vive según confiesa sintiéndose en “estado
de gracia” (o la pura aceptación de todo a sabiendas que en la gracia y pese a
las apariencias nadie “termina mal”)
Pero
muere el hijo pequeño siendo adolescente. Allí ella entre en profunda crisis de
fe que deriva en preguntas a Dios: ¿por qué?, ¿dónde estabas tú?, ¿lo sabías?,
¿qué somos para ti?, ¿qué ganaste?
Y
en la iglesia a la que ella acude en familia hablan de la mítica historia de
Job, un hombre que lo pierde todo y pese a ello sigue confiando en Dios como
alegoría de las vivencias en las oscuras sombras de los O’Brien, en especial de
la madre O’Brien
Oscuridad
y Luz como dupla esencial de los opuestos cooperantes de este enigmático y
fascinante mundo nuestro. En este sentido Malick nos muestra bellamente su
visión de la creación, del vínculo entre los seres, de la vida, de la muerte,
de la cueva-matriz, de la estructura helicoidal generacional, del tiempo, del
reencuentro más allá de este espacio-tiempo, de la compasión o el fin de la
mortal lucha, de la vida eterna… De alguna manera -entiendo- nos ilustra a
cerca de su visión de Dios o más bien Diosa por esa resonancia femenina en su
sensible mirada
Destacar
la imagen simbólica de la tenue luz de una llama sobre fondo oscuro que se nos
muestra al inicio y al final de la película; imagen, a mi entender, del “y se
hizo la luz” de la creación de todo. Un se hizo la luz germinal, suave,
humilde, sencillo, pequeño… vinculado a los seres queridos (oímos la voz del
hijo mayor Jack mencionando a sus progenitores), a la paz y a la libertad
(escuchamos el suave sonido de la mar y las aves) Una luz germinal
humilde pero precisamente por esa condición se entiende como Luz realmente poderosa,
energía de verdad pura como la de tantos pequeños pero grandes héroes y
heroínas míticos a lo largo de los tiempos; Malick nos ilustra una visión
mística del origen de todo ofrecida como un delicado y exquisito haiku
audiovisual que nos envuelve en su calor de hogar auténtico atemporal
Es
de notar que la historia ficticia de la familia protagonista tiene conexiones
con la historia personal del propio realizador. En efecto, su hermano Larry se
suicidó en España cuando estudiaba guitarra con el mítico Andrés Segovia y en la
película el hermano fallecido toca la guitarra española. De hecho, Malick tenía
dos hermanos y vio morir al único que le quedaba sumido en el anteproyecto de El
árbol de la vida. Hay una dedicatoria a los dos en los títulos de la
película. Así, hemos de comprender que Jack (el hermano mayor protagonista del
largometraje) es un alter ego del propio director
En este sentido resulta significativo que de los cinco miembros de la familia O’Brien, Malick sólo nos haga saber un nombre: el de Jack. No conocemos los nombres de la madre, ni del padre, ni de los otros hermanos, ni de nadie más. Una excepción que se entiende como recurso para dejar claro que la historia retratada está básicamente centrada en cómo la ve y la vivencia él a modo de “heredero” del legado familiar
La
madre y el padre
La
madre es la base de la familia, ella encarna el acogedor calor del hogar que
proyecta y ofrece a los hombres de la casa. Es una mujer entregada,
amorosa, feliz, disfruta jugando (cuando no está el padre juega con los chicos como una igual: se sube a las camas, corre, salta, los despierta
pasándoles cubitos de hielo en la planta del pie o espalda…), le encanta ir
descalza por el jardín sintiendo la tierra, le gusta mojarse cuando riega, sabe
contar cuentos…
Y ella siempre busca suavizar los muchos momentos de tensión y dureza que el padre genera. Una madre siempre próxima a sus hijos dándoles benefactores espacios de libertad y a quienes bellamente les dice que se ayuden entre ellos, que amen a todos, a toda hoja, a todo rayo de luz, que perdonen…
Así,
ella es una mujer bella en toda la grandeza de la palabra. La vemos incluso
enfrentándose enrabiada a su esposo cuando este ha sido tremendamente injusto
con los chicos y llorar de impotencia ante la imposibilidad de hacérselo
ver-entender a ese hombre de sensibilidad encapsulada
Un
hombre que trabaja en una planta militar y cuya afición es la música clásica.
Es un hombre que ante todo quiere inculcar a sus hijos disciplina y fuerza para
“enfrentarse” a la vida al más puro estilo militar (por eso les ordena que le
llamen señor o padre, nunca papá) aunque lleve un artista dentro que se expresa
tan solo cuando oye o interpreta música. Y aunque tiene sus momentos de juego
con sus hijos no puede evitar ser estricto en todo. Su disciplina se hace muy
patente especialmente durante las comidas donde su férrea ley se impone a la
calidez del hogar que encarna su mujer
Pese
a sus diferencias, los padres se quieren cada uno en su forma. El padre nunca
agrede físicamente a su mujer como lamentablemente hacen tantos conciudadanos;
queda patente en la escena de desbordada rabia de ella contra el padre
absolutista, el hombre la bloquea pero cuidándola amorosamente (porque la rabia
del esposo la descarga en sus hijos). Pero pese a ese cuidado, el día a día de
disciplina estricta que él impone es un duro maltrato a la naturaleza libre de
su amorosa mujer
En este sentido es significativo que el padre pregunte recurrentemente a sus hijos si le quieren, en ese preguntar se evidencia su necesidad de que le quieran por alguna carencia personal que le limita. En cambio, la madre se sabe querida y son los chicos los que le preguntan a quién de ellos quiere más, y ella en su amor mayúsculo les contesta con su dulce voz y sus caricias la verdad que encarna: que a todos por igual (en sus singulares diferencias)
Jack, el hijo
Las
siglas de Jack O’Brien tal y como observa acertadamente Iker Zabala en su
excelente artículo Autobiografía sentimental de Terrence Malick (véase
enlace al final) nos dan el nombre de Job, el personaje bíblico de referencia
en esta película
Jack
es el paciente observador de lo que ocurre en su familia y también de lo que
sucede en la comunidad residencial donde viven. Su mirada es extremadamente
profunda, reflexiva y serena
Se
ha hablado aquí del valor de lo pequeño, de los pequeños héroes. Jack, a su
modo, es un pequeño héroe. No en vano el nombre Jack está asociado al cuento de
hadas inglés Jack
y las habichuelas mágicas donde aparece un chico que encuentra
tesoros y vence a un horrible gigante trepando un árbol enorme; y un gran árbol
da título a la película y preside simbólicamente el jardín familiar de los
O’Brien
(El
árbol como símil de perduración en el tiempo, de generaciones y generaciones de
vidas que se conectan, de historias, de sufrimientos, de incomprensiones, de
distancias, de desgarres… y de alegrías, de fiestas, de charlas, de columpios,
de niños trepando, de enamorados, de casitas en contacto con la naturaleza, de
ricos frutos, de bellas flores, de todo tipo de pájaros, de descansos a su
fresca sombra…)
Y
nuestro héroe Jack lo es fundamentalmente porque toma consciencia de lo que
sucede y actúa en consecuencia. Así, se enfrenta al padre en distintas
ocasiones por su disciplina absurda y sus castigos arbitrarios. En una
reprimenda paterna le llega a decir “es tu casa puedes echarme cuando quieras,
sé que te gustaría matarme” y le chilla que “ella (su mujer) sólo me quiere a
mí” Un Jack enrabiado al que vemos tentado a quitarle el gato al coche familiar
cuando su padre lo repara para así aplastarlo. O rogando al Dios católico un
contundente ”por favor mátalo, llévatelo de aquí”
Y
un hijo que no obstante también se revela en una ocasión con la madre por su
total sumisión al padre
Por
ese comprometido vivenciar, Jack se da cuenta del maltrato a la mujer ejercido
por muchos hombres de la comunidad y ve con sumo desagrado como su padre
coquetea con la camarera un día que comen en un restaurante sin la madre
Y
a pesar de vivir impregnado del ambiente cálido y amoroso materno lo vemos
jugar con otros chavales con actitudes violentas e incluso maltratando pequeños
animales. Aunque cuando ella le recrimina su actitud, Jack se siente
avergonzado y promete que nunca más actuará así
En
ese actuar como los otros chicos se evidencia las sombras de la influencia
paterna, porque el hombre le da otra visión de la vida -necesaria pero sesgada-
asegurando que su madre es muy ingenua y transmitiéndole a Jack la idea de que “si
eres bueno se aprovechan de ti”
Así,
le enseña a ser fuerte (a defenderse en las peleas), le revela el valor de ser
uno mismo, de atreverse a hacer lo que sea aunque otros le digan que no lo va a
poder realizar. Y sabiamente le recomienda “di tengo dificultades, todavía no
he terminado; pero nunca digas no puedo”; es decir un nunca te rindas masculino
en luz que entiendo necesario y complementario al ama materno, esa poderosa
energía masculina abanderando al ser individual comprometido en amor con uno
mismo y con todo (un ser “bueno” pero sin dejarse anular)
Aunque
como desafortunadamente les ocurre a tantos padres y madres, él se proyecta en
su hijo; le entrega su testigo vital (como el corredor saliente hace con el
entrante en las carreras de relevos) de aquello que no pudo o no supo realizar.
Así, le hace prometer que no hará lo que hizo él (soñaba en ser un gran músico
y lo dejó pasar) Su padre le alecciona a que sea dueño de algo, que por ejemplo
sea dueño de ideas y de alguna manera le impulsa a ambicionar ser exclusivo acumulador como señal de “éxito”
Sólo
cuando el padre pierde su trabajo y tienen que mudarse a “menos” admite su
dureza a Jack asegurando que no se enorgullece por ello. Y el chico le contesta
que es tan “malo” como él convencido de parecerse más al padre que a su madre. Es
bella la respuesta de un padre ya más amoroso que es capaz de llamarlo “mi
dulce niño” mientras lo abraza cariñosamente. Porque tras la disciplina auto
impuesta está (y estuvo) el amor natural de padre
Se
nos muestra como Jack se convierte en un arquitecto de éxito. Se le ve en su
oficina en un entorno de rascacielos transparentes en un espacio abierto sin prácticamente
paredes divisorias, pero en cambio él dice sentirse como chocando con las
paredes. Parece ocurrirle lo que les sucede a tantos hombres y mujeres de
supuesto éxito: por mucho prestigio o muchas posesiones que se tengan, se
sienten mal consigo mismos
Y
vemos una serie de imágenes de distintos escenarios. Jack de niño con sus
hermanos en el río jugando y siendo adulto trajeado en un paisaje seco y rocoso
preguntándose a sí mismo sobre su hermano: ¿cómo te perdí?, ¿erré?, ¿te olvidé?
A
mi entender, Jack ha acabado a su pesar más en el mundo del padre que en el de
la madre. Simbólicamente al paisaje seco y rocoso donde se ve él mismo como
adulto le falta la riqueza femenina: la tierra esponjosa, la tierra húmeda, la
tierra fértil, el agua pura de vida, la rica vegetación… que sí está/estuvo
presente en el entorno del Jack niño: el jardín, el árbol, el río…
Y
como adulto además le vemos viviendo en una casa de diseño sin sabor a hogar.
Tanto en su vivienda como en los rascacielos urbanos laborales domina lo
masculino. Y lo femenino queda relegado a pequeñas “notas” desnaturalizadas: un
árbol aquí, un poco de césped allá… todo desde la distancia de lo masculino
desconectado: desde la asepsia, desde el temeroso control férreo de la
naturaleza femenina (que no quiere ser controlada ni reprimida, sino que quiere
ser entendida y abrazada, que quiere dejar de descargar para danzar en
complementariedad)
Pero
afortunadamente Jack se propone recuperar la feminidad. Así en sus imágenes
oníricas, aparece su madre en ese desolado paisaje rocoso y seco. La mujer
lleva un amoroso vestido rosa, él la sigue, traspasan un umbral y se ve la
simbólica ductilidad de la tela de su vestido al viento, momento en que Malick
decide mutar a imágenes de la creación y de la Tierra con la voz de un Jack
entregado: “cuídanos, guíanos hasta el final de los tiempos” y la dulce voz de
la madre “sígueme”
Hasta
que el hijo llega a una playa tranquila con dos orillas (la dualidad del mundo que
se abraza suavemente en la liberadora danza femenina que todo lo acoge) donde
hay gente de su infancia caminando, Jack se arrodilla y una mujer lo acaricia,
un arbolito (la renovación, un esperanzador árbol de vida en mayúsculas) crece
en la arena, muchas gaviotas, la estrella solar está baja y rojiza (luz y
temperatura suaves)… ve a su madre feliz con un vestido verde (la naturaleza
exultante) y se abrazan, ve a su padre y se pasan la mano por el hombro (la
camaradería masculina, la satisfacción por la tarea realizada de comprensión),
a su hermano pequeño tal y como era de chico (la necesaria recuperación del
niño sensible e inocente que este encarnaba y que somos todos), una puerta que
se abre bajo el agua (las nutrientes aguas de los tiempos-de tantas historias
que nos resuenan, la comprensión y la aceptación de los sentimientos, de la
feminidad esencial… y la alegoría de Jonás saliendo de la cueva-ballena matriz del
renacimiento), una máscara negra que cae al fondo de la mar (el soltar las
conveniencias protectoras-limitadoras para así poder llegar a ser realmente uno
mismo)… y muchas imágenes más
Y
de nuevo Jack en su entorno de rascacielos, pero ahora con una sonrisa que
puede interpretarse como un ¡lo conseguí! Un éxito real que es mérito propio y
que asimismo se fundamenta en sus raíces paternas-masculinas y especialmente en
las maternas-femeninas, Una consecución que va más allá de lo individual y que obedece
a las voces de los tiempos -a menudo acalladas violentamente- familiares y en
general de la humanidad toda. Así, Jack sonríe en la conciencia del árbol de la
vida familiar y global
A
María, mi madre quien como tantas mujeres -y hombres- de feminidad sensible sufrió
el ninguneo de una familia y una sociedad de modos patriarcales
Agradezco
a Iker Zabala su artículo Autobiografía sentimental de Terrence Malick publicado
en la página https://www.jotdown.es/ que me ha ayudado a conocer mejor a este
gran director estadounidense
Este
ensayo es la revisión del publicado en el diario CyL
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