Tiempos Modernos: El trabajo como esclavitud

 



El trabajo dignifica, te honra, te realiza, te luce, te abrillanta y te da esplendor. Hasta te pone cachondo. Es la hostia. Hay que ver lo cachonda que va la gente a trabajar a las seis, las siete y las ocho de la mañana

Pepe Rubianes

 

Charles Chaplin nos ofrece en Tiempos Modernos (1936) una obra maestra que es una brillante crítica a la explotación qué hay tras la supuesta panacea de la industrialización. El mismo encarna a su eterno personaje Charlot acompañado de una espléndida Paulette Goddard quien es su pareja en la ficción y en la realidad de entonces

 


La cultura del trabajo

Hay personas convencidas de que el trabajar es una gran cosa, convencidas de que es necesario estar siempre activo haciendo algo “productivo”. Más allá de la conveniencia de trabajar para poder obtener el sustento, algunos ven el trabajar casi como un bien supremo, ¿lo es realmente? Entiendo que la socarrona opinión del gran Pepe Rubianes nos da la respuesta, no parece que para la mayoría de la gente el trabajar sea motivo de alegría…

Y es que trabajar es un término que fácilmente asociamos a dureza y esfuerzo e incluso a castigo. Un verbo marcado por el “trabajarás con el sudor de tu frente” bíblico que ha sido lema puntal de la cultura judeo-cristiana, un imperativo que para algunos aún parece resonar a pesar de que ya van quedando atrás los postulados tradicionales rigurosos que tanto marcaron a las gentes en tiempos no tan lejanos…

Afortunadamente hoy en día dedicamos más tiempo a actividades de ocio -con muchos “a pesar de” de por medio- porque en general valoramos y disfrutamos más del tiempo libre. Cada vez somos más los que nos damos cuenta del valor del tiempo, del valor de tener tiempo para uno mismo, para estar con las personas queridas, para disfrutar de lo que nos gusta. Parece que muchos hemos entendido lo que bien expresa otro gran Pepe, el ex presidente uruguayo Pepe Múgica quien afirma a propósito del trabajar para tener bienes materiales “no compras con plata sino con el tiempo de vida que gastas para conseguirla”, pues eso ¿qué sentido tiene trabajar tanto?

 



El trabajo como explotación y control 

Es sabido que desde tiempos inmemoriales para gran parte de la población trabajar ha significado ser dependiente de alguien con poder. Tanto el faraón como el rey, el señor o más modernamente las empresas han necesitado mano de obra para conseguir sus objetivos. Y a menudo –tristemente- ha significado y significa –más tristemente aún si cabe- para el  trabajador ser esclavo en mayor o menor medida de ese poder cuya principal meta siempre ha sido el conseguir el máximo beneficio económico. Salvo honrosas excepciones –que las hubo y las hay- poco ha importado a ese poder empresarial el beneficio de sus trabajadores

Con la industrialización el trabajar se convirtió para muchísimas personas en una esclavitud pautada por la fuerza y el ritmo de las máquinas. Aparecieron las cadenas de montaje y los controles de tiempo que poco o ningún espacio de libertad dejaba al trabajador

Chaplin sitúa la acción de Modern Times en una ciudad industrial estadounidense durante la Gran Depresión. Ya en los títulos de crédito el reloj de fondo deja claro cuál es su objetivo principal: evidenciar qué hay tras la supuesta panacea de la industrialización. El gran reloj que es el medidor que rige la dinámica de los empleados, el gran reloj como imagen del estricto control que impera en una fábrica. Y que rige también los tiempos fuera de ella, las primeras imágenes del filme nos muestran a gente en masa saliendo del ferrocarril subterráneo para acudir a sus trabajos simultaneadas con la de un rebaño de ovejas. Todos esos trabajadores sincronizando/entregando sus vidas a la estricta medición del tiempo, no es el amanece progresivo de antaño el que anuncia una nueva jornada, es el implacable reloj del “moderno” control que marca la hora de entrada para todos

Ese evidenciar las “bondades” del trabajo industrial es rotundo en la divertida –y triste- escena de la cadena de montaje. Chaplin es uno de los operarios supeditados al ritmo de una maquinaria que no permite ni una mínima distracción, rascarse si te pica la cabeza supone un retraso para todo el grupo. Así, el trabajador es una pieza más de esa máquina que funciona bajo la supervisión omnipresente del presidente de la compañía a través de una innovadora –para la época- vídeo vigilancia; ellos controlados y él en la comodidad de su despacho. El estricto control sobre el trabajador se nos muestra por esa vigilancia que llega a todos los rincones, por el reloj del fichaje obligatorio incluso para ir al servicio y por la propia cadencia de la máquina

El trabajador controlado por máquinas que es visto más como una máquina que como la persona que es. En este sentido es contundente la escena en la que Chaplin es elegido/obligado por el presidente para probar una máquina alimentadora de operarios, una máquina cuyo objetivo es reducir los tiempos de comida. La persona no importa, vemos como los que presentan el invento sólo atienden a la máquina para ajustarla. Al final Chaplin cae desmayado sin que ni al presidente ni a nadie de esa gente le interese lo más mínimo, demoledora crítica

Y la mítica escena en la que Chaplin es tragado por la máquina tras un ataque de locura causado por el agobio de ese trabajo inhumano. La belleza de verlo entre los engranajes en un dejarse ir onírico que finaliza en su imparable tic “aprieta tuercas” en el que cómicamente confunde botones de vestidos femeninos con tuercas. Todo acaba como suele ser en el universo Chaplin con una persecución policial y "al encierro", encierro psiquiátrico en este caso. El “loco” es él que sufre las consecuencias de ese trabajo, no los que han diseñado y han utilizado esa maquinaria para su beneficio. Tristemente ninguno de ellos –incluidos los sanitarios que le atienden- son capaces de plantearse la locura de sus métodos productivo. Es el histórico “todo vale” para lograr mis objetivos empresariales que “justifica” lo injustificable



Rojo

Ante la injusticia del “todo vale” y paralelamente a la industrialización surgen los movimientos obreros que reclaman derechos y no sólo obligaciones. Los movimientos obreros que son reprimidos y castigados por ese poder del dinero acostumbrado a no ser cuestionado. Así, el rojo de la bandera izquierdista es visto como el del “fuego de satanás” que es necesario apagar como sea

Chaplin lo retrata en la genial escena en la que recoge un banderín rojo de advertencia caído de una camioneta de carga, él agitando esa tela de color revolucionario para ser visto por el conductor y tras nuestro protagonista el aparecer de una manifestación obrera. Por ese agitar rojo él acaba siendo detenido

Son tiempos de crisis, tiempos en los que crece la miseria por la falta de empleo. Las crisis periódicas que tanto daño hacen a la gente común, a los trabajadores. Chaplin lo muestra con toda su dureza: un hombre en paro que muere en una manifestación dejando huérfanas a sus hijas que son llevadas al orfanato. Aunque por fortuna la mayor logra escapar, la chica deambula por las calles de la injusticia topando con Chaplin tras robar su pan de hambre. Un Chaplin afortunadamente liberado gracias su “buena conducta” es decir gracias a su integridad, gracias a su gran corazón. Acaban escapando juntos de la policía del poder de los poderosos que todo lo compran



Amor, humor

Los vemos en la calle observando a una “esposa feliz” que despide a su hombre rumbo al trabajo, Chaplin la imita burlón –el humor siempre necesario como bálsamo a tanta injusticia entonces y ahora-, ríen cómplices y se imaginan viviendo en una casa como esa pareja

Y él consigue trabajo de vigilante nocturno en unos grandes almacenes. Los almacenes se convierten en su hogar. Allí comen hasta hartarse, allí patinan como niños que aún se sienten. Y allí acontece la mítica bella escena de Chaplin patinando con los ojos vendados al borde del hueco de las escaleras o la imagen de la protección que merece un hombre-niño íntegro como él, la protección que –en general- merecemos todos los que nos emocionamos al verle

Pero nuevamente Chaplin acaba detenido y al salir su chica le muestra el hogar que ha preparado para ellos, una choza en un campo. Una vivienda – que como en tantas películas suyas- es un hogar humildísimo en lo material y mayúsculo en la humanidad. Él se siente feliz ante ese regalo de su amada, “es el paraíso” exclama en su satisfacción, el paraíso que en realidad es su amistad/amor compartido

Pero –cómo no- unos policías pretenden apresarla por fugitiva y –también cómo no- acaban escapando juntos de nuevo. Ella está desmoralizada pero él –siempre manteniendo la esperanza- con un “Ánimo, no te rindas nunca. Saldremos adelante” consigue cambiarle la cara, la imagen previa al “The End” de los dos cogidos de la mano por la carretera vacía, se tienen uno a otro en su amor, sin duda son muy afortunados


Dedicado a las compañeras trabajadoras y compañeros trabajadores de Estampados Meridiana, Braun Esplugues y RACC

Este ensayo es la revisión del publicado en el diario CyL





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