Paulina: De la sabiduría de los niños y el valor de la amistad
La niñez es el corazón de
todas las edades
Lucian Blaga
Publicado originalmente en 1969, este cuento de la magistral escritora barcelonesa Ana María Matute -quien fuera miembro de la Real Academia Española- está incluido en el recopilatorio Todos mis cuentos editado por Random House Mondadori
Paulina relata en estilo bellamente tierno la historia de una niña enferma y un niño ciego de orígenes distintos que se conocen en su necesario retiro terapéutico en la casa de los abuelos de ella. Es un relato de extraordinaria sensibilidad y humanidad que habla del valor de la amistad, de la liviana sabiduría de los niños y de la renovación que ellos encarnan
Preliminar
Soy padre y abuelo, y he disfrutado y disfruto leyendo cuentos a los niños de todas las edades. Jamás una lectura me ha emocionado tanto como esta, es tan rotundamente bello que cada vez que lo leo me embarga una impresión de alegría que por momentos me impide seguir contando
Palabras que evocan
Son muchas las conmovedoras palabras del cuento que emocionan, que transportan a esa infancia vivida, a esa niña o niño que siempre somos aunque a menudo lo asfixiemos en el encorsetado vestir adulto. Lenguaje que evoca la mirada y el sentir inocente humano que es en sí pura sabiduría sin límites. Paulina es la niña y quien narra la historia, ella junto al niño Nin encarnan esa belleza de corazón que es capaz de deshacer armaduras y muros
Unas citas para saborear las palabras que la escritora niña Ana María pone en boca de Paulina:
“La casa de los abuelos era muy parecida a la casa que yo dibujo siempre. Apostaría cualquier cosa que se parece también a la casa que dibuja cualquiera de vosotros. En fin, una casa como debían ser las casas, a no ser que sean castillos” O el hogar atemporal o casa esencial con tejadillo a dos aguas, chimenea y puerta en arco que tantos niños dibujan hoy en día a pesar de no verlas en su entorno
“Las historias de la abuela eran muy diferentes a las de los libros. Sabían a pan y avellanas (digo eso, porque me las contaba a la hora de merendar)” O la amable asociación de sabores, olores y sonidos de la infancia que permanecen en nosotros más allá del olvido adulto
“Duerme, me dijo. Despacito arregló mi ropa. Todo estaba en sombra, y sólo se veía una luz medio encarnadita, a través de las cortinas. Yo miraba con los ojos entrecerrados, porque ella había dicho: duerme” O la agradable sensación de recibir cuidados, sentirse protegida o protegido y en agradecimiento hacer caso a quien nos cuida con tanto amor
“El juego mejor que habíamos inventado Nin y yo era el de la cabañita. Nos sentábamos uno frente a otro. Entonces yo le contaba cosas a él y él me contaba cosas a mí. Yo le hablaba del colegio, de la tía Susana y de la ciudad. Él me hablaba de su casa de la ladera, del caballo y de la huerta. ¡Cuántas cosas sabía Nin a pesar de no ver! Porque, como me dijo María, Nin tenía mucho más sensible el tacto y el oído que cualquiera de nosotros. Y era verdad, que en cuanto yo entraba en la cocina levantaba la cara y decía: Paulina. Y eso que a veces entraba despacito, para darle una sorpresa. Pues enseguida levantaba la cabeza y tendía la mano hacia donde yo estaba” O la complicidad entre amigos, la fiel amistad de la mejor amiga o el mejor amigo, la mano siempre tendida al otro para todo
La verdadera amistad
Paulina quedó huérfana de muy pequeñita y no recuerda a sus padres. Vive en la ciudad con su tía Susana una mujer muy estricta incapaz de entender y valorar su gran sensibilidad. A la niña le afecta la rigidez de la mujer quien llega a hacerle plantear la legitimidad de su especial forma de ser y de sentir
Paulina siente todo con gran intensidad y ve con ojos de pequeña poeta que evoca un mundo creativo y libre. Pero un día se pone muy enferma y le recomiendan un cambio de aires, así se va a vivir a las montañas con sus abuelos. Allí descubrirá que su "rareza" es entendida y elogiada, allí conocerá a Nin otro niño especial que será su mejor amigo, allí logrará ser útil al ayudar a superar miedos y dolores tanto a su amigo como a sus abuelos y allí será determinante en una fresca revolución social
Nin es un niño muy sensible nacido en las duras montañas, un niño nacido ciego pero que "ve" mucho más que otros. Un niño que también enfermó y que cada invierno va a vivir a la confortable mansión de los abuelos de Paulina porque en su humilde casa hace demasiado frío, y es que sus padres son aparceros que trabajan las tierras propiedad de los abuelos. Pero Nin, aunque se siente bien con los señores y su servidumbre, añora a sus padres, añora su hogar
Y se da la circunstancia de que ni Paulina ni Nin habían tenido antes un auténtico amigo en quien confiar plenamente para compartirlo todo, para ser comprendidos y respetados por otro. En su creciente amistad ella le explica su pena por no tener padres y convivir con una tía rígida e insensible, y él por alejarse cada invierno de los suyos y por no poder estudiar ni casi ayudarlos
Al vivenciar la limitación y pena de su amigo, Paulina se da
cuenta de que el mundo es más amplio que su limitado mundo, se da cuenta que él
está mucho peor que ella. Así, le ayuda no sólo a ser feliz en su estancia allí
sino que además le enseña a leer y escribir mediante un peculiar sistema que
inventa para él. Los abuelos y su gente quedan fascinados y alaban a la
creativa maestra y al inteligente alumno. Paulina ayuda a Nin y Nin también
ayuda a Paulina al hacerle ver más allá de su ombligo y al hacerle sentirse
útil por fin
Ser útil
Paulina siempre había sido criticada y limitada por su desagradable tía Susana, en consecuencia la niña dudaba de sí y se creía fea. Pero en casa de los abuelos todo cambia, en ese hogar real recibe su amor y la de los que trabajan allí. Y gracias a Nin descubre que es ella útil, se siente satisfecha por sí misma (al ver que puede ayudar y mucho) y por el reconocimiento de los demás (incluida la estricta Susana quien pasa las navidades con ellos y por fin la valora)
Es en las navidades cuando Paulina ayuda a su abuela, a su abuelo y a los niños de los aparceros que comen allí con sus familias invitados por los amos. La abuela guarda los juguetes de sus hijos en la buhardilla, se da la circunstancia de que un hijo murió siendo pequeño y que ya adulto fue el padre de Paulina quien también falleció, los otros hermanos se marcharon de allí sin querer saber de ellos ni interesarse por las tierras. Por esos vacíos los abuelos, en especial la abuela, viven apenados; la casa transmite esas ausencias y Paulina lo percibe
A ella se le ocurre otra gran idea y la expone a su abuela “No tendrás más pena pensando en los niños que se fueron si les das los juguetes a otros niños… y ves y oyes cómo juegan otros niños... Los recuerdos se tienen dentro y aunque no tengas los juguetes, te acuerdas igual de ellos” y con el apoyo del abuelo consigue que la mujer haga subir a todos los niños de los trabajadores (Nin incluido) y se los regale. A los pocos días la abuela le agradece de corazón a su nieta “Estoy muy contenta de haberlo hecho. Ahora entro en aquella habitación, abro el armario y siento mucha paz. ¡Mucha paz y ninguna tristeza!”
Paulina ha renovado a su abuela y a su abuelo, lo ha logrado con su sabia intuición de niña, la sabiduría innata de la infancia no condicionada a los pesados cánones adultos, la sabiduría creativa infantil que desafortunadamente tantos mayores ni entienden ni atienden. Pero los abuelos sí que lo hacen y eso es un beneficio para ellos y para todos con los que se relacionan. Un beneficio que llegará mucho más lejos cuando los ancianos comprendan todo el gran dolor de Nin y lo harán –cómo no- gracias a su nieta
Y es que los padres de Nin esas navidades no pueden acudir a la mansión por el nacimiento prematuro de su nuevo hijo. Nin se entristece por no verlos y por la carga que va a suponerles para ellos otro niño más (en especial para su madre, quien como todas las mujeres del lugar habrá de trabajar la tierra con el hijo a cuestas). Afectado, Nin acaba enfermando y muy débil escapa rumbo a su casa, afortunadamente logran encontrarlo y finalmente se recupera. El abuelo se informa por Paulina del porqué de su huida y toma decisiones renovadoras-revolucionarias: Aloja temporalmente a sus padres y hermano en su mansión y decide reformar la maltrecha casa familiar e incluso regala las tierras a todos sus aparceros
Paulina y Nin han sido los artífices de una pacífica revolución social en una familia de amos, en una saga de posesiones. En efecto, por muy buena predisposición que tenían los abuelos a ser unos amos cercanos (acogían a Nin cada invierno), son los dos niños los que les hacen ver y ser plenamente empáticos a la dura realidad de sus trabajadores
Los abuelos vivían aferrados al dolor de su pérdida, a un tiempo pasado “mejor” sin darse plena cuenta del presente. Los juguetes es su primera liberación y las tierras es la liberación definitiva. Porque su descendencia no las quiere y Paulina tampoco. En efecto, el abuelo se lo consulta y ella muy concienciada porque conoce las duras condiciones de los aparceros le responde entusiasmada que sí añadiendo que “si es verdad que cambio como dicen que cambia la gente con los años… hazlo pronto, antes que sea tarde”
Qué bella respuesta de corazón puro la de Paulina quien como niña
amorosa que es prefiere el compartir a la posesión exclusiva tan dominante en
la visión adulta de nuestro injusto mundo; ella junto a su amigo encarnan la inocencia, la humildad, la
sinceridad y la valentía, ellos son los revolucionarios que logran transformar
un mundo anquilosado. Un anquilosamiento que incluso los trabajadores aceptan
con absurda resignación, en palabras de la anciana María hablando de las malas
condiciones de la casa familiar de Nin “¿Y qué le vamos a hacer? Son pobres y
no se puede hacer otra cosa”. Pero sí se puede, se puede desde el amor y su
rotunda verdad; así la revolución de Paulina y Nin arraiga hondo en la tierra de sus
ancestros
Amar la tierra
El abuelo y la abuela, al igual que la gente que vive y trabaja en sus tierras, aman la tierra. Nin ha nacido allí y la ama con todo su ser; Paulina a quien siempre le ha gustado aprende a amarla como ellos gracias a todos, en especial gracias a Nin. Y como niña poeta que es, reflejo de la autora poeta y siempre niña Ana María Matute, acaba su relato con estas bellas palabras de amor:
“Miro
y miro la tierra, y cuanto más la miro creo que comprendo mejor a todos los que
me rodean. Cuando me marcho de aquí, sigo llevándome a la tierra dentro de los
ojos y me digo que es difícil, quizás imposible, vivir lejos de ella. La quiero
cuando llueve y forma charcas como trozos de espejo, quieto y brillante, y
bajan a beber los pájaros, de sopetón, como un grito; cuando se seca bajo el
sol, y allá lejos se levantan nubecillas de humo”
Dedicado a todas las niñas y niños de mi vida que afortunadamente son much@s
Este ensayo es la revisión del
publicado en el diario CyL
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