El secreto de sus ojos: Del amor y la búsqueda de la verdad

 



Si nacieras de nuevo serías mi amor eterno. Pero no aquel amor que llora, finge o amarra; sino un amor libre y sin tiempo... como amas tú, como amo yo

Charles Bukowski

 

Juan José Campanella nos ofrece con El secreto de sus ojos (2009) una joya cinematográfica que adapta la novela de título homónimo del escritor Eduardo Sacheri. Una ficción en la que se aúnan la crítica social/política del sistema argentino con mirada a menudo socarrona y el retrato humanísimo de sus personajes protagonistas quienes buscan salidas ante la falsedad reinante. Ellos son el oficial de juzgado Benjamín Espósito (encarnado en su habitual maestría por Ricardo Darín) y su compañero Pablo (Guillermo Francella, excelente dando el punto humorístico a la absurdidad del sistema para el que trabajan), junto a esos oficiales amigos se resaltan los personajes de su jefa la Doctora Irene (Soledad Villamil en una gran interpretación) y el de Ricardo Morales (Pablo Rago) un hombre conmocionado por la brutal muerte de su esposa, asesinato que es investigado por ese juzgado bonaerense

La acción se desarrolla en dos tiempos: un presente en el que Benjamín regresa a la capital argentina tras décadas de su precipitada huida y se reencuentra con Irene buscando resolver ese caso de asesinato que para él significó un giro radical en su vida y simultáneamente  se nos recrea ese pasado complejo de investigación y amorío que pese a los años transcurridos Benjamín no puede ni quiere dejar atrás

 

Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers



Falsedad interesada

Tanto en el presente como en el pasado retratados –en el pasado sobre todo- se nos muestran unos juzgados muy burocráticos y politizados en los que la justicia se vende al poder que gobierna y al poder social de los pocos privilegiados que tienen mucho para comprarlo todo o casi todo

Y como suele suceder en toda buena crítica al poder apoltronado el humor es un medio eficaz para poner en evidencia sus falsedades no reconocidas, los pies de barro de lo supuestamente asentado. Es Pablo quien más encarna ese posicionamiento rebelde con sus comentarios y especialmente en su forma creativa y caustica de responder al teléfono del juzgado inventándose departamentos absurdos para acabar colgando al desconcertado ciudadano de turno con un desolador se equivoca de número

En efecto, se equivoca de número el ciudadano que busca justicia porque allí poca justicia se administra así que si realmente quiere justicia búsquese la vida fuera de la kafkiana burocracia del juzgado. O mejor aún si tiene dinero o influencias pague “justicia” que allí mismo hay muchos especialistas en el “arte” de la falsedad interesada dispuestos a atenderle

No es el caso de Pablo quien se descarga de esa realidad en el humor absurdo y en la bebida, y es que Pablo es alcohólico por sí mismo pero se entiende que más que nada lo es como expresión de su impotencia/hastío al trabajar como funcionario de un sistema altamente corrupto e ineficaz

Tampoco para nada es “artista” de la falsedad Benjamín un hombre íntegro que no puede dejar de averiguar la verdad y a quien ese asesinato cruel le despierta su corajoso espíritu de justicia real. Le despierta a él y en resonancia a su amigo Pablo, siempre a su lado

Y tampoco es así Irene quien pese a su condición social -ella pertenece a la clase poderosa- para nada comparte los métodos discriminativos reinantes ni se siente cómoda con la falsedad de los "suyos"



“Descensor”

Por eso cuando Benjamín se vuelca en el caso de esa mujer salvajemente asesinada y violada, Irene le apoya. Por eso y porque entre ambos late una atracción amorosa que desafía los férreos estigmas de clase: él –para el sistema, para los que manejan los hilos en ese juzgado- es un “paria” por muy sagaz y buen profesional que sea y ella –para su familia y los muy influyentes de su clase- es una mujer de gran formación y en consecuencia ha de mostrar una “conducta ejemplar” que le permita echar raíces con los de su condición

Así, Benjamín seguirá su intuición a partir de una antigua fotografía de la asesinada en la que un hombre la mira de forma más que sospechosa. Y con la ayuda del eficiente Pablo conseguirá apresarlo para proceder a su interrogatorio sin más prueba que esa intuición y su sospechosa huida tras el brutal asalto a una joven que dejó entrar en casa a su asesino

Es en ese interrogatorio cuando Irene demuestra su amor/fe en Benjamín y al tiempo su compromiso con la justicia consiguiendo que el mismo acusado se declare culpable al provocarlo teatralmente como mujer “deseable” argumentando que para nada él siendo “tan insignificante” pudo ser su violador

Pero de nada servirá tanto esfuerzo y entrega porque ese asesino saldrá libre al poco gracias a los “artistas” de la falsedad interesada que lo mueven todo

En una de las mejores escenas de la película vemos a Irene y Benjamín desolados en el ascensor del juzgado y cómo de pronto entra el asesino. Una escena en total silencio, sólo oímos el cargar su arma del asesino como amenaza. Brutal

Así en ese ascensor se inicia el descenso a los infiernos de los implicados, concretamente de los dos “parias” implicados porque Irene –lo sabe el asesino, lo tienen en cuenta sus liberadores- es intocable haga lo que haga. Para Benjamín –y para Pablo, siempre a su sombra- ese ascensor es claramente un “descensor”



El poder del amor

El único antídoto será el amor, el amor de Irene quien ayudará a Benjamín a huir muy lejos de allí. Y también como sabremos al final el amor de Ricardo por su mujer asesinada

Sin esos amores rotundos lo más seguro es que Benjamín hubiera corrido la misma “suerte” que Pablo quien fue asesinado precisamente en casa de su gran amigo. El suyo también fue un amor pero de amistad. En efecto, se nos muestra como Benjamín siempre acude a rescatarlo de los bares en los que se emborracha con una paciencia y una entrega de amigo con mayúsculas. De hecho, esa noche en la que murió Pablo estaba borracho en casa de Benjamín tras haberlo rescatado de su abismo alcohólico a causa de la lacerante liberación del asesino

Y Pablo, qué decir de ese hombre sensible que renace con fuerza cuando Benjamín le da toda su confianza para juntos resolver el caso… Es Pablo como amigo de corazón quien le da soporte a Benjamín en todos los sentidos y quien deduce dónde encontrar al asesino asegurando que la gente puede cambiar casi todo de sí mismos pero no todo (“hay cosas que perduran” le suelta socarrón). En efecto, el asesino era aparentemente ilocalizable pero fue localizado en el estadio de fútbol del equipo del cual fue siempre hincha incondicional

Y precisamente recordando a Pablo el Benjamín que regresa para resolver un pasado no resuelto descubrirá la verdad escondida por Ricardo, un hombre que amaba a su esposa y que nunca dejó de amarla. Recordará ese “hay cosas que perduran” que en el caso de Ricardo es su convicción de que el asesino debía ser encerrado de por vida como el mismo Benjamín le aseguró en su día. Ya que el sistema no lo hizo, fue él quien lo secuestró y lo encerró en su vivienda convenientemente aislada del mundo

Por amor ese hombre encierra a quien le arrebató su amor y de alguna manera se encierra a sí mismo en su labor de carcelero silente. Silente porque así como el asesino fue el silente amenazador en ese “descensor”, su víctima principal lo ha castigado a un insoportable no dirigirle la palabra –casi como eterno silencio- a quien a su juicio no merece diálogo alguno

Ese amor de Ricardo a su esposa asesinada siempre conmovió a Benjamín quien en el pasado comentó a una Irene entonces reacia a investigar: “Usted no sabe lo que es el amor de ese tipo. Conmueve. Es como si la muerte de la mujer lo hubiera dejado detenido allí para siempre (en la estación en la que en ese tiempo esperaba encontrar algún día al asesino)”

La película pues retrata el amor casi eterno de un hombre al que se le arrebató violentamente a su amor, así mismo el amor de dos hombres amigos con mayúsculas muy mayúsculas y entiendo que por encima de esos grandes amores el amor no consumado entre Irene y Benjamín



Amor libre y sin tiempo

En este sentido se nos muestra en repetidas ocasiones la escena del partir precipitado de Benjamín propiciado por Irene. Su apasionada despedida –esas miradas, esos ojos en luz- pese al casi no contacto. La imagen de él en el vagón y ella en el andén, sus palmas que se juntan con el cristal de la ventana de por medio. Ese frío traslúcido del cristal, esas manos cálidas capaces de deshacer todo frío y todo cristal…

Una despedida física que no anímica porque sus corazones latieron, laten y latirán juntos. Sabremos que en el pasado ella esperaba su invitación a subir a ese tren siempre recordado por ambos, lo sabremos en el presente cuando Benjamín –quien se ha renovado al alcanzar la verdad última del caso y ha decidido no delatar a Ricardo- se atreve por fin a proponerle a Irene que vivan juntos

Lo hace tras repasar una significativa nota que reflejaba su temor a romper ese simbólico frío cristal de tren que les impedía tocarse físicamente. Lo vemos transformar ese Temo histórico anotado por un Te Amo regenerador añadiendo una poderosa letra: la a del inicio, la a del amor, la a de autenticidad; bellísima visualización de su profunda transformación personal

Ese Benjamín acude a verla a su antigua oficina, allí se miran silentes tras su “tengo que hablar con vos” y ella que entiende lo que dice sin palabras le responde que “va a ser complicado” pues está convenientemente casada y con hijos, pero Benjamín -que lo sabe y que ya no teme- se aviene con un “no me importa” resonador




 

 

 

 

 

 

 

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