El show de Truman: La verdad más allá de lo aparente

 



Aceptamos la realidad del mundo que nos presentan. Es así de simple

Christopher, el creador del Show farsa

 

Aprendo a ver. No sé por qué todo penetra en mí más profundamente y no permanece donde, hasta ahora, todo terminaba siempre. Tengo un interior que ignoraba. Convierto mi muro en un peldaño

Rainer Maria Rilke

  

Peter Weir dirigió en 1998 The Truman Show, un clásico cinematográfico que es una mordaz crítica a los reality shows televisivos. Pero más allá de esa crítica social la película es también una lúcida fábula sobre la paternidad tóxica, la necesidad de superar los miedos que nos limitan y especialmente a propósito de la naturaleza última del mundo. En efecto Weir con su sobresaliente ficción nos invita a reflexionar en torno a la legendaria idea de que todos vivimos atrapados en una ficción Maya/Matrix que vivenciamos como realidad



Observar y mostrar

Sabemos que a las personas nos gusta observar, curiosear. Observar hasta el punto de que alguna gente parece estar más pendiente de lo que le ocurre a los que no son de su entorno que a lo que sucede a sus allegados (la comodidad de la distancia versus la vulnerabilidad de la cercanía). De ahí la histórica gran difusión de las revistas llamadas “del corazón”, los shows televisivos de personajes “famosillos”, los reality shows… Además gracias a la aparición de internet y especialmente con la llegada de las redes sociales se ha abierto la veda a saber casi todo de casi todos...

Y paralelamente las redes también han permitido que nos podamos mostrar con suma facilidad al mundo; un mostrarse –un buscar ser reconocido- que es también característica muy humana y que a menudo va de la mano de ese observar a los otros

La película pone la atención en el binomio mostrar/observar a través del medio televisivo -en ese tiempo mayoritario- a modo de crítica a la manipulación que ejercían/ejercen los programas reality shows sobre los espectadores: la manipulación de los sentimientos de la gente que los sigue (que a menudo lo hacen para no pensar/sentir su propia realidad e incluso como medio de relativizarla), la adicción que les provoca su formato conocido/controlado/pautado y sus distintos personajes que poco a poco se convierten en “familiares”…

Y también es una denuncia del gran merchandising que generan estos programas, la publicidad abusiva y la venta de todo tipo de productos relacionados. Todo un espectáculo televisivo cuya humanidad esta meticulosamente estudiada para obtener los máximos beneficios económicos. Lamentablemente shows de este tipo llenan las programaciones de las televisiones mundiales, triste y patética realidad

 

Debo advertir que el análisis que sigue contiene spoilers




Padre e hijo

Christof (Ed Harris) ha creado y dirige muy personalmente el exitoso show que siguen espectadores de todo el mundo. Truman (Jim Carrey en excelente interpretación) fue un bebé no deseado que adoptaron para ser protagonista del show y por ello el director se siente “su” padre. Christof cree conocerlo porque lo ha visto crecer día a día desde su nacimiento hasta los treinta años que tiene en el presente retratado. El creador ha moldeado y manipulado a Truman a su antojo; así, por ejemplo, le ha generado su miedo al agua para garantizar que no salga de Seahaven el gran plató-isla en el que se desarrolla el show y en el que él vive inconscientemente recluido

Vemos como Christof muestra su “amor” (que no lo es) por “su” criatura acariciando el gran plasma en el que aparece su rostro. “Amor” que es cómodo contacto a distancia: el director en su cabina de control situada en la luna del decorado (un guiño simbólico de Weir, la luna tan vinculada a los sentimientos y estados de ánimo humanos) y Truman siempre en su foco moviéndose por el inmenso plató creyéndose libre siendo su esclavo. Un hijo que no sabe de ese “padre” y un “padre” que jamás lo ha visto ni tocado piel a piel, un padre que no sabe amar y quien no sabe amar en realidad no sabe nada de quien cree amar. Christof es un padre tóxico que vive –en todos los sentidos de la palabra- de la anestesia del hijo

Además tras ese “amor” distante de Christof se puede entrever una crítica visionaria a la lamentable tendencia actual al no tocarse ni conocerse en vivo. Sabemos que los ordenadores y los móviles con sus programas y aplicaciones suelen aislarnos del contacto real. Y la robótica parece buscar sustitutos a las personas más allá de los trabajos indeseados, la compañía o el sexo con un robot sustituyendo a la personas. Todo –entiendo- por el miedo al otro, al daño propio y ajeno que puede producirse, a la sensación de fracaso si no va bien las cosas… en definitiva: por miedo a amar. Es más fácil tocar plasmas o robots que tocar pieles, lamentable tendencia que nos deshumaniza



Autenticidad y valor

En cambio por su forma de ser que es pura autenticidad, Truman sabe amar a los demás; lo sabe mucho más que su distante creador. El protagonista del reality es realmente feliz mientras que los actores que lo acompañan fingen serlo en un mundo diseñado feliz por el para nada auténtico ni en consecuencia feliz Christof

Pero Truman empieza a darse cuenta de que vive engañado. Se da cuenta de la falsedad de mucha gente de su entorno –especialmente la de “su mujer”- e inicia su liberación rompiendo la rutina de su vida, desafiando los/sus límites. La fuerza –el valor- para acometer él solo su liberación es precisamente el amor, el amor auténtico que siente por Sylvia una actriz secundaria a la que echaron bruscamente del show cuando empezó a explicarle la verdad tras las apariencias. Truman guarda un retrato de ella que ha elaborado con trozos de otras mujeres parecidas y una prenda suya con una placa muy significativa que dice “¿Cómo terminará todo?” o el deseo de ella –y de tantos espectadores- de que él se libere y se reencuentren

Con la fuerza del amor por Sylvia, Truman es capaz de burlar todas las vigilancias superando su miedo al agua para alejarse de la costa conocida en una embarcación a vela. Esta acción valerosa no prevista desata la ira de Christof quien ha perdido por primera vez el control/dominio. Un creador que demuestra que para nada es un buen padre: lo vemos generando una tormenta a sabiendas de que Truman puede morir. Nuestro ya héroe cae al agua pero logra salir a flote y grita desafiante “¿Esto es todo lo que puedes hacerme? ¡Tendrás que matarme!” Y Christof que persiste “infartado” de cólera/rabia hasta que una gran ola hace que Truman caiga golpeado conmoviendo por fin al “padre” que ceja en su absurdo obrar

Y Truman que se levanta prosiguiendo su rumbo. Lo vemos satisfecho por tanto logrado, en su rostro se aprecian las heridas de la superación. Hasta que llega al final del plató, al falso horizonte que mira y toca perplejo, allí llora desesperadamente. Abandona la nave para caminar por el borde del decorado hasta llegar a unas escaleras que le conducen a una puerta de salida, la salida del “micromundo” hacia el mundo

Weir en una larga escena que en mi opinión es el tuétano de la obra nos muestra el momento en que Truman empuja la puerta que abre a la negrura (lo desconocido) y cómo Christof habla con él desde su acostumbrada distancia. El creador le cuenta la verdad ocultada adornada a su conveniencia para no sentir la gran responsabilidad que él tiene en su falsa vida de apariencias, le explica que hacen un “programa que da esperanza y dicha e inspiración a millones de personas, tú eres la estrella” y él que le espeta un “nada de esto fue real” momento en el que Truman le da simbólicamente la espalda

Christof intentará manipularlo evocando su pasado, el creador en su obrar/hablar/ser encarna el arquetipo del padre (o la madre) matriz que por el hecho de dar vida al hijo se cree en el derecho de poseerlo; la antítesis del buen progenitor quien siempre antepone la realización del hijo a las propias necesidades no resueltas proyectadas

Afortunadamente Truman lo tiene claro, para nada quiere seguir con esa relación tóxica, con semejante dependencia. Él quiere vivir su vida, la ha arriesgado para llegar hasta allí, para conocer la verdad negada. Y en ese valor cargado de autenticidad decide seguir, decide traspasar el umbral al mundo aunque de entrada sea ese simbólico espacio negro (para él todo está por descubrir, todo está por iluminar). Y fiel a su forma de ser, antes de hacerlo se despide de la audiencia con su habitual saludo diario “Si no llegara a verlos, buenos días, buenas tardes y buenas noches”. Sylvia corre feliz al estudio a su encuentro y la audiencia celebra su valor para a continuación buscar otro canal, otro programa al que seguir enganchados, otra evasión que les permita seguir sin reflexionar



Matrix en común

Muchas personas a lo largo de la historia han hablado de que vivimos en Maya o en una Matrix. No sólo los mayas americanos y otras antiguas civilizaciones, también gente de renombre de tiempos más cercanos como Pedro Calderón de la Barca, Albert Einstein o Jorge Luis Borges expresaron su convencimiento de que esta vida es un sueño muy elaborado que se nos presenta tercamente como real

Hoy en día gracias al desarrollo de la cinematografía y la programación informática es más fácil acercarse a entender el posible funcionamiento de este sueño en el que transitamos todos, esta vida no enteramente real que podríamos denominar “Matrix en común” en tanto nos afecta-incumbe a todos

En este sentido, la saga The Matrix de las hermanas Wachowsky y la película de Steven Spielberg Ready Player One pueden ayudarnos a comprender cómo podría funcionar esta “Matrix en común” en la que transitamos. Especialmente reveladora es Ready Player One al mostrarnos un futuro donde las personas han creado distintas matrix lúdicas de gran realismo con escenarios cambiantes en las que los jugadores adquieren múltiples roles y personalidades. Y la muerte en esas matrix es sólo algo temporal en función de las reglas del juego concertadas; se siente el dolor que produce pero en realidad no pasa nada, mueren sólo los personajes o avatares utilizados pero no las personas plenamente reales que pueden volver a “nacer” sin mayor problema en otro u otros avatares

Así, podemos entender -es mi intuición- esta “Matrix común” en la que nos movemos como un gran juego u obra tragicómica extraña, grotesca o como queramos calificarla en el que todos estamos implicados. De alguna manera todos lo sabemos pero no lo recordamos, no somos conscientes de la realidad simultánea con mayúsculas fuera de esta “Matrix en común”;  hemos aceptado participar como quien acepta interpretar una colosal obra de obras tal y como ocurre a pequeña escala en The Truman Show. Estos símiles pueden sonar paranoicos, pero ¿acaso no es a menudo –y cada vez más- paranoica esta vida nuestra que llamamos realidad?

En The Truman Show un hombre de nombre tan evocador como Christof (Cristo) ha construido un mega decorado de apariencia real que es todo un mundo. Seahaven es una matrix en donde Truman (cuyo nombre tanto se parece a Trueman u hombre auténtico) ha nacido y se ha hecho adulto sin ser consciente del gran engaño en el que vive. Todos saben la realidad con mayúsculas menos él que ha vivido anestesiado en una “realidad” limitada y limitante. En Seahaven  todos actúan excepto el inconsciente protagonista, él es un hombre auténtico, él es el único que se muestra al natural, él es el único que es. Una circunstancia que queda reflejada en la simbólica puerta doble de la villa donde está inscrito el famoso lema “Unus pro ómnibus, Omnes pro uno” (Uno para todos, todos para uno)

En este sentido, cuando le preguntan al creador Christof cómo ha tardado tanto en darse cuenta Truman del engaño responde un significativo “Aceptamos la realidad del mundo que nos presentan. Es así de simple”. Genial respuesta que a mi entender es extrapolable desde un “pequeño” mundo como Seahaven a un gran mundo casi infinito como el nuestro. ¿Despertaremos algún día? De ser así, ¿seremos capaces de hacerlo con el valor y el amor que encarna Truman? Mientras tanto nuestro extraño “show matrix en común” continua… ¿cómo terminará todo?

Este ensayo es la revisión del publicado por el diario chileno CyL




 

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